En la vida espiritual y trato conmigo, también introduce Satanás muy delicadamente este vicio horrible de la Susceptibilidad en las almas soberbias. Llegan a formarse éstas muy secretamente un alto concepto de sí mismas, y ¡oh pasmo para los mismos ángeles!, se creen interiormente, (aunque sus palabras manifiesten lo contrario), acreedoras a mis favores y a mis gracias, mas, como esto mismo hace que éstas se alejen, y mucho, les viene la ira espiritual perfecta contra Mi, ofendiéndome, ¡y cuánto!
Estas santidades falsificadas hacen a las almas, repito, susceptibles hasta conmigo mismo, y si no las consuelo cuando ellas se imaginan que debiera hacerlo, si no les doy fervores sensibles, si me les escondo en la oración, luego respiran por la herida del más fino amor propio, volviéndose contra Mí, y aun en su interior echándome en cara mi, a su ver, injusto proceder.
¡Son almas miserables y desgraciadas, cogidas por Satanás por el más delicado lazo de la soberbia espiritual perfecta!
Sobre la particular, o en este campo de la Susceptibilidad espiritual, tiende Satanás las redes de las ilusiones y engaños espirituales transformándose en ángel de luz, cumpliendo los antojos de las almas susceptibles y soberbias, y aún superándolos con creces por el lado más vulnerable; subiéndolas al trono, admirándose hipócritamente de sus virtudes, enmendándolas con suavidades sensibles, embriagándolas con el delicioso licor del amor propio satisfecho, comunicándoles diabólicos y crecidos favores, raptos y como revelaciones; envolviéndolas por fin en las mil capas de fingidas visiones y contemplaciones, concluyendo por hacerlas caer en tan altos pedestales a la eterna ruina... ¡Oh almas soberbias y susceptibles, cuánto os compadezco!
Que esas almas se detengan, que abran los ojos y contemplando sus errores, caigan de rodillas ante Mí, y con la frente en el polvo profundamente humilladas pidan perdón y comience el A, B, C, de la vida espiritual por medio de la obediencia ciega a sus superiores y a un sabio y santo Director.
Todas las santidades que están en pedestal a la vista de otros, o a la propia con secreta complacencia o con humor de susceptibilidad, son falsas y peligrosísimas.
Los verdaderos santos jamás se tienen por tales. Viven como enterrados y su nivel es la tierra misma que los cubre aún a sus propios ojos: ahí dentro viven y se perfeccionan ciegos y sin aspiraciones más que las de agradarme únicamente a Mí; no son susceptibles, porque no tienen más pretensiones que las de verse despreciados, y se desprecian a sí mismos con todo su corazón.
El remedio contra el grande mal de la Susceptibilidad es el profundísimo desprecio propio por medio de la meditación continuada de la nada y miseria del hombre.
Aquí sólo triunfarán las virtudes guerreras; porque, como es tan gigantesco enemigo, necesita para derrocarlo un escuadrón entero compuesto del dominio propio, renunciamiento, trabajo, vencimiento, firmeza, energía, lucha, generosidad y constancia. ¡Felices las almas que sepan poner en práctica estas virtudes!
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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