Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

14.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (178)



4. Mas para lograrse alcanzar la meta, aunque sean fuertes estos sufrimientos no por ello son más rápidos, porque duran algunos años. Entretando se superponen en medio ciertos altibajos y alivios, en que por dispensación de Dios, dejando esta contemplación oscura de embestir en forma y modo purgativo, embiste iluminativa y amorosamente y en esos instantes el alma, como si le hubieran dado salida de tales mazmorras y tales prisiones y la hubiesen puesto en recreación de esplendor y libertad, siente y gusta gran suavidad de paz y cercanía amorosa con Dios, con abundancia de una fácil comunicación espiritual.

Lo cual es al alma indicio de la salud que va en ella obrando la dicha purgación y pre-anuncio de la abundancia que la espera. Y aún esto se da en tal grado a veces, que le parece al alma que ya han concluido sus trabajos. Porque de esta cualidad son las cosas espirituales en el alma, cuando son más puramente espirituales, en donde las cuales, cuando son trabajos, le parece al alma que nunca ha de salir de ellos y que se le acabaron ya los bienes, como se ha visto por las escrituras alegadas. Y a su vez, cuando son bienes espirituales también le parece al alma que ya se acabaron sus males, y que no le faltarán ya los bienes, como David (Sal. 29, 7), viéndose en ellos, lo confesó diciendo: "Yo dije en mi abundancia: No me moveré para siempre".

5. Y esto ocurre debido a que la posesión actual de un contrario en el espíritu de suyo remueve la actual posesión y sentimiento del otro contrario, lo cual no sucede así en la parte sensitiva del alma, por ser débil de aprensión. Mas, como quiera que el espíritu aún no está aquí bien purgado y limpio de las afecciones que de la parte inferior tiene contraídas, aunque en cuanto espíritu no se mude, en cuanto está afectado con ellas se podrá mudar en penas, como vemos que después se mudó David (Sal. 29, 7), sintiendo muchos males y penas, aunque en el tiempo de su abundancia le había parecido y dicho que no se había de mover jamás. Así el alma, como entonces se ve actuada con aquella abundancia de bienes espirituales, no echando de ver la raíz de imperfección e impureza que todavía le queda piensa que ya se acabaron sus trabajos.

6. Mas este pensamiento ocurre las menos de las veces porque, hasta que está terminada de hacer la purificación espiritual, muy raras veces suele ser la comunicación suave tan abundante que le cubra la raíz que queda, de manera que deje el alma de sentir allá en el interior un no sé qué sobre lo que le falta o lo que está aún por hacer, que no le deja cumplidamente gozar de aquel alivio, sintiendo ella dentro como un enemigo suyo que, aunque está como sosegado y dormido, se recela que volverá a revivir y hacer de las suyas. Y así es que, cuando más segura está y menos se da cuenta, vuelve a tragar y absorber el alma en otro grado peor y más duro, oscuro y lastimero que el pasado, el cual dura otra temporada, por ventura más larga que la primera. Y aquí el alma otra vez viene a creer que todos los bienes están acabados para siempre, que no le basta la experiencia que tuvo del bien pasado que gozó después del primer trabajo en que también pensaba que ya no había más que penar, para dejar de creer en este segundo grado de aprieto que ya todo está acabado y que no volverá a gozar como la vez pasada. Porque, como digo, esta creencia tan confirmada se causa en el alma de la actual aprensión del espíritu, que aniquila en él todo lo que a ella es contrario.

7. Esta es la causa por la que los que yacen en el purgatorio padecen grandes dudas de que han de salir de allí jamás y de que se han de acabar sus penas. Porque, aunque habitualmente tienen las tres virtudes teologales, que son fe, esperanza y caridad, la actualidad que tienen del sentimiento de las penas y privación de Dios no les deja gozar del bien actual y consuelo de estas virtudes. Porque, aunque ellos echan de ver que quieren bien a Dios, no les consuela esto dado que les parece que no les quiere Dios a ellos ni que de tal cosa son dignos. Por contra, como se ven privados de Él y puestos en sus miserias, les parece que con lógica y mucha razón tienen por qué ser aborrecidos y desechados de Dios para siempre.

