Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

1.6.18

De las virtudes y de los vicios: Respeto Humano


El respeto humano es hijo del amor propio y de la debilidad.

Es un vicio que inunda al mundo espiritual y lo sumerge en el fondo de mil miserias ahogando a las almas dentro de sus aguas pútridas.

Es un vicio infame que hace a los corazones avergonzarse de Mí mismo y de las cosas que debieran honrarlos.

Es el tropiezo de las almas débiles, cobardes y que no me aman de veras. En ese vicio caen millares de personas al parecer piadosas, pero que en realidad llevan un cuño falso en el corazón, y amándome tan sólo con la boca, sucumben a la menor prueba cuando se trata de confesar mi nombre; y es porque en su corazón no estoy Yo.




Estas almas tibias, de religión ficticia, que no tienen valor para sostener su fe delante del mundo y de mis enemigos, y yo las miro con lástima, porque caerán en grandes males.

¡Ay del que se avergüence de pertenecerme! ¡Ay del que no me proclame su Rey delante del mundo! ¡Ay del que escondiéndose, no tenga valor para llamarse mío! ¡Yo no le reconoceré en el día de mis victorias!

¡Ay del que por el maldito respeto humano que detesto, reniegue de su fe y prescinda de los sacramentos y actos de verdadera piedad!

Yo tengo un especial castigo para el respeto humano, y Satanás arroja en un fuego voraz a las almas que en el mundo arrebató de mis brazos haciéndolas que, eliminándose de mi Corazón, se avergonzasen de pertenecerme, comenzando por el respeto humano y concluyendo por refinado odio y malicia contra Mí.

¡Oh infame Satanás, y con qué redes tan finas de respeto humano pesca miles y miles de corazones que condescienden a la menor tentación y que debieran ser míos! El miserable haciéndolos caer en el primer escollo, los lleva después de precipicio en precipicio hasta despeñarlos en la duda, en la desesperación y en el infierno.

El respeto humano es un imán satánico que atrae a las almas para arrojarlas al infierno.

El respeto humano es en la vida espiritual una muralla impenetrable que rodeando al alma le impide la comunicaciones divinas.

El respeto humano es el escollo de la falsa piedad y la piedra de toque de la santidad.

El respeto humano es el palenque en donde se prueba el verdadero amor.

Es el crisol en donde se distingue el oro del oropel; lo que vale de lo que es basura; el amor sólido del amor falso.

El respeto humano tiene dos caras o visos a cual más odioso y lleno de dañinos males. Por él se ejecutan multitud de actos pecaminosos, cuando el alma no tiene suficiente fuerza para resistir al mal ante la faz del mundo corrompido, cuando es débil en su fe, cuando no me conoce ni me estudia ni me ama, y se deja llevar por las precipitadas corrientes de ese maldito vicio.

El respeto humano es causa de que se dejen de hacer una multitud de buenas y santas obras que debiendo ejecutarse no se ejecutan; que debiéndome dar gloria no me la dan, y que deteniendo con mano de hierro al alma para que no me siga, la aleja de mis brazos, y por tanto, de mis favores y gracias.

Ataca el respeto humano lo bueno, y hace al alma también condescender con lo malo... ¡Oh infame respeto humano, instrumento de Satanás que llevas en tus venas la sangre de la soberbia y de la debilidad, causada por la falsedad de las virtudes! Yo te detesto y abomino infinitamente, porque sólo Yo sé hasta dónde alcanzan tus miserables traiciones.

Incalculable para el hombre es el daño que el respeto humano hace y la astucia infernal con que Satanás lo maneja. Es una de las redes más finas que posee y arroja en el campo espiritual.

