Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

4.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (169)



5. Hay otro provecho muy grande en esta noche para el alma, y es que se ejercita en las virtudes en conjunto, como en la paciencia y longanimidad, que se mejoran bien en estos vacíos y sequedades al sufrir perseverando en los espirituales ejercicios sin consuelo y sin gusto. Se ejercita también la caridad de Dios, pues ya no por el gusto atraído y saboreado que halla en la obra es la persona movida, sino sólo por Dios. Ejercita aquí también la virtud de la fortaleza, porque en estas dificultades y sinsabores que halla en el obrar saca fuerzas de sus flaquezas, y así se hace fuerte. Y, finalmente, en todas las virtudes, así teologales como cardinales y morales, corporal y espiritualmente se ejercita el alma en estas sequedades.

6. Y sobre que en esta noche consigue el alma estos cuatro provechos que ya hemos dicho, conviene a saber: delectación de paz, ordinaria memoria y solicitud de Dios, limpieza y pureza del alma y el ejercicio de virtudes que acabamos de decir, lo menciona David (Sal. 76, 4), como lo experimentó él mismo estando en esta noche, por estas palabras: "Mi alma desechó las consolaciones, tuve memoria de Dios y hallé consuelo y me ejercité, y desfalleció mi espíritu". Y luego dice (v. 7): "Y medité de noche con mi corazón, y me ejercitaba, y barría y purificaba mi espíritu", eso es, de todas las afecciones.

7. Acerca de las imperfecciones de los otros tres vicios espirituales que allí dijimos que son la ira, envidia y acidia o hastío, también en esta sequedad del apetito se purga el alma y adquiere las virtudes a ellas contrarias puesto que, moldeable y humillada por estas sequedades y dificultades y otras tentaciones y trabajos en que entre las introspecciones de esta noche Dios la ejercita, se hace mansa para con Dios y para consigo, así como también para con el prójimo. Por lo tanto ya no se enoja con alteración sobre las faltas propias contra sí misma, ni sobre las ajenas contra el prójimo, ni acerca de Dios trae disgusto y querellas descomedidas porque no le hace pronto lo bueno que desea.

8. Respecto de la envidia, también aquí tiene caridad con los demás porque, si alguna vez sufre envidia, no es viciosa como antes solía cuando le daba pena que otros fuesen a él preferidos y que le llevasen la ventaja, puesto que ya aquí se la tiene mostrada y se da cuenta que los otros son mejores que ella misma, al verse tan miserable como se ve. Y así es que la envidia que tiene, si la tiene, es virtuosa, deseando imitarlos en sus obras y aspectos buenos, lo cual es mucha virtud.

9. Las acidias, hastíos y tedios que aquí tiene de las cosas espirituales tampoco son viciosas como antes, puesto que aquéllos procedían de los gustos espirituales que a veces tenía y pretendía tener cuando no los hallaba. Sin embargo estos otros tedios no proceden de esta flaqueza del gusto, porque se la tiene Dios retirada respecto a todas las cosas, al situarla en esta purgación del apetito.

10. Además de estos provechos que mencionamos, otros innumerables se consiguen por medio de esta seca contemplación. Porque en medio de estas sequedades y aprietos muchas veces, cuando menos se piensa, comunica Dios al alma suavidad espiritual y amor muy puro y noticias espirituales, a veces muy delicadas, cada una de mayor provecho y valor que cuanto antes gustaba, aunque sin embargo el alma al principio no piensa así, porque es muy delicada la influencia espiritual que aquí se da, y por ello no la percibe el sentido.

11. Finalmente, por cuanto aquí el alma se purga de las afecciones y apetitos sensitivos consigue libertad de espíritu, por lo que se van granjeando los doce frutos del Espíritu Santo. También aquí admirablemente se libra de las manos de los tres enemigos: mundo, demonio y carne porque, apagándose el sabor y gusto sensitivo acerca de las cosas mundanas y materiales, no tiene el demonio, ni el mundo, ni la sensualidad armas ni fuerzas contra el espíritu.