Y así, el alma situada en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a Dios y que daría mil vidas por Él (como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con mucha veracidad estas almas a su Dios), con todo no les es alivio esto, antes les causa más pena. Y es que, queriéndole ellas tanto hasta el punto en que no tienen otra cosa que les dé cuidado ni les preocupe, como se ven tan miserables no pudiendo creer que Dios las quiera a ellas ni que tienen ni tendrán jamás motivos por qué quererlas, sino antes encuentran muchos motivos y muestras de por qué ser aborrecidas no sólo de Él, sino de toda criatura para siempre, se duelen de ver en sí tantas causas por las cuales merezcan ser desechadas de quien ellas tanto quieren, anhelan y desean.


13.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (177)



CAPÍTULO 7
Continuación en la misma materia, respecto ahora a otras aflicciones y apuros de la voluntad.


1. Las aflicciones y apuros de la voluntad son aquí también inmensos y de manera que algunas veces traspasan al alma durante la súbita memoria de los males en los que se ve, con la incertidumbre de su remedio. Y se añade a esto la memoria de las prosperidades pasadas puesto que, habitualmente, quienes entran en esta noche han tenido muchos gustos en Dios y le han hecho muchos servicios, y esto les causa más dolor, puesto que ven que están ajenos de aquel bien y que ya no pueden entrar en él. Esto dice también Job (16, 13-17), puesto que lo experimentó, por aquellas palabras: "Yo, aquél que solía ser opulento y rico, de repente estoy deshecho y contrito; asióme la cerviz, quebrantóme y púsome como señuelo suyo para herir en mí; cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó en la tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió en mí como fuerte gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza mi carne; mi rostro se ha hinchado en llanto y cegándose mis ojos".

2. Tantas y tan graves son las penas de esta noche, y tantas referencias hay en la Escritura que a este propósito se podrían alegar, que nos faltaría tiempo y fuerzas escribiendo, porque sin duda todo lo que se puede decir es poco. Por las autoridades ya mencionadas se podrá barruntar algo de ello.

Y para ir concluyendo con este verso y dando a entender más lo que obra en el alma esta noche, diré lo que en ella siente Jeremías (Lm. 3, 1-20), la cual por ser tanto, lo dice y llora él con muchas palabras en esta manera: "Yo, varón, que veo mi pobreza en la vara de su indignación, hame amenazado, y trájome a las tinieblas, y no a la luz. ¡Tanto ha vuelto y convertido su mano sobre mí todo el día! Hizo vieja mi piel y mi carne, desmenuzó mis huesos; en rededor de mí hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en tenebrosidades me colocó, como muertos sempiternos. Cercó en rededor contra mí porque no salga, agravóme las prisiones. Y también, cuando hubiere clamado y rogado, ha excluido mi oración. Cerrádome ha mis salidas y vías con piedras cuadradas: desbaratóme mis pasos. Oso acechador es hecho para mí, león en escondrijos. Mis pisadas trastornó y desmenuzóme, púsome desamparado, extendió su arco, y púsome a mi como señuelo a su saeta. Arrojó a mis entrañas las hijas de su aljaba. Hecho soy para escarnio de todo el pueblo, y para risa y mofa de ellos todo el día. Llenándome ha de amarguras, embriagóme con absintio. Por número me quebrantó mis dientes, apacentóme con ceniza. Arrojada está mi alma de la paz, olvidado estoy de los bienes. Y dije: frustrado y acabado está mi fin y pretensión y mi esperanza del Señor. Acuérdate de mi pobreza y de mi exceso, del absintio y de la hiel. Acordarme he con memoria, y mi alma en mí se deshará en penas".

