JESÚS: La Exageración es hija de la Mentira, y lleva todo el parecido de su madre. Es un defecto que llega a vicio y a vicio que forma una segunda naturaleza en el hombre.
De la Exageración muy fácilmente se resbala y se cae en la Murmuración, manchándose el alma con grandes faltas y hasta con grandes pecados.
Es la Exageración un prurito interno de agrandar con colores más vivos la verdad de las cosas y de los hechos. Es un vicio, pues, contra la verdad, queriendo disfrazarla, siendo ella, lo más puro y santo que puede existir.
La Verdad siempre es limpia, clara, sencilla y pura, llena de resplandeciente luz; pero la Exageración tiene por misión el querer abultarla, y aún mancharla, porque la Mentira nace de la Exageración y con ella vive siempre.
El alma exagerada peca por querer desfigurar la Verdad, pura y sin mancha. El alma exagerada es siempre doble, falsa, ligera, e imaginativa. Lo que forja en su entendimiento lo da por hecho, aceptándolo sin demora la voluntad y exteriorizándose luego.
Casi siempre las almas exageradas son locuaces, curiosas e impetuosas: no conocen a las hermosas virtudes del Reposo, Serenidad, Circunspección y Tranquilidad. Son inquietas y veleidosas.
Gran virtud encierra el alma que no exagera en ningún sentido, ni en las palabras, ni en la imaginación: más, ¿en dónde se encontrará esa alma? Rara es esta joya por cierto, porque la inclinación natural del hombre tiende a la Exageración y a la Mentira: es refractario a la verdad limpia y clara, y constantemente se inclina a lo que no es, en su memoria y entendimiento.
La Imaginación es el gran centro en donde la Exageración se da gusto, concluyendo por ser pasión lo que se consintió como pasatiempo. La Exageración es arma muy traidora de Satanás y la esgrime con sin igual destreza, haciendo que el hombre tome como cierto lo que abultó su astucia para envenenarlo o para desesperarlo... Muchos visos o colores le da Satanás a la Exageración exterior e interior. Como él es el padre de la Mentira, y ésta es hija muy amada, toma a la Exageración que de ésta procede, y le da diestramente mil formas, introduciéndola hasta dentro del seno de las mismas virtudes y santidad.
La Exageración abulta hipócritamente las facultades del alma, atrayendo a la Vanidad, a la Complacencia propia. Siempre Satanás tira el lazo para coger de muchas maneras la pobre alma, y con un vicio pesca a otros muchos envolviendo en ellos al alma incauta que se deja coger y no conoce sus trampas y su traición.
El remedio para la Exageración es la Verdad, la exactitud en las palabras y la profunda humillación y propio desprecio en los pensamientos.
El humillarse desdiciéndose y confesando su falta es también muy saludable para cortar este vicio: la Oración, el examen y el propio castigo, llegan a dominarlo; mas, para esto, se necesita una voluntad firme, enérgica y deseosa de perfección, y con estas disposiciones descenderá la Gracia y el alma triunfará.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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