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La Pretensión es hija del amor propio, lo mismo que la Pedantería y la Presunción, es un terno éste que camina de la mano siempre junto, llenando de humo el corazón del hombre.
La Pretensión lo levanta muy arriba de sus propias fuerzas; la Pedantería lo sostiene en tan alto puesto desde el cual, todo lo ve bajo, indigno de él y degradante, haciendo que, creyéndose más que otros, los desprecie; y la Presunción viene a completar el cuadro, sosteniendo el falso pedestal del orgullo, y haciendo al hombre creerse capaz de las mayores empresas y de las más grandes virtudes, sin contar con el apoyo divino ni con el auxilio humano.
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¡Oh soberbia inaudita de Satanás, cuyo fin inicuo es la perdición del hombre por medio del engaño más vil producido por el orgullo y el amor propio!
De estos tres vicios están llenos los corazones, rebosan en las almas de tal manera y a tal grado, que llegan a cegarlas por completo alejando a la hermosa virtud de la humildad a muy grande distancia.
Todo corazón que lleva consigo la Soberbia, alberga a estos vicios engendrados por ella misma; Vicios que llevan en sí la sangre y las propiedades todas de su horrible madre.
¡Oh miserable Pretensión de la pobre y limitada naturaleza humana tan sin fundamento!
¡Oh Pedantería loca y desatinada, que no tienes en qué apoyarte, sino en la podredumbre y polvo de que el hombre está formado!
¡Oh vil presunción, humo vano, fuego fatuo, que aparece y nada es, nube que se disipa!, ¿en qué te fundas para ensoberbecer al pobre corazón humano? Y sin embargo, el hombre se hincha con este viento de la vanidad mundana; vive disimulando su engaño, y al parecer, satisfecho y contento con lo que no es y entre las ficticias ilusiones que en su crecida soberbia se forja. ¡Ay! ¡Sólo en los umbrales de la eternidad se abrirán sus ojos y tocará entonces vivas realidades!
Las riquezas y los honores con todos sus peligros, que son muchos, sirven de pábulo a estos tres vicios que crecen y se desarrollan ofuscando a la razón y alejando al alma de su Dios.
El remedio para estos vicios de locas ilusiones, pero que ensoberbecen tanto al corazón del hombre, ya se deja ver: en la humildad con el propio desprecio, pero, ¿en dónde se encuentran las almas que bajen por mi amor de tan altos pedestales y se abracen de la pobreza, de la humillación y del abatimiento propio? Muy contadas son, por desgracia, y muy de tarde en tarde aparecen para consolar mi Corazón.
En la vida espiritual también existen estos vicios de la pretensión, pedantería y presunción; porque a donde penetra la soberbia, se introduce también su corte. Ellos detienen las comunicaciones divinas, las cuales no se conceden sino al corazón humilde que nada presume y de nada se cree digno ni capaz.
Jamás el Espíritu Santo desciende al corazón pretencioso y altivo, sino al corazón manso y humilde.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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