3. Todos estos llantos hace Jeremías sobre este trabajo, con los que dibuja muy vivamente las pasiones del alma en esta purgación y noche espiritual. Por lo cual una gran compasión conviene tener hacia el alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche porque, aunque le espera muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de nacer cuando, como dice Job (12, 22), cuando levantare Dios en el alma desde las tinieblas profundos bienes y convierta en luz la sombra de muerte, de manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz como fueron sus tinieblas. Sin embargo y con todo eso, sufre vívidamente debido a la inmensa pena con que está sufriendo y por la gran incertidumbre que tiene de su remedio pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David (Sal. 142, 3-4), que la colocó Dios en las oscuridades como lo están los muertos del siglo, angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su corazón. Con lo cual es de tenerle gran dolor y lástima.

Porque se añade a esto, a causa de la soledad y desamparo que en esta oscura noche se le produce, no hallar consuelo ni apoyo en ninguna doctrina ni en maestro espiritual puesto que, aunque por muchas vías le testifiquen las causas del consuelo que puede tener por los bienes que hay en estas penas, no lo puede creer. Esto es así debido a que ella está tan embebida e inmersa en aquel sentimiento de males en que ve tan claramente sus miserias que le parece que como quienes tratan de socorrerla no ven lo que ella ve y siente, no entendiéndola dicen aquello y, en vez de consuelo, antes recibe nuevo dolor, pareciéndole que no es aquél el remedio de su mal, y a la verdad así es. Porque hasta que el Señor acabe de purgarla de la manera que Él lo quiere hacer, ningún medio ni remedio le sirve ni aprovecha para su dolor. Y aún más, puesto que puede el alma tan poco en este estado como el que tienen aprisionado en una oscura mazmorra atado de pies y manos, sin poderse mover ni ver, ni sentir algún favor de arriba ni de abajo, hasta que aquí se humille, se someta y purifique el espíritu, y se ponga tan sutil y sencillo y tenue que pueda hacerse uno con el Espíritu de Dios, según el grado que Su Misericordia quisiere concederle de unión de amor, ya que conforme a esto es la purgación más o menos fuerte y de más o menos tiempo.


12.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (176)



CAPÍTULO 6
Sobre otras formas de pena que el alma padece en esta noche oscura.


1. La tercera forma de pasión y pena que el alma aquí padece es a causa de otros dos extremos, conviene a saber: divino y humano, que aquí se juntan.

El divino es esta contemplación purgativa, y el humano es el alma del sujeto. Y puesto que el divino incide a fin de renovarla para hacerla divina, desnudándola de las afecciones habituales y propiedades del hombre viejo con las cuales el alma está muy unida, conglutinada y conformada, de tal manera la desarma y la reordena en su sustancia espiritual, absorbiéndola en una profunda y honda tiniebla, que el alma se siente estar deshaciendo y derritiendo con la muestra y la vista de sus miserias en una muerte cruel de espíritu. Es como si hubiese sido tragada de una bestia y en su vientre tenebroso se sintiese estar digiriéndose, padeciendo estas angustias como Jonás (2, 1) en el vientre de aquella marina bestia. Porque en este sepulcro de oscura muerte la conviene estar para la espiritual resurrección que espera.

2. La manera de esta pasión y pena, aunque de verdad ella es extrema, la describe David (Sal. 17, 5-7) diciendo: "Me cercaron los gemidos de la muerte, los dolores del infierno me rodearon, en mi tribulación clamé".

Pero lo que esta doliente alma aquí más siente es el parecerle claro que Dios la ha desechado y, aborreciéndola, la ha arrojado en las tinieblas, que para ella es grave y lastimera pena creer que la ha dejado Dios. Esta experiencia también David, sintiéndola mucho en este caso, dice (Sal. 87, 6-8): "De la manera que los llagados están muertos en los sepulcros, dejados ya de tu mano, de los que no te acuerdas más, así me pusieron a mí en el lago más hondo e inferior en tenebrosidades y sombra de muerte, y está sobre mí confirmado tu furor, y todas tus olas descargaste sobre mí". Porque verdaderamente, cuando esta contemplación purgativa aprieta, sombra de muerte y gemidos de muerte y dolores de infierno siente el alma muy vivamente, los cuales consisten en sentirse sin Dios y castigada y arrojada e indigna de Él, y que está enojado. Todo ello se siente en este punto y aún más, hasta el extremo que le parece que ya es un penar para siempre.

