Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

10.5.18

El camino correcto a la santidad


Cuando veo gente a mi alrededor que es tan santa y perfecta, mucho más que yo a pesar de todas mis misas, mis oraciones, mis rosarios... No puedo menos que constatar que la santidad es más cercana y alcanzable de lo que nos podemos imaginar. Lo que ocurre es que tendemos a pensar que es algo imposible, y ese es un engaño del Enemigo puesto que, pensando que no llegaremos nunca a santos, muchas veces nos dejamos llevar hacia el pecado o la ofensa a Dios por comodidad. Pero no es así: la santidad está mas cerca de nosotros de lo que nos imaginamos, y solo tenemos que extender un poquito la mano y cogerla, porque es una gracia divina. Dios nos la pone al alcance de cada uno. De otra manera, ¿qué Dios sería?

Otro error es que muchos queremos hacernos santos según nuestras ideas, nuestra concepción de santidad, y ese es otro gran fallo, ¡si esperamos ser santos siguiendo nuestros erráticos caminos, nunca lo seremos! Debemos dejarnos guiar por el Señor.




¡No podemos ser santos a nuestra manera y como a nosotros "nos parezca o nos apetezca"! Y tampoco irnos al otro extremo: a veces leemos libros de santos, o de santidad, y nos quedamos asombrados con lo que allí vemos y se exige. Olvidamos que existen diferentes grados de perfección, y no se puede alcanzar el máximo grado de buenas a primeras, ¡a San Agustín le llevó varios años! No podemos nosotros, a no ser que sea por una inusual gracia divina, lograr el máximo grado de santidad y perfección de la noche a la mañana.

La santidad tampoco consiste en reglas, en "haz esto o lo otro", o no solamente en reglas sino, básicamente, en creer: "cree en Jesús Hijo de Dios, y serás salvo tú y toda tu familia" (Hechos 16:31).

Y es que parece que la santidad es hoy algo inalcanzable que se ha alejado de nosotros, los cristianos, pero más bien lo que ocurre es que nos la han alejado con tratados, exigencias, normas, leyes y obligaciones como si fuera una montaña difícil de escalar, un camino imposible de recorrer. Y esto no es así. Dios no nos la exigiría a los humanos si no fuera humanamente alcanzable, necesaria de alcanzar y, con su gracia, a nuestra disposición.

Por supuesto, insisto, no esperes a ser santo como a ti te parezca, como a ti te plazca. La santidad implica obediencia, dejarse guiar, tanto por personas más santas que nos orienten, como por los acontecimientos y dificultades ante los que Dios nos pone no como emboscadas o trampas, sino como peldaños para superarnos y perfeccionarnos con vistas, en todo momento, a lograr alcanzar la vida eterna, que es el negocio más importante para los que pisamos este suelo.

La santidad no se reduce, por tanto, a unas siglas, una denominación, una corriente de pensamiento. La santidad es la forma de vida imprescindible para salvarnos, y es creer en Cristo que nos lleva a esa salvación el primer paso. De lo contrario, ya estamos condenados no porque Dios nos haga imposible la santidad, sino porque nosotros nos negamos a recibirla.

Ludobian de Bizance | Redacción: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

1 comentario:

  1. Exactamente, las misas y los rosarios son solamente un instrumento, no el fin mismo. De hecho en algunos casos (y me gustaría incluirme), esos instrumentos no son tampoco algo necesario.

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