La Delicadeza es hija de la Molicie.
Esta Delicadeza no es aquella Delicadeza pura y espiritual que busca la limpieza del alma, y se lastima con el menor polvo que la empaña. Consiste, al contrario, en un pulido refinamiento de exagerada sensualidad.
Los pretextos y los mimos forman un séquito; aún el aire que esta delicadeza funesta respira, tiene que ir embalsamado de suaves perfumes. Parece que hasta la luz lastima a este adelgazamiento satánico de la Delicadeza.
El amor propio, es decir, el enamoramiento y cuidado de sí mismo reina en la Delicadeza, en su mayor extensión.
Las almas y los cuerpos a quienes guarda el nicho dorado de la Delicadeza, merecen el Purgatorio, ¡y aún se exponen muchas veces al infierno!
Y sin embargo, el mundo y aún algunas religiones están llenas de tan pernicioso mal. Esta maldita delicadeza es tan fina, que no respeta lugar en donde suavísimamente no se introduzca.
¡Ay de las almas que de ella se dejan coger! Pueden contarse por desgraciadas, porque todo cuanto aleja de mi Cruz, aleja de Mí mismo; y el que de Mí se aleja, se pierde sin remedio.
Aborrezco a este lazo de Satanás cuanto soy capaz, es decir, infinitamente, pues sólo Yo puedo medir los daños sin número que causa en las almas.
La Delicadeza no existe en la vida espiritual. La razón es sencillamente porque allí no puede existir; es decir, no puede haber vida espiritual en donde ella reside: la una es enemiga de la otra y jamás pueden juntarse.
La Delicadeza huye de la Cruz, y la vida espiritual se abraza de ella; la Delicadeza aborece al Dolor en todas sus formas y la vida espiritual concreta en el Dolor su mayor dicha.
La Delicadeza se goza en los más finos placeres; la vida espiritual los odia y se aleja de ellos; la Delicadeza ama el Descanso y la inacción, la vida espiritual arde y se abraza en el vivo fuego del Amor activo, que nunca busca ni acepta descanso, porque su descanso está EN NO DESCANSAR. Ya verán si hay completa oposición en la Delicadeza, cómodona y emponzoñada y en la hermosa vida de amor y de sacrificio.
El remedio contra la delicadeza consiste en la total transformación del alma por medio de la propia crucifixión.
Aquí se necesita el completo escuadrón de las virtudes guerreras para matar toda propia condescendencia y debilidad del alma para consigo misma.
Solamente con este heroico valor y con la potencia formidable de semejantes virtudes, se podrá derrocar y destruir este suavísimo y edulcurado vicio que a tantas almas hunde en la eterna perdición.
Que las almas abran los ojos y contemplen en la Delicadeza el camino derecho para su eterna ruina, y en la Cruz el sendero recto para la eterna salvación.
El Dolor viene hoy a destruir a la Delicadeza, a arrojarla de su trono, a desenmascarar a Satanás, y a dar el grito de ¡alerta! a tantos miles y miles de almas engañadas y adormecidas con el embriagador licor de la Delicadeza.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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