3. Y el mismo desamparo siente de todas las criaturas y desprecio procedente de ellas, particularmente de los amigos. Que por eso prosigue luego David (Sal. 87, 9), diciendo: "Alejaste de mí mis amigos y conocidos, me tuvieron por abominación". Todo lo cual, como quien tan bien lo experimentó en el vientre de la bestia corporal y espiritualmente, el mismo Jonás (2, 4-7), lo testifica así: "Me arrojaste al profundo en el corazón de la mar, y la corriente me cercó; todos sus golfos y olas pasaron sobre mí y dije: arrojado estoy de la presencia de tus ojos; pero otra vez veré tu santo templo" - lo cual dice porque aquí purifica Dios al alma para ver al Señor - "me cercaron las aguas hasta el alma, el abismo me ciñó, el piélago me cubrió mi cabeza, a los extremos de los montes descendí; los cerrojos de la tierra me encerraron para siempre". Estos "cerrojos" se entienden aquí a este propósito por las imperfecciones del alma, que la impiden el gozar de esta sabrosa contemplación [La comparación de Jonás con el abandono y encarcelamiento del alma (nn. 1 y 3) y su referencia secreta a la cárcel toledana sufrida por el Santo (cf. carta 1ª), confirma que el simbolismo básico de la noche arranca genéticamente de la situación vivida por el Santo en Toledo, pero transportada espiritualmente a la secreta escala disfrazada del alma].

4. La cuarta forma de pena causa en el alma otra excelencia de esta oscura contemplación, que es a su vez la majestad y grandeza de ella. Y es que hace sentir en el alma otro extremo que hay en ella de íntima pobreza y miseria, siendo esta una de las principales penas que se padecen en esta purgación. Porque siente en sí un profundo vacío y pobreza de tres maneras de bienes que se ordenan al gusto del alma, que son temporal, natural y espiritual, viéndose puesta en los males contrarios, conviene a saber: miserias de imperfecciones, sequedades y vacíos de las aprensiones de las potencias y desamparo del espíritu en tiniebla. Que, por cuanto aquí purga Dios al alma según la sustancia sensitiva y espiritual y según las potencias interiores y exteriores, conviene que el alma sea puesta en vacío y pobreza y desamparo de todas estas partes, dejándola seca, vacía y en tinieblas, con el fin de que la parte sensitiva sea purificada en sequedad, y las potencias en su vacío de sus propias aprensiones, y el espíritu en tiniebla oscura.

5. Todo lo dicho hace Dios por medio de esta oscura contemplación, en la cual no sólo padece el alma el vacío y suspensión de estos apoyos naturales y aprensiones, que es un padecer muy tormentoso como si a uno le suspendiesen o detuviesen el aire dejándole sin respirar, mas también está purgando el alma, aniquilando y vaciando o consumiendo en ella, así como hace el fuego al orín y moho del metal, todas las afecciones y hábitos imperfectos que ha contraído durante toda la vida. Y puesto que por estar estos hábitos muy arraigados en la sustancia del alma, sobrepadece grave deshacimiento y tormento interior, además de la dicha pobreza y vacío natural y espiritual, con lo que se hace patente aquí lo escrito en Ezequiel: "Juntaré los huesos, y los encenderé en el fuego, se consumirán las carnes y toda la composición se cocerá, y se desharán los huesos" (Ez. 24, 10). En lo cual se entiende la pena que padece en el vacío y pobreza de la sustancia del alma sensitiva y espiritual. Y sobre esto dice luego (24, 11): "Ponedla también así vacía sobre las ascuas, para que se caliente y se derrita su metal, y se deshaga en medio de ella su inmundicia y sea consumido su moho". En lo cual se da a entender la grave pasión que el alma aquí padece en la purgación del fuego de esta contemplación, pues dice el profeta que para que se purifiquen y deshagan las impurezas de las afecciones que están en medio del alma es menester en cierta manera que ella misma se aniquile y se deshaga, según estén en ella de naturalizadas estas pasiones e imperfecciones.