12. Estas sequedades hacen, pues, al alma andar con pureza en el amor de Dios, puesto que ya no se mueve a obrar por el gusto, fruto y sabor de la obra, como por ventura lo hacía cuando gustaba, sino sólo por dar gusto a Dios. Se hace el alma no presumida ni glotona ni harta, como por ventura en el tiempo de la prosperidad solía, sino recelosa y temerosa de sí misma, no teniendo en sí satisfacción ninguna, en lo cual está el santo temor que conserva y aumenta las virtudes. Apaga también esta sequedad las concupiscencias y bríos naturales, como también hemos dicho porque aquí, si no es el gusto que de suyo Dios le infunde algunas veces, muy raramente halla gusto y consuelo sensible por su diligencia en alguna obra y ejercicio espiritual, como ya se ha dicho.

13. Le crece también en esta noche de sequedades el cuidado de Dios y las ansias por servirle porque, como se le van secando las fuentes de la sensualidad con las que sustentaba y surgían los apetitos tras los que iba, sólo queda patente y desnudo el ansia de servir a Dios, que es cosa para Dios muy agradable pues, como dice David (Sal. 50, 19), el espíritu atribulado es sacrificio para Dios.


3.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (168)



CAPÍTULO 13
Se explican otros provechos que causa en el alma esta noche oscura del sentido.


1. Acerca de las imperfecciones que en la avaricia espiritual tenía, en que codiciaba unas y otras cosas espirituales y nunca se veía satisfecha el alma de unos y otros ejercicios debido a la codicia del apetito y gusto que hallaba en ellos, ahora en esta noche seca y oscura anda bien reformada porque, como no halla el gusto y sabor que solía (más bien halla en ella sinsabor y trabajo), con tanta templanza usa de los elementos espirituales que por ventura lo que perdía largamente en el anterior estado, ahora es más difícil echarlo a perder. Aunque a los que Dios pone en esta noche comúnmente les da humildad y prontitud -ciertamente puede que con sinsabor-, tiene su fin en que sólo por Dios hagan aquello que se les manda, y no deteniéndose en muchas cosas al no encontrar agrado en ellas.

2. Respecto a la lujuria espiritual también se ve claro que, por esta sequedad y sinsabor de sentido que halla el alma en las cosas espirituales se librará de aquellas impurezas que allí mencionamos pues, comúnmente, ya dijimos que procedían del gusto que proveniente del espíritu redundaba en el sentido.

3. Sobre las imperfecciones de las que se libra el alma en esta noche oscura acerca del cuarto vicio, que es el de la gula espiritual, se pueden ver allí - aunque no están mostradas todas, puesto que son innumerables-. Por lo tanto aquí no las referiré, porque querría ya concluir con esta noche para pasar a la otra, de la cual tenemos que dar importante palabra y doctrina.

Baste, para entender los innumerables provechos que además de los dichos gana el alma en esta noche acerca de este vicio de la gula espiritual, decir que de todas aquellas imperfecciones que allí quedan dichas se libra, y de otros muchos y mayores males y feas abominaciones que, como digo, allí no están escritas, en que vinieron a dar muchos de los que hemos tenido experiencia, por no tener ellos reformado el apetito en esta golosina espiritual. Porque, como Dios en esta seca y oscura noche en que pone al alma tiene refrenada la concupiscencia y echado el freno del apetito de manera que no se puede cebar de ningún gusto ni sabor sensible de cosa de arriba ni de abajo (y esto lo va continuando de tal manera que queda incrustada en el alma, reformada y frenada según la concupiscencia y apetito), pierde la fuerza de las pasiones y concupiscencia y se hace en ese aspecto estéril, no usándose el gusto, lo mismo que cuando se cesa de sacar leche de la ubre se secan los conductos lácteos y finaliza su producción. Y, atrofiados de esta manera los apetitos del alma se consigue, además de las ventajas mencionadas, admirables provechos por medio de esta sobriedad espiritual. La razón es que, apagados los apetitos y concupiscencias, vive el alma en paz y tranquilidad espiritual, ya que donde no reina apetito y concupiscencia no hay perturbación, sino paz y consuelo de Dios.

