- De cuatro géneros de tentaciones con que nos asalta el demonio a la hora de la muerte; y primeramente de la tentación contra la fe, y el modo de resistirla. -
Con cuatro tentaciones peligrosas suelen principalmente asaltarnos nuestros enemigos en la hora de la muerte.
1- Con dudas sobre las cosas de la fe.
2- Con pensamientos de desesperación.
3- Con pensamientos de vanagloria.
4- Con diversos géneros de ilusiones de que estos espíritus de las tinieblas, transformándose en ángeles de luz, se sirven para engañarnos.
Por lo que respecta a la primera tentación, si el enemigo te propone algún razonamiento falso o argumento sofístico, guárdate de disputar con él. Conténtate solamente con decirle con una santa indignación: "Vete, maligno espíritu, padre de la mentira, que no te quiero escuchar; a mí me basta el creer cuanto cree la santa Iglesia católica romana".
No te detengas jamás en los pensamientos que te vengan sobre la fe; y aunque te parezcan favorables y verdaderos, arrójalos de ti como sugestiones del demonio, que por este medio pretende embarazarte y confundirte, empeñándote insensiblemente en la disputa. Por si tuvieras tan ocupado tu espíritu en estos pensamientos que no puedas repelerlos, procura mantenerte invariable y firme en creer lo que cree la santa Iglesia católica romana; y no escuches ni las razones ni las autoridades mismas de la Escritura que te alegará el enemigo; porque aunque te parezcan claras y evidentes, serán, no obstante, truncadas o mal citadas, o mal interpretadas.
Si el maligno espíritu (Apoc. XII) te preguntare: "¿Qué es lo que cree la Iglesia romana?", no le des ninguna respuesta; mas persuadiéndote que su intento no es otro que sorprenderte y seducirte sobre alguna palabra ambigua, forma solamente en general un acto interior de fe; y si quieres quebrantar su orgullo y aumentar su despecho, respóndele que la santa Iglesia romana cree la verdad; y si replicare: "¿cuál es esta verdad?", no le respondas otra cosa sino que es lo que la Iglesia cree.
Sobre todo, hija mía, procura tener tu corazón con la cruz, y di a tu divino Redentor: "Oh Creador y Salvador mío, socorredme presto, y no os apartéis de mí para que yo no me aparte de la verdad que Vos me habéis enseñado; y pues me habéis hecho la gracia de que haya nacido en vuestra Iglesia, hacedme también la de que yo muera en ella para vuestra mayor gloria".
Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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