Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

28.1.24

Oración a la bienaventurada Virgen María, y a nuestro ángel de la Guarda



Gloriosa Virgen María, que conservásteis y considerásteis continuamente en vuestro corazón las maravillas de la Gracia -la cual nos llegó a nosotros por vuestra fecundidad divina-, enseñadme a contemplar estos misterios y ayudadme en mis meditaciones, para que comprenda y sienta los beneficios de esa misma gracia y la enorme vileza de mis ingratitudes.

Y vos, ¡mi buen ángel de la guarda!, inspiradme y alcanzadme espíritu de devoción verdadera.

En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


Nota: también podemos aprovechar para encomendarnos a continuación a los santos y/o patronos de nuestra particular devoción.



27.1.24

Oración preparatoria para disponerse a estar en la presencia de Dios



Dios mío, creo firmemente que todo lo llenáis con vuestra presencia, y por consiguiente que estáis aquí, que me veis y me escucháis.

Me humillo ante Vos con profunda adoración, reconociéndome indignísimo de la honra de hablaros, y aún más de que os dignéis hablarle a mi alma -manchada por tantas culpas-. Pero, lleno de esperanza en vuestra misericordia infinita, os pido perdón de ellas pesándome el haberlas cometido, y clamando vuestro socorro para conseguir no volver a ofenderos más.

Yo os amo, mi Dios, pero aumentad en mí la fe y el amor hacia Vos, y suplid con vuestra bondad cuanto falte a mis disposiciones, a fin de que, por medio de la meditación y de la oración, aprenda a conocer vuestra voluntad, cumplir con mis deberes, satisfacer vuestros deseos en mí, y reparar mis culpas.

Estas gracias os pido por Jesucristo mi Redendor.

Amén.


Se concluye con la invocación al Espíritu Santo, para pedir su auxilio:

Venid, ¡oh Espíritu Santo! Encended mi corazón en vuestro santo fuego, y alumbrad mi entendimiento con la luz de vuestra verdad.



Nota: Esta oración es muy útil y recomendable para la práctica de la oración mental, diciéndola al inicio de la misma, en la fase de Preparación.


26.1.24

Método resumido sobre la forma de realizar la oración mental



La oración mental es una elevación y aplicación del espíritu y del corazón hacia Dios. Consta de tres partes:

- Preparación.
- Meditación.
- Conclusión.

Preparación.
La Preparación consiste en disponerse interiormente para el gran acto de la oración, por medio de algunos instantes de recogimiento.

Luego hay que ponerse en la presencia de Dios por un acto de fe, y rogarle se digne aceptarnos ante su divina majestad, supliendo con su misericordia lo que falte a nuestras disposiciones.

Se invoca fervorosamente al Espíritu Santo; se pide su asistente a la bienaventurada Virgen María, y después se lee detenidamente el asunto sobre el cual se quiere meditar.

No es, empero, de absoluta necesidad el realizar dicha lectura, pues aún sin el auxilio de un libro o de un texto puede uno escoger su asunto y representárselo vivamente. Por ejemplo: queriendo meditar sobre la muerte, me imagino hallarme ya en la última enfermedad, próximo al temible trance de la partida. O si me propongo que la meditación sea sobre la crucifixión del Señor, procuro transportarme con el pensamiento al monte Calvario, para formarme un cuadro de lo que allí pasó. Me represento al divino Redentor tendido sobre la cruz, a los verdugos inhumanos que se disponen a clavarlo en ella, a la santa Madre presenciando el sangriento espectáculo, a los soldados y el populacho burlándose, etc. etc.

25.1.24

Oración para alcanzar gracias (compuesta por Santa Gemma Galgani)



Aquí me tenéis postrada a vuestros pies santísimos, mi querido Jesús, para manifestaros en cada instante mi reconocimiento y gratitud por tantos y tan continuos favores como me habéis otorgado, y que todavía queréis concederme.

Cuantas veces os he invocado, ¡oh Jesús!, me habéis dejado siempre satisfecha; he recurrido a menudo a Vos, y siempre me habéis consolado.

¿Cómo podré expresaros mis sentimientos, amado Jesús?

Os doy gracias..., pero otra gracia quiero de Vos, ¡oh Dios mío!, si es de vuestro agrado y para bien de mi alma (manifestamos ahora la gracia que se desea alcanzar).

Si no fuerais todopoderoso, no os haría esta súplica. ¡Oh Jesús!, ¡tened piedad de mí, y hágase siempre y en todo vuestra santísima voluntad!

Amén.

(Padrenuestro, Avemaría y Gloria).

24.1.24

Espiración espiritual



[Nota: Se puede rezar esta Espiración Espiritual tras el Testamento Espiritual, durante la última noche del último día de la Práctica de Preparación para la Muerte.]

Tomando en las manos un crucifijo, y con todo el fervor posible, se dirá:

He aquí, ¡Salvador mío!, he aquí esta alma, que es obra y propiedad vuestra, y que yo os rindo en tributo de amor por vuestros beneficios, y de arrepentimiento por mis ingratitudes. Teñida está en la sangre que por ella derramásteis en el monte Calvario, y así quiero exhalarla en el seno de vuestra misericordia.

(Ahora se besa en la sagrada efigie la llaga del costado).

Perdonadla, recibidla, porque en Vos ha creído, en Vos ha esperado, a Vos se entrega para siempre, ¡oh mi Creador y Redentor! ¡Vos sois toda la Esperanza mía!

Acoged esta pobre alma con el mismo amor con que la rescatásteis en la Cruz.

Amén.

(Se besa de nuevo la santa efigie, y después de un momento de recogimiento se reza un Padrenuestro, Avemaría y Gloria, por nuestra propia alma).

Requiescat in pace. Amen. (Descanse en paz. Amén).




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23.1.24

Testamento espiritual



[Nota: Se puede rezar este Testamento Espiritual durante la última noche del último día de la Práctica de Preparación para la Muerte.]

Creo en el misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo; tres persoans distintas y un sólo Dios verdadero.

Creo en el misterio de la Encarnación del Hijo, en las purísimas entrañas de la siempre Virgen María.

Creo en la sacratísima pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, por cuya virtud fuimos redimidos.

Creo, finalmente, cuanto cree y enseña la santa Iglesia católica, y declaro que quiero acabar mi vida en estas santas creencias.

Declaro así mismo -invocando por testigos a la gloriosa Virgen María del Monte Carmelo y a todos los santos, así como a los celestiales espíritus- que es mi última e irrevocable voluntad: morir por amor de mi divino Redentor, como por amor mío se dignó morir Él, y que teniendo presente la infinita bondad con que me constituyó heredero de todos sus merecimientos, su cuerpo y su sangre, le suplico a mi vez sea servido aceptar todo lo que hay en mí -aunque indignísimo de serle ofrecido- como humilde correspondencia de esta tan pobre cuanto obligada criatura.

¡Sí, mi buen Jesús!, yo os hago mi heredero universal de todo cuanto soy: entregándoos mi alma, mi cuerpo, mi vida, mi muerte, mi corazón, mi espíritu; y espero de vuestra inagotable misericordia habéis de recibirlos benignamente y poseerlo todo de mí perpetuamente.

Amén.




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