4. Surge de aquí otro segundo provecho, y es que no trae a la mente una ordinaria memoria de Dios, con temor y recelo de volver atrás en el camino espiritual, como hemos dicho. Éste es un beneficio muy grande, siendo a su vez sin embargo de los menores en esta sequedad y purgación del apetito, ya que se purifica el alma y limpia de las imperfecciones que se le adherían por medio de los apetitos y afecciones contaminantes, que de suyo embotan y ofuscan el ánima.


2.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (167)



4. Y así nos conviene notar otro excelente provecho que hay en esta noche y sequedad del sensitivo apetito, pues hemos venido a dar con él, y es: que en esta noche oscura del apetito (puesto que se verifica lo que dice el profeta (Is. 58, 10), es a saber: "Lucirá tu luz en las tinieblas"), alumbrará Dios al alma, no sólo dándole conocimiento de su bajeza y miseria, como hemos explicado, sino también de la grandeza y excelencia de Dios. Porque puesto que apagados los apetitos y gustos y apoyos sensibles, queda limpio y libre el entendimiento para comprender la verdad (porque el gusto sensible y apetito, aunque sea de cosas espirituales, ofusca y aprisiona al espíritu) y, además también que ese apagamiento y sequedad del sentido ilustra y aviva el entendimiento, como dice Isaías (28,19), con la vejación hace entender Dios cómo en el alma vacía y desprendida, que es lo que se requiere para su divina influencia, sobrenaturalmente por medio de esta noche oscura y seca de contemplación la va instruyendo en su divina sabiduría, lo cual por los agrados y gustos primeros no hacía, como ya se explicó.

5. Esto da muy bien a entender el mismo profeta Isaías (28,9), diciendo: "¿A quién enseñará Dios su ciencia y a quién hará oír su audición? A los destetados" -dice- "de la leche, a los desarrimados de los pechos", en lo cual se da a entender que para que actúe esta divina influencia no es por la disposición de la leche primera de la suavidad espiritual, ni el arrimo del pecho de los sabrosos discursos de las potencias sensitivas que gustaba el alma, sino el carecer de lo uno y desapego de lo otro, por cuanto para oír a Dios le conviene al alma estar muy en pie y desprendida, según el afecto y sentido, como de sí lo dice el profeta (Hab. 2, 1): "Estaré en pie sobre mi custodia" -esto es, separado del apetito- "y afirmaré el paso", esto es, no discurriré con el sentido, "para contemplar" esto es, para entender "lo que de parte de Dios se me alegare". De manera que ya tenemos que de esta noche seca sale conocimiento de sí primeramente, y de esto, como de su fundamento, sale lo otro, o sea el conocimiento de Dios. Que por eso decía san Agustín a Dios: "Conózcame yo, Señor, a mí, y conocerte he a ti". Porque, como dicen los filósofos, un extremo se conoce bien por el otro [axioma filosófico del "contrariorum eadem est ratio"].

6. Y para probar más claramente la eficacia que tiene esta noche sensitiva en su sequedad y desnudez para ocasionar la luz que de Dios decimos recibir aquí el alma, alegaremos aquella autoridad de David (Sal. 62, 3) en que da bien a entender la gran virtud que tiene esta noche para este alto conocimiento de Dios. Dice, pues, así: "En la tierra desierta, sin agua, seca y sin camino parecí delante de ti para poder ver tu virtud y tu gloria". Lo cual es cosa admirable. No da aquí a entender David que los deleites espirituales y los muchos gustos que él había tenido le fuesen disposición y medio para conocer la gloria de Dios, sino las sequedades y desnudeces de la parte sensitiva, que se entiende aquí por la tierra seca y desierta. Tampoco dice que los conceptos y discursos divinos, de los que él había usado mucho, fuesen camino para sentir y ver la virtud de Dios, sino el no poder fijar el concepto en Dios, ni caminar con el discurso de la consideración imaginaria, que se entiende aquí por la tierra sin camino. De manera que, para conocer a Dios y a sí mismo, esta noche oscura es el medio con sus sequedades y vacíos, aunque no con la plenitud y abundancia que nos ofrece la otra del espíritu, porque este conocimiento es como principio de la otra (nota del actualizador: semejante a una ascendencia de grados; esta noche oscura es elevada, pero la noche oscura del espíritu lo es más aún).

