Si nos hubiéramos apegado al Buen Maestro, con confianza tanto mayor cuanto más desesperada pareciese la situación, ningún mal nos sobrevendría... Habríamos caminado tranquilamente sobre las olas; habríamos llegado sin tropiezos al golfo tranquilo y seguro, y en breve habríamos reencontrado la soleada playa iluminada por la claridad celestial.
Los santos lucharon con las mismas dificultades que nosotros; muchos cometieron las mismas faltas. Pero, al menos, ellos no dudaron. Se levantaron sin tardanza, más humildes después de la caída, no contando en adelante sino con los socorros de lo Alto.
Conservaron en sus corazones la certeza absoluta de que, apoyados en Dios, podían todo. ¡Su confianza no los engañó! Transfórmense en almas que confían. Nuestro Señor los invita a ello; y vuestro interés así lo exige. Serán, al mismo tiempo, almas de paz y de luz.
P. Raymond de Thomas de Saint Laurent | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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