- Del examen de conciencia. -
Tres cosas debes considerar, hija mía, en el examen de tu conciencia; la primera, las faltas cometidas durante todo el día; la segunda, las ocasiones en que se originaron; la tercera, la disposición en que te hallas de comenzar de nuevo a corregir tus vicios, y adquirir las virtudes contrarias.
En cuanto a las faltas cometidas, observarás lo que dejo advertido en el capítulo XXVI, que contiene todo lo que debemos hacer cuando hubiéremos caído en algún pecado. Por lo que se refiere a las ocasiones de tus caídas, procurarás evitarlas con todo el cuidado y vigilancia posible.
En fin, para enmendar y corregir tus defectos, y adquirir las virtudes que te faltan, fortificarás tu voluntad con la desconfianza de ti misma, con la oración, y con frecuentes deseos de destruir tus viciosas inclinaciones, y de adquirir hábitos buenos.
Si te pareciere que has conseguido algunas victorias contra ti misma, o que has ejecutado algunas buenas obras, guárdate de pensar mucho en ellas, si no quieres perder el mérito y el fruto; y de que se introduzca insensiblemente en tu corazón algún sentimiento oculto de presunción y de vanagloria. Procura en estos casos poner todas tus obras, tales cuales fueren, en las manos de la Misericordia divina, y no pienses sino en satisfacer y cumplir con mayor fervor que nunca todas tus obligaciones.
No te olvides de rendir a Dios humildes acciones de gracias por todos los socorros que en este día has recibido de su divina mano. Reconócele por único Autor de todos los bienes (Jacob. I), y alaba y ensalza particularmente su Misericordia, porque te ha librado de tantos enemigos, ya visibles y manifiestos, ya invisibles y ocultos; porque te ha inspirado buenos pensamientos, te ha dado ocasiones de ejercitar las virtudes, y te ha hecho, en fin, otros muchos beneficios que no conoces.
Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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