7. Saca también el alma en las sequedades y vacíos de esta noche del apetito humildad espiritual, que es la virtud contraria al primer vicio capital que dijimos ser soberbia espiritual. Por esta humildad, que adquiere por el dicho conocimiento de sí mismo, se purga de todas aquellas imperfecciones en que caía acerca de aquel vicio de soberbia en el tiempo de su prosperidad. Porque, como se ve tan seca y miserable, ni aun por una primera impresión le parece que va mejor que los otros, ni que les lleva ventaja, como antes hacía. Más bien, por el contrario, conoce que los otros van mejor y progresan más (nota del actualizador: aunque de virtudes no estén mejor, puede que progresen más en su propio camino; no a todos exige Dios lo mismo, ni reparte los mismos dones y gracias. Lo íntimo del corazón, en el fondo y al fin, sólo el Señor lo conoce).

8. Y de aquí nace el amor del prójimo, porque los estima y no los juzga como antes solía cuando se veía a sí mismo con mucho fervor y a los otros no. Sólo conoce su miseria y la tiene delante de los ojos: tanto, que no la deja ni da lugar para poner los ojos en nadie, lo cual admirablemente David, estando en esta noche, manifiesta, diciendo: "Enmudecí y fui humillado y tuve silencio en los bienes y renovóse mi dolor" (Sal. 38, 3). Esto dice porque le parecía que los bienes de su alma estaban tan caducos, que no solamente no había ni hallaba motivos ni vocabulario para hablar de ellos, mas acerca de los ajenos también enmudeció con el dolor del conocimiento de su propia miseria (nota del actualizador: el conocimiento de nuestra escasez, pequeñez e indigencia nos espanta tanto y nos aniquila, que anula cualquier juicio a los demás, dado que con todas nuestras miserias y todo lo que tenemos que corregir somos conscientes de que tenemos bastante para no dar a basto en detenernos en las ajenas, habida cuenta además que ni las nuestras somos capaces de superar y mejorar).

9. Aquí también se hacen sujetos y obedientes quienes transitan en este camino espiritual ya que, como se ven tan miserables, no sólo oyen a los que les enseñan (nota del actualizador: es decir, sus maestros, guías, confesores...), mas aun desean que cualquiera los encamine y diga lo que deben hacer, quitándoseles la presunción afectiva (nota del actualizador: gusto por los afectos, o sea, por las adulaciones de los demás) que en la prosperidad a veces tenían. Y, finalmente, de camino se les barren todas las demás imperfecciones que notamos allí respecto a este vicio primero que es la soberbia espiritual.


1.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (166)



CAPÍTULO 12
Se explican los provechos que causa en el alma esta noche oscura.


1. Esta noche y purgación del apetito, dichosa para el alma, tantos bienes y provechos hace en ella (aunque a ella antes le parece, como hemos dicho, que se los quita), que así como Abraham hizo gran fiesta cuando quitó la leche a su hijo Isaac (Gn. 21,8), se gozan en el cielo de que ya saque Dios a esta alma de pañales, de que la baje de los brazos, de que la haga andar por su propio pie, de que también, quitándola el pecho de la leche y blando y dulce manjar de niños, la haga comer pan con corteza, y que comience a gustar el manjar de adultos robustos, que en estas sequedades y tinieblas del sentido se comienza a dar al espíritu mediante la contemplación infusa de la que ya hemos hablado, tras quedarse vacío y seco de las apetencias del sentido.

2. Y éste es el primero y principal provecho que causa esta seca y oscura noche de contemplación: el conocimiento de sí y de su miseria. Porque, aparte de que todas las gracias y favores que Dios hace al alma ordinariamente las hace envueltas en este conocimiento, estas sequedades y vacío de la potencia respecto de la abundancia que antes sentía y la dificultad que halla el alma en las cosas buenas la hacen conocer dentro de sí la bajeza y miseria que en el tiempo de su prosperidad no alcanzaba a ver.

