- De algunas advertencias importantes para saber de qué modo se ha de pelear, contra qué enemigos se debe combatir, y con qué virtud pueden ser vencidos. -
Ya has visto, hija mía, el modo con que debes combatir para vencerte a ti misma, y adornarte de las virtudes. Ahora conviene que sepas que para conseguir más fácil y prontamente la victoria, no te basta combatir y mostrar tu valor una sola vez; mas es necesario que vuelvas cada día a la batalla y renueves el combate, principalmente contra el amor propio, hasta tanto que vengas a mirar como preciosos y amables todos los desprecios y disgustos que pudieren venirte del mundo.
Por la inadvertencia y descuido que se tiene comúnmente en este combate, sucede muchas veces que las victorias son difíciles, imperfectas, raras y de poca duración. Por esta causa te aconsejo, hija, mía, que pelees con esfuerzo y resolución, y que no te excuses con el pretexto de tu flaqueza natural; pues si te faltan las fuerzas, Dios te las dará, como se las pidas.
Considera, además de esto, que si es grande la multitud y el furor de tus enemigos, es infinitamente mayor la bondad de Dios, y el amor que te tiene, y que son más los Ángeles del cielo y las oraciones de los Santos que te asisten y combaten en tu defensa. Estas consideraciones han animado de tal suerte a muchas mujeres sencillas y flacas que han podido vencer toda la sabiduría del mundo, resistir todos los atractivos de la carne, y triunfar de todas las fuerzas del infierno.
Por esta causa no debes desmayar jamás o perder el ánimo en este combate, aunque te parezca que los esfuerzos de tantos enemigos son difíciles de vencer, que la guerra no tendrá fin sino con tu vida, y que te hallas de todas partes amenazada de una ruina casi inevitable; porque es bien que sepas que ni las fuerzas ni los artificios de nuestros enemigos pueden hacernos algún daño sin la permisión de nuestro divino Capitán, por cuyo honor se combate, el cual nos exhorta y llama a la pelea; y no solamente no permitirá jamás que los que conspiran a tu perdición logren su intento, sino más bien combatirá por ti; y cuando será de su agrado, te dará la victoria con grande fruto y ventaja tuya, aunque te la dilate hasta el último día de tu vida.
Lo que desea, hija mía, y pide únicamente de ti, es que combatas generosamente, y que, aunque salgas herida muchas veces, no dejes jamás las armas ni huyas de la batalla. Finalmente, para excitarte a pelear con resolución y constancia, considerarás que esta guerra es inevitable y que es forzoso pelear o morir; porque tienes que luchar contra enemigos tan furiosos y obstinados, que no podrás tener jamás paz ni tregua con ellos.
Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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