6. De todo ello, para que en esta fragua se purique el alma como el oro en el crisol, según el Sabio dice (Sab. 3,6), siente este gran desmenuzamiento en la misma sustancia del alma, con extremada pobreza, en cuyo proceso se siente como acabando, como se puede ver por lo que a este propósito dijo David (Sal. 68,2-4) por estas palabras, clamando a Dios: "Sálvame, Señor, porque han entrado las aguas hasta el alma mía; fijado estoy en el limo del profundo, y no hay donde me sustente; vine hasta el profundo del mar, y la tempestad me anegó; trabajé clamando, se enronquecieron mis gargantas, desfallecieron mis ojos en tanto que espero en mi Dios".

En este proceso Dios humilla mucho al alma para ensalzarla mucho también después y, si Él no ordenase que estos sentimientos, cuando se avivan en el alma, se adormeciesen presto, el alma moriría muy en breves días. Sin embargo son intercalados los ratos en que se siente su íntima viveza. Lo cual algunas veces se siente tan a lo vivo, que le parece al alma que ve abierto el infierno y la perdición. Porque de éstos son los que de veras descienden al infierno viviendo (Sal. 54,16), pues aquí se purgan a la manera que allí, puesto que al fin y al cabo esta purgación es la que allí se había de hacer (nota del actualizador: según las experiencias del Purgatorio, aquí podría también sustituirse el término "infierno" por "purgatorio", dado que en el primero las penas no tienen final, como sí lo tienen en el purgatorio y, obviamente, también en esta noche contemplativa. En la siguiente frase se nos aclara mejor este punto, ya que vemos cómo el Santo se refiere al purgatorio, ya que del infierno no se sale una vez que el alma condenada entre en él, tal y como nos enseña la Iglesia). Y así el alma que por aquí pasa, o no entra en aquel lugar, o se detiene allí muy poco, porque aprovecha más una hora aquí que muchas allí.


11.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (175)



5. Cuanto a lo primero, debido a que la luz y sabiduría de esta contemplación es muy clara y pura y el alma en que ella impacta está oscura e impura, da como resultado que el alma pena mucho recibiéndola en sí, como cuando los ojos están dañados, impuros y enfermos, y se ven desbordados del deslumbramiento de la clara luz, con lo cual reciben pena.

Y esta pena en el alma, a causa de su impureza, es inmensa cuando de veras es embestida de esta divina luz, porque impactando en el alma esta luz pura a fin de expeler la impureza del alma se siente el alma tan impura y miserable que le parece estar Dios contra ella y que ella está hecha contraria a Dios. Lo cual es de tanto sentimiento y pena para el alma, porque le parece aquí que la ha arrojado Dios de sí, el cual era uno de los mayores disgustos que sentía Job (7, 20) cuando Dios le tenía en este ejercicio, diciendo: "¿Por qué me has puesto contrario a ti, y soy grave y pesado para mí mismo?". Y es que viendo el alma claramente aquí por medio de esta pura luz, aunque a oscuras, su impureza, conoce claro que no es digna de Dios ni de criatura alguna. Y lo que más le entristece es que piensa que nunca lo será, y que ya se le acabaron sus bienes. Esto le causa también pesadumbre por la profunda inmersión que tiene de la gente en el conocimiento y sentimiento de sus males y miserias, porque aquí se las muestra todas al entendimiento esta divina y oscura luz, y de modo que vea claro cómo de suyo propio no podría tener ya otra cosa que miserias. Podemos entender en este sentido aquellas palabras de David (Sal. 38, 12): "Por la iniquidad corregiste al hombre, e hiciste deshacer y consumirse su alma; como la araña se desentraña" (nota del actualizador: dado que en la tradición Septuaginta/Vulgata el salmo 9 y el 10 del hebreo forman uno solo, a partir del 11 todos los salmos tienen un número menos que la numeración hebrea, de manera que este salmo correspondería al 39 actual que, en la traducción Reina-Valera de 1960 se leería de la siguiente manera: "Con castigos por el pecado corriges al hombre, y deshaces como polilla lo más estimado de él").

6. La segunda manera en que pena el alma es a causa de su flaqueza natural, moral y espiritual porque, como esta divina contemplación embiste en el alma con cierta fuerza al fin de irla robusteciendo y amansando, de tal manera infiere en su flaqueza que poco menos se siente desfallecer, particularmente algunas veces cuando con cierta intensidad embiste. Y es que el sentido y el espíritu, así como si estuviese debajo de una inmensa y oscura carga, está penando y agonizando tanto que tomaría por alivio y recompensa el morir. Lo cual habiendo experimentado el profeta Job (23, 6), decía: "No quiero que trate conmigo con mucha fortaleza, para que no me oprima con el peso de su grandeza".

7. En la fuerza de esta opresión y peso se siente el alma tan ajena de ser favorecida y agraciada que le parece, y así es, que aun en lo que solía hallar algún apoyo se acabó junto con todo lo demás, y que no hay quien se compadezca de ella. A cuyo propósito dice también Job (19, 21): "Compadeceos de mí, a lo menos vosotros mis amigos, porque me ha tocado la mano del Señor".

¡Cosa de gran maravilla y también lástima que sea aquí tanta la flaqueza e impureza del alma que, siendo la mano de Dios de suyo tan blanda y suave, la sienta el alma aquí tan pesada, contundente y contraria, y con todo aún sin colisionar ni asentarse con todo su peso, sino solamente tocando, y eso misericordiosamente, pues lo lleva a cabo a fin de hacer favores al alma y no de castigarla!


10.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (174)




CAPÍTULO 4

Se muestra la primera estrofa y su explicación.


Estrofa 1ª:

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.


Explicación
1. Entendiendo ahora esta estrofa respecto de la purgación contemplativa, o desnudez y pobreza de espíritu (puesto que en ese sentido todo ello, llegados a este punto, es casi una misma cosa), la podemos aclarar de esta manera, en donde el alma dice así:

En pobreza, desamparo y desapego de todas las aprensiones de mi alma, esto es, en oscuridad de mi entendimiento y aprieto de mi voluntad, en afición y angustia acerca de la memoria, dejándome a oscuras en pura fe (la cual es noche oscura para las mencionadas potencias naturales), sólo la voluntad tocada de dolor y aflicciones y ansias de amor de Dios, salí de mí misma, esto es, de mi bajo modo de entender, y de mi débil forma de amar, así como de mi pobre y escasa manera de gustar de Dios, sin que la sensualidad ni el demonio me lo estorben.

2. Lo cual fue una gran dicha y buena ventura para mí porque, en terminando de aniquilarse y sosegarse las potencias, pasiones, apetitos y afecciones de mi alma, con los que bajamente sentía y gustaba de Dios, salí del trato y de mis operaciones de formas humanas a la operación y el trato de Dios, es a saber:

Mi entendimiento salió de sí, volviéndose de humano y natural en divino porque, uniéndose por medio de esta purgación con Dios, ya no entiende por su vigor y luz natural, sino por la divina Sabiduría con que se unió.

Y mi voluntad salió de sí, haciéndose divina porque, unida con el divino amor, ya no ama bajamente con su fuerza natural, sino con fuerza y pureza del Espíritu Santo, y así la voluntad no obra humanamente en cuanto a Dios. Y, ni más ni menos, la memoria se ha trocado en aprensiones eternas de gloria.

Y, finalmente, todas las fuerzas y afectos del alma, por medio de esta noche y purgación del viejo hombre, todas se renuevan en temples y deleites divinos.

Se continúa ahora con el verso:

En una noche oscura.


CAPÍTULO 5
Se comienza a explicar respecto a ese verso, y cómo esta contemplación oscura no sólo es noche para el alma, sino también pena y tormento


1. Esta noche oscura es una influencia de Dios en el alma, que la purga de sus ignorancias e imperfecciones habituales, naturales y espirituales, que llaman los contemplativos contemplación infusa o mística teología, en que de secreto enseña Dios al alma y la instruye en perfección de amor, sin ella hacer nada ni entender cómo ocurre semejante transformación. Esta contemplación infusa, por cuanto es sabiduría de Dios amorosa, hace dos principales efectos en el alma, porque la dispone purgándola e iluminándola para la unión de amor de Dios. De donde la misma sabiduría amorosa que purga los espíritus bienaventurados ilustrándolos es la que aquí purga al alma y la ilumina.

2. Pero podría surgir la duda: ¿por qué, pues es lumbre divina que, como decimos, ilumina y purga el alma de sus ignorancias, la llama aquí el alma "noche oscura"? A lo cual se responde que por dos cosas es esta divina Sabiduría no sólo noche y tiniebla para el alma, mas también pena y tormento. La primera es debido a la superioridad de la Sabiduría divina, que excede al talento del alma, y de esta manera le parece tiniebla. La segunda, es pena y tormento por la bajeza e impureza del alma humana, y de esta manera le es penosa y aflictiva, y también oscura [Incide aquí el Santo con los principios en que se basa su doctrina de la noche oscura. Pueden reducirse al clásico axioma de los dos contrarios que no caben en un sujeto: Dios con su pureza no puede conjugarse con la miseria del hombre, puesto que necesariamente chocan, y debe realizarse una adaptación radical. Son principios repetidos o supuestos habitualmente].

3. Para probar la primera conviene suponer cierta doctrina de Aristóteles, que dice que cuanto las cosas divinas son en sí más claras y manifiestas, tanto más son al alma natural oscuras y ocultas. De la misma manera que la luz, cuanto más clara es, tanto más ciega y oscurece la pupila de la lechuza [el Santo llama a Aristóteles "el Filósofo" (con mayúsculas), al que recurre para demostrar su teoría y probar la incompatibilidad entre la luz divina y la capacidad humana; el exceso de luz natural ciega la vista del cuerpo, mientras que el exceso de luz interior ciega la de las potencias del alma], y cuanto el sol se mira más directamente, tanto más tinieblas causa a la potencia visiva y la priva, excediéndola por su flaqueza.

De donde, cuando esta divina luz de contemplación embiste en el alma que aún no está ilustrada totalmente, le hace parecer tinieblas espirituales, porque no sólo la excede sino que también la priva y oscurece el acto de su inteligencia natural. Precisamente por esta causa san Dionisio y otros místicos teólogos llaman a esta contemplación infusa "rayo de tiniebla", conviene a saber: tiniebla para el alma no ilustrada y purgada, porque de su gran luz sobrenatural es vencida la fuerza natural intelectiva y privada (es decir, personal).

Por lo cual David (Sal. 96, 2) también dijo que cerca de Dios y alrededor de Él está oscuridad y nube, no porque en sí ello sea de esa manera, sino desde el punto de vista de nuestros débiles entendimientos, que en tan inmensa luz se oscurecen y quedan ofuscados, no alcanzando a ver la magnitud de la luz divina. También por ello el mismo David (Sal. 17, 13) lo declaró luego, diciendo: "Por el gran resplandor de su presencia se atravesaron nubes", es a saber, entre Dios y nuestro entendimiento. Y ésta es la causa por la que, en derivando de sí Dios este esclarecido rayo de su sabiduría secreta hacia el alma que aún no está transformada, le hace tinieblas oscuras en el entendimiento.

4. Y que esta oscura contemplación también le sea al alma penosa en estos inicios es algo claro porque, como esta divina contemplación infusa tiene muchas excelencias en extremo buenas y el alma que las recibe, por no estar purgada, tiene muchas miserias también en extremo malas, de aquí es que, no pudiendo caber dos contrarios en el mismo sujeto del alma, de necesidad haya de penar y padecer el alma, siendo ella el sujeto o el terreno en el que contra sí se ejercitan y pugnan estos dos contrarios, haciendo los unos contra los otros por razón de la purgación que de las imperfecciones del alma por medio de esta contemplación se realiza. Lo cual probaremos por inducción en esta manera.