De esto hay buena figura en el Exodo (33, 5) donde, queriendo Dios humillar a los hijos de Israel y que se conociesen les mandó quitar y desnudar el traje y atavío festival con que ordinariamente andaban engalanados en el desierto, diciendo: "Ahora ya de aquí en adelante despojaos del ornato festival y poneos vestidos comunes y de trabajo, para que sepáis el tratamiento que merecéis", lo cual es como si dijera: "Por cuanto el traje que traéis, por ser de fiesta y alegría, os ocasionáis a no sentir de vosotros tan bajamente como vosotros sois, quitaos ya ese traje, para que de aquí en adelante, viéndoos vestidos de vilezas, conozcáis que no merecéis más y quién sois vosotros". De donde se nos muestra entonces la verdad, que el alma antes no conocía, de su miseria: porque en el tiempo que andaba como de fiesta, hallando en Dios mucho gusto y consuelo y apoyo, se encontraba más satisfecha y contenta por parecerle que en algo servía a Dios. Y es que con todo eso, aunque entonces esta sensación y realidad expresamente no las tuviera en sí, a lo menos en la satisfacción que halla en el gusto se le asienta algo de ello, mientras que ya vestida con el otro traje de trabajo, de sequedad y desamparo, oscurecidas sus primeras luces, tiene más de veras una mayor inteligencia sobre esta tan excelente y necesaria virtud del conocimiento propio, no teniéndose ya en nada ni buscando satisfacción ninguna de sí misma, porque ve que de suyo no hace nada ni puede hacer nada.

Y esta poca satisfacción de sí y desconsuelo que tiene de que no sirve a Dios, tiene y estima Dios en más que todas las obras y gustos primeros que tenía el alma y que el alma lograba, por más que ellos fuesen, por cuanto en ellos se ocasionaba lugar para muchas imperfecciones e ignorancias. Y respecto a este vestido de sequedad no sólo aporta lo que hemos dicho, sino también los provechos que ahora diremos, y muchos más que se quedarán por decir, los cuales nacen de este estado como de su fuente y origen, dado que proceden del conocimiento de la realidad que es uno mismo.

3. Fruto del conocimiento de éste su estado, le surge al alma una forma de tratar con Dios más comedida y con más cortesía, que es lo que siempre ha de tener el trato con el Altísimo, lo cual en la prosperidad de su gusto y consuelo no hacía, dado que aquel sabor gustoso que sentía hacía ser al apetito acerca de Dios algo más atrevido de lo que bastaba, así como descortés y mal mirado. Como le ocurrió a Moisés (Ex. 3, 2-6): cuando sintió que Dios le hablaba, cegado de aquel gusto y apetito, sin más consideración se atrevía hasta avanzar y acercarse, si no le mandara Dios que se detuviera y descalzara. Por lo cual se denota el respeto y discreción en desnudez de apetito con que se ha de tratar con Dios, en lo cual, cuando obedeció en esto Moisés, quedó tan puesto en razón y tan advertido que dice la Escritura que no sólo no se atrevió a llegar, más que ni aun siquiera osaba considerar mirar y se cubrió el rostro, puesto que quitados los zapatos de los apetitos y gustos conocía su miseria en sumo grado delante de Dios, porque así le convenía para oír la palabra del Señor.

Como también la disposición que dio Dios a Job para hablar con Él, no fueron aquellos deleites y glorias que el mismo Job allí refiere que solía tener en su Dios (Jb.1,1-8), sino estando desnudo en el muladar, desamparado y aun perseguido de sus amigos, lleno de angustia y amargura, y sembrado de gusanos el suelo (29-30). Y es entonces que, de esta manera, se preció el que levanta al pobre del estiércol (Sal. 112, 7), el Altísimo Dios, el descender y hablar allí cara a cara con él, descubriéndole las altezas profundas, grandes, de su sabiduría, cual nunca antes había hecho en el tiempo de la prosperidad de su siervo (Jb. 38-42).


28.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (165)



5. Y por más escrúpulos que nos lleguen pensando que se pierde tiempo y que sería bueno hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni pensar nada, súfrase y estése uno sosegado, como que no va allí más que a estarse a su placer y anchura de espíritu porque, si de suyo quiere uno obrar algo con las potencias interiores, será estorbar y perder los bienes que Dios por medio de aquella paz y recogimiento del alma está asentando e imprimiendo en ella. Esto bien así es como si algún pintor estuviera pintando o retocando un rostro, que si el rostro se moviese tratando de hacer algo (cambiando ángulos de luz y formas), no dejaría hacer nada al pintor, y perturbaría lo que estaba haciendo. Y por lo tanto, cuando el alma se quiere estar en paz y sosiego interior, cualquier acción o afición o advertencia que ella quiera entonces tener la distraerá y trastocará y le hará sentir la sequedad y vacío del sentido porque, cuanto más pretendiere tener alguna experiencia de afecto y noticia, tanto más sentirá la falta de ello, dado que estas experiencias no pueden ser ya suplidas por aquella vía sensitiva.

6. De donde a esta tal alma le conviene no hacer aquí caso que se le pierdan las operaciones de las potencias, antes ha de gustar que se le pierdan presto porque, no estorbando la operación de la contemplación infusa (nota del actualizador: es decir, que el Señor le va infundiendo) que va Dios dando, con más abundancia pacífica la reciba, y dé lugar a que arda y se encienda en el espíritu el amor que esta oscura y secreta contemplación trae consigo y adhiere en el alma. Porque contemplación no es otra cosa que infusión secreta, pacífica y amorosa de Dios que, si la dan lugar, inflama al alma en espíritu de amor, según ella da a entender en el verso siguiente, el cual es a saber.


"Con ansias en amores inflamada".


CAPÍTULO 11
Se explican los tres versos de la estrofa.


1. La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a los inicios no se siente, por no haber llegado o comenzado a emprenderse por la impureza del ser natural, o por no darle un lugar pacífico en sí el alma por no entenderse, como hemos dicho (aunque, a veces, sin eso y con eso comienza luego a sentirse alguna ansia de Dios), cuanto más se adentra la persona en esta inflamación de amor más se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de Dios, sin saber ni entender cómo y de dónde le surge el tal amor y afición, sino que ve crecer tanto en sí a veces esta llama e inflamación que con ansias de amor desea a Dios, según David estando en esta noche lo dice de sí por estas palabras (Sal. 72, 21-22): "Porque se inflamó mi corazón", es a saber en amor de contemplación, "también mis renes se mudaron", esto es, mis apetitos de afecciones sensitivas se mudaron, o sea, de la vida sensitiva a la espiritual, que es la sequedad y cese en todos ellos que vamos explicando. "Y yo", -dice-, "fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe" porque, como hemos dicho, sin saber el alma por dónde va, se ve aniquilada acerca de todas las cosas de arriba y de abajo que solía gustar, y sólo se ve enamorada sin saber cómo y por qué. Y, dado que a veces crece mucho la inflamación de amor en el espíritu, son las ansias por Dios tan grandes en el alma que parece se le secan los huesos en esta sed, y se marchita el natural, y se deshace su calor y fuerza corporal por la viveza de la sed de amor, porque siente el alma que es viva esta sed de amor. La cual también David (Sal. 41, 3) tenía y sentía, cuando dijo: "Mi alma tuvo sed de Dios vivo", que es tanto como decir: "Muy vívida fue la sed que tuvo mi alma". Dicha sed, por ser viva, podemos decir que mata de sed. Pero es de notar que la vehemencia de esta sed no es continua, sino algunas veces, aunque de ordinario suele sentirse alguna sed.