Que las almas superficiales, vanas y mundanas lo lleven consigo, no es de extrañarse, puesto que viven en la atmósfera helada de la falsa piedad; mas ¡oh dolor!, también se encuentra este enemigo de mi gloria reinando en las religiones y en las almas que se titulan mías... La más pequeña falta sobre el particular de estas almas predilectas me duele tanto como no puede suponerse ni imaginarse siquiera. Son, estas faltas de respeto humano, en los religiosos y sacerdotes, como puñaladas que desgarran mi Corazón divino.

¡Ingratitud humana, hasta dónde llegas!

¿¡Avergonzarte, hombre, de quien ha derramado toda su sangre por ti...!? ¿¡De quien ha bajado del cielo a la tierra para salvarte y morir en una cruz para darte la vida!...?

¡Avergonzarte de este Redentor que tanto te ha amado! ¡Avergonzarte de este finísimo amante, que por no dejarte, se ha quedado hasta la consumación de los siglos en los altares; que, mientras exista un hombre en la tierra, se encontrará en una Hostia consagrada para acompañarlo y salvarlo! ¿De este Dios te avergüenzas, repito, y no osas pronunciar su nombre ante un puñado de viles y miserables criaturas que son hoy y mañana desaparecen?

¡Oh soberbia del corazón! ¡Oh amor propio! ¡Oh debilidad culpable! ¡No se atreve el hombre a doblar en público las rodillas ante Mí, y se inclina y se posterga y se humilla hasta el punto más bajo y degradante, ante una vil pasión! ¡Qué contrastes y aberraciones!
"No a Ese sino a Barrabás" gritaba ya un día, frenético, todo un pueblo, y un pueblo escogido; y aún repercute ese grito en miles de corazones que se avergüenzan de pronunciar el nombre de cristianos que los ennoblece, y se llena la boca con algún título hueco y vacío, de honra vana; rechazan a Jesucristo y a la virtud porque no son capaces ni de confesarlo ni de practicarla.

¡Oh mundo, oh mundo!, que te precipitas en la eterna perdición, si no te detiene en su vertiginosa carrera la cruz que sólo puede salvarte. El respeto humano te envolverá mientras no te crucifiques, mientras prefieras a Barrabás, mientras no te entregues y proclames en alta voz que Jesucristo es tu Rey y tú su vasallo; que es tu Señor y tú su esclavo, que es tu Criador y tú su criatura, que es tu Padre y tú su hijo; que es tu Dios y tú la hechura de sus divinas manos, dispuesto a servirle, a amarlo y a confesar públicamente su santo Nombre, y el título de pertenecerle con el honor de servirle, con el deseo de amarle, con el ansia de corresponderle en cuanto posible sea.

¡Oh! Si los hombres pusieran esto en práctica, se destruiría el reinado del respeto humano en el mundo, que es el reinado de Satanás y de sus vicios: la Cruz viene a destruirlos.

El remedio para el Respeto humano es el vencimiento propio producido por la oración mental constante, que enciende el fuego del amor divino en el corazón.

El alma que me ama, no se avergüenza de confesar mi Nombre ni de pertenecerme ante la faz del mundo impío. Soporta las burlas miserables que se le proporciona, con entereza y gozo, porque su dicha es ser mía y darme pruebas de su amor, pasando feliz por toda clase de crucifixión y de dolorosas humillaciones.

La falange gloriosa de los Mártires, de las Vírgenes y de los Confesores dan y han dado pruebas de su amor y de su fe, pisando y venciendo a todo respeto humano.

Y no se crea que a todos estos santos y a los que son míos, no les haya puesto Satanás, ¡y con cuánta fuerza e insistencia!, esta tentación del respeto humano; claro está que sí pero, pasando por encima de él, con la fortaleza del amor divino, lo pisaron, lo destruyeron en sus corazones con el dominio y el vencimiento, triunfando del demonio y de sí mismos, dándome honra y gloria.

Tengo también un premio especial para los vencedores del respeto humano. Yo los llenaré de recompensas, los reconoceré como míos el día grande de mis victorias, y aún en el mundo los llenaré de gracias y bienes espirituales.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario