Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

1.6.18

El combate espiritual: Cualquier ocasión es propicia para ejercitar la virtud


- Como se puede practicar una misma virtud en diversas ocasiones. -

Ya has visto, hija mía, en uno de los capítulos precedentes, que es más útil para nuestro aprovechamiento aplicarnos por algún tiempo a una sola virtud, que abrazar muchas juntamente; y que a esta virtud particular debemos inducirnos siempre que se presentare la ocasión. Atiende ahora y observa la facilidad con que esto se puede ejecutar.

Podrá sucederte en un mismo día, y por ventura en una misma hora, que te reprendan de una acción buena y loable en sí misma, o que por otra causa murmuren de ti, que te nieguen con aspereza una pequeña gracia que hayas pedido, que se conciba una falsa sospecha de ti, que te den algún trabajo o alguna comisión odiosa, que te sirvan viandas mal sazonadas, que te sobrevenga alguna enfermedad, o que, finalmente, te halles oprimida de otros males más sensibles y graves de los innumerables que se hallan en esta miserable vida.




Entre tan diversos y penosos accidentes podrás sin duda ejercitar diferentes virtudes; pero, conforme a la regla que te he dado, te será más útil y provechoso aplicarte únicamente al ejercicio de aquella virtud de que entonces tuvieres mayor necesidad.

Si esta virtud de que necesitas fuere la paciencia, no debes pensar sino en sufrir constantemente y con alegría todos los males que te suceden y te pueden suceder. Si fuere la humildad, te imaginarás en todas tus penas que no hay castigo alguno que pueda igualar a tus culpas. Si fuere la obediencia, procurarás rendirte con prontitud a la voluntad de Dios, que te castiga conforme mereces, y sujetarte asimismo por su amor, no solamente a las criaturas racionales, sino también a las que, no teniendo ni razón ni vida, no dejan de ser instrumentos de su justicia. Si fuere la pobreza, te esforzarás por vivir contenta, aunque te halles privada de todos los bienes y de todas las dulzuras de esta vida. Si fuere la caridad, harás todos los actos de amor de Dios y del prójimo que te fueren posibles, considerando que el prójimo te da ocasión de multiplicar tus merecimientos cuando ejercita su paciencia, y que Dios, que te envía o permite todos los males que te afligen, no tiene otro fin que tu mayor bien espiritual.

Todo esto que te digo en orden al modo de ejercitar en diversos accidentes y ocasiones la virtud que te fuere más necesaria, muestra al mismo tiempo el modo de ejercitarla en una sola ocasión, como en una larga enfermedad, o en otra aflicción y pena que te durase mucho tiempo; pues se podrán entonces producir también los actos de aquella virtud de que tuviéremos mayor necesidad.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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