- Que no debemos desear con ardor librarnos de los trabajos que sufrimos con paciencia, y de qué modo debemos reglar nuestros deseos. -
Si te hallares en alguna aflicción o trabajo, y lo sufres con paciencia, guárdate de escuchar las exhortaciones del demonio o de tu amor propio, que procuran excitar en tu corazón deseos de librarte de esta pena; porque tales deseos te causarán dos grandes daños: el primero, que aunque entonces no pierdas enteramente la virtud de la paciencia, contraerás una disposición para el vicio contrario; el segundo, que tu paciencia será imperfecta y defectuosa, y no obtendrá de Dios el premio y la recompensa, sino solamente por el tiempo que la hubieres ejercitado; siendo cierto que, si no hubieras deseado el alivio, antes bien te hubieras resignado a la divina voluntad, aunque tu pena no hubiese durado sino un cuarto de hora, el Señor la reconocerá y recompensará como servicio de mucho tiempo.
Toma, pues, por regla general en todas las cosas, el no querer hacer sino solamente lo que Dios quiere, y dirigir a este fin todos tus deseos, como el único blanco a que debes encaminarlos. Por este medio se llega a ser justos y santos; y en cualquier accidente triste o alegre que te suceda, no solamente gozarás de una perfecta y verdadera paz, sino también de un perfecto y verdadero contento, porque como nada sucede en este mundo sino por orden y disposición de la Providencia divina, si tú no quieres sino sólo lo que quiere la divina Providencia, vendrás siempre a tener lo que deseas, pero ninguna cosa sucederá sino según tu voluntad.
Este documento, hija mía, no tiene lugar en los pecados propios o en los ajenos (los cuales siempre detesta y aborrece Dios), sino solamente en las aflicciones y penas de esta vida, por violentas y penetrantes que sean, ora procedan de tus pecados, ora de otro principio; porque ésta es la cruz con que Dios suele favorecer a sus más íntimos amigos.
Esto mismo se debe entender respecto de aquella parte de pena y aflicción que en ti quedare, y que es voluntad de Dios que padezcas después de haber buscado algún lenitivo a tu pena, y aplicado a este fin aquellos medios que de sí son lícitos y buenos, y de que te puedes muy bien servir sin salir de la mano de Dios, ni del orden que tiene puesto, con tal que en el uso de ellos te gobiernes por su divina voluntad, sirviéndote de ellos, no por librarte de tu pena, sino porque Dios quiere que los usemos en nuestras necesidades, y porque a este fin los ha ordenado su Providencia.
Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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