Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

10.6.18

De las virtudes y de los vicios: Oración


Es la Oración la llave de los tesoros eternos.

La Oración es el silencio profundo del alma enamorada y su alimento y vida.

La Oración es el centro indispensable en donde Dios se junta con el alma pura.

La Oración encierra en su seno purísimo las celestiales confidencias de los divinos amores. La Oración es el campo escogido por Dios, para sus comunicaciones íntimas con las almas inocentes, sencillas y humildes.




Jamás descorre la Divinidad sus velos ante las almas soberbias, falsas, o maliciosas.

La escalera divina de la Oración contiene muchos escalones o gradas por las cuales el alma sube y Dios baja.

¡Oh sublime dignación del Criador con la criatura, del Dios tres veces santo con el alma Pobre, Desnuda, Vacía y Sedienta! Él viste con la vestidura hermosa de la gracia al alma desnuda de todo propio querer. Él enriquece con sus Dones y preciosas perlas de las virtudes a la que de verdad es pobre de espíritu o lleva en sí la divina Pobreza espiritual perfecta.

Él llena con la profusión de sus Tesoros eternos al alma vacía que ha muerto a sí misma para vivir de solo Dios; y Él en fin, calma la sed de justicia del alma hambrienta de lo sobrenatural, con la posesión y comunicación de la misma Divinidad.

Con estos cuatro caracteres o cualidades que te dejo pintados, deben presentarse las almas puras a la escala de la Oración.

Son indispensables estas cuatro cosas, repito, para la verdadera Oración y comunicación de Dios con el alma, porque Él no desciende a los corazones que no se presentan ante esta escala santa, pobres, desnudas, vacías, y sedientas.

Al alma hinchada y soberbia, jamás desciende Dios con sus tesoros y comunicaciones divinas. El alma humilde atrae sus miradas y sus dones, sus gracias y divinos favores.

No está la Oración al alcance de la generalidad de las almas, sino solamente de las que poseen estas cuatro cualidades, o más bien, virtudes, en más o menos escala, y según esta medida se les da también la comunicación divina.

La Oración es una gracia muy encumbrada que llega a don: el alma que posee este don, generalmente llega a la perfección de la santidad. Pero, aun cuando la Oración es un don divino, no la da jamás el Espíritu Santo sino a las almas puras o purificadas que prepara de antemano con estas condiciones.

La pureza de alma y cuerpo es también una condición indispensable para las comunicaciones divinas.

El dolor es el compañero indispensable de la Oración: en él encuentra su completo desarrollo; y las palancas de la pureza y del sacrificio, en toda su extensión, son las que sostienen, conservan, y hacen crecer la Oración. La mortificación y la penitencia, son el riego que fertiliza y hace fructificar a ese divino campo.

La oración es la fuente perenne de toda gracia: ella llega al Corazón de Dios y escala alturas inconcebibles al humano entendimiento. En todos los tiempos y las ocasiones se puede orar, y el trabajo no impide jamás la Oración. El alma lleva en su fondo el secreto de la Oración, y en ella misma está el santuario en donde las divinas comunicaciones se efectúan.

La Oración es la voz armoniosa del alma pura que traspasa los cielos y llega hasta el trono de Dios: en ella va la amorosa flecha que traspasa el Corazón del Amado.

La Oración que llega al trono de Dios nunca vuelve sola, sino llena de gracias y de favores para el alma pura.

La Oración es el aliento del Espíritu Santo y la simiente que transforma a las almas, divinizándolas. Trae consigo la Oración el germen y el desarrollo de todas las virtudes. El alma que ora alcanza; porque nadie que por este medio pide, deja recibir multiplicado. La mayor parte de las almas son pobres y miserables, porque no oran. ¡Oh inercia y ceguedad inconcebibles! ¡Teniendo en sus manos los tesoros eternos, ni siquiera se dignan mirarlos! Las almas se pierden, porque quieren perderse, pues los medios de su santificación abundan, y los desprecian.

En este punto muchos cargos pesan sobre los ministros de la Iglesia...

La Oración es un campo florido de muchos matices, más o menos vivos.

Esta escalera santa es la que recorre el Esposo, con el alma enamorada y crucificada que se le ha entregado totalmente.

La fortaleza, la energía, la entereza, la firmeza y el orden, deben ser sus escuadrones de defensa contra el enemigo.

Otras muchas y muchas virtudes son consecuencia de la Oración e hijas de ella. La meditación es como hermana menor de la Oración, y ambas hijas de Dios.

Las virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad, deben ser los ejes donde la Oración gire.

La vía unitiva está encerrada en la Oración, lo mismo que los divinos amores, la santidad, la perfección, la unión, la contemplación y los desposorios.

Muchos de mis santos, de la Oración pasaron el cielo.

Existen almas, aunque pocas, que nunca cesan de orar, y por tanto, de recibir gracias, y de crecer en la santidad y perfección de sus corazones.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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