2. Pero se debe advertir que, como aquí comencé a decir, al principio comúnmente no se siente este amor, sino la sequedad y vacío que vamos diciendo y entonces, en lugar de este amor que después se va encendiendo, lo que trae el alma en medio de aquellas sequedades y vacíos de las potencias es un ordinario cuidado y solicitud de Dios, con pena y recelo de que no le sirve [el santo aclara aquí la relación existente entre la purificación del sentido y del espíritu. El primero necesita una acomodación o dependencia respecto del segundo, como éste de Dios. Es necesario reconstruir la armonía natural destruida por el pecado original], o que uno es para Dios un poco agradable sacrificio viéndose andar el espíritu contrito y solícito por su amor (Sal. 50, 19). Esta solicitud y cuidado pone en el alma aquella secreta contemplación hasta que, por tiempo habiendo purgado algo el sentido, esto es, la parte sensitiva, de las fuerzas y aficiones naturales por medio de las sequedades que en ella inculca esta acción, ya va encendiéndose en el espíritu este amor divino. Pero entretanto, en fin, como el que está puesto en cura, todo es padecer en esta oscura y seca purgación del apetito, curándose de muchas imperfecciones e imponiéndose en muchas virtudes para hacerse capaz del dicho amor, como ahora se dirá sobre el verso siguiente:


"¡Oh dichosa ventura!".


3. Que por cuanto pone Dios el alma en esta noche sensitiva a fin de purgar el sentido de la parte inferior y acomodarle, sujetarle y unirle con el espíritu, oscureciéndole y haciéndole cesar respecto de los discursos, como también después lo hace, al fin de purificar el espíritu para unirlo con Dios (como después se abordará), le pone en la noche espiritual donde gana el alma -aunque a ella no se lo parezca- tantos provechos, que tiene por dichosa ventura haber salido del lazo y atadura del sentido de la parte inferior por esta mencionada noche. Dice el presente verso: "¡oh dichosa ventura!", acerca de tal ventura nos conviene aquí notar los provechos que halla en esta noche el alma, por causa de los cuales tiene por buena ventura pasar por ella. Todos estos provechos encierra el alma en el siguiente verso:


"Salí sin ser notada".


4. Esta "salida" se entiende de la sujeción que tenía el alma con la parte sensitiva en buscar a Dios por operaciones tan débiles, tan limitadas y tan ocasionadas como las de esta parte inferior son, puesto que a cada paso tropezaba con mil imperfecciones e ignorancias, como hemos notado líneas arriba en los siete vicios capitales, de todos los cuales se libra, apagándole esta noche todos los gustos de superiores e inferiores, y oscureciéndole todos los discursos, así como haciéndole otros innumerables bienes en la ganancia de las virtudes, como ahora diremos. Esto será logro gustoso y de gran consuelo para quien por aquí camina, viendo cómo cosa que tan áspera y adversa parece al alma y tan contraria al gusto espiritual como es esta noche obra tantos bienes en ella.

Los cuales, como decimos, se consigue en salir el alma según la afección y operación, por medio de esta noche, de todas las cosas creadas, y caminar con rumbo a las eternas, que es grande dicha y ventura. Por una parte, debido a que es un gran bien el apagar el apetito y afección acerca de todas las cosas mundanas, y por la otra por ser muy pocos los que sufren y perseveran en entrar por esta puerta angosta y por el camino estrecho que guía a la vida, como dice nuestro Salvador (Mt. 7, 14). Porque la angosta puerta es esta noche del sentido, del dicho sentido (nota del actualizador: sentido desde el punto de vista de los placeres, sensaciones y apetencias corporales y mundanas) se despoja y desnuda el alma para entrar en ella, juntándose en fe, que es ajena de todo sentido (nota del actualizador: es decir, de toda experiencia física y material), para caminar después por el camino estrecho, que es la otra noche de espíritu, en que después entra el alma para caminar a Dios en pura fe, que es el medio por donde el alma se une con Dios. Por este mencionado camino, al ser tan estrecho, oscuro y terrible (que no hay comparación de esta noche de sentido a la oscuridad y trabajos de la noche del espíritu, como explicaremos enseguida), son muchos menos los que caminan por él, pero son sus provechos sin comparación mucho mayores que los de la del sentido [la prioridad de la noche del sentido es sólo relativa y parcial; no es completa hasta que no se verifica también la oscura del espíritu]. De los provechos de la noche del sentido comenzaremos ahora a decir algo, con la brevedad que se pudiere, con el fin de pasar luego a la otra noche.