Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

23.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (130)



CAPÍTULO 26.
Se muestran los provechos que consigue el alma en la negación del gozo acerca de las cosas sensibles, los cuales son espirituales y temporales.


1. Admirables son los provechos que el alma saca de la negación de este gozo, algunos de ellos son espirituales, mientras que otros son temporales.

2. Del primer tipo, el espiritual, es que recogiendo el alma su gozo de las cosas sensibles, se restaura y repara respecto de la distracción en que por el demasiado ejercicio de los sentidos ha caído, recogiendose en Dios, conservando el espíritu y virtudes que ha adquirido, que se aumentan y se ganan más.

3. El segundo provecho espiritual que se consigue no queriendo gozar acerca de lo sensible es excelente, que conviene saber: que podemos decir con verdad que de sensual se hace espiritual, de animal se hace racional y aún que de persona carnal se encamina a porción angelical, y que de temporal y humano se hace divino y celestial porque, así como la persona que busca el gusto de las cosas sensuales y en ellas pone su gozo no merece ni se le debe otro nombre que estos que hemos dicho, a saber: ser una persona sensual, animal, temporal, etcetera, así, cuando levanta el gozo de estas cosas sensibles, merece todos estos atributos, como son persona espiritual, celestial, etc.

4. Y que esto sea verdad está claro porque, como quiera que el ejercicio de los sentidos y fuerza de la sensualidad contradiga, como dice el Apóstol (Gl. 5, 17), a la fuerza y ejercicio espiritual, de aquí es que, menguando y reduciendo un tipo de estas fuerzas, han de crecer y aumentarse las otras fuerzas contrarias, por cuyo impedimento no crecían, y así perfeccionándose el espíritu, que es la zona superior del alma que tiene relación y comunicación con Dios, merece todos los dichos atributos, puesto que se perfecciona en bienes y dones de Dios espirituales y celestiales.
Y lo uno y lo otro se prueba por san Pablo (1 Cor. 2, 14), el cual a la persona sensual, que es aquella que el ejercicio de su voluntad sólo empuja a lo sensible, le llama animal, puesto que no percibe las cosas de Dios. Y al otro tipo de persona que levanta a Dios la voluntad las llama espiritual, y que éstas lo penetran y juzgan todo hasta lo más profundo de Dios. Por tanto, tiene aquí el alma un admirable provecho de una gran disposición para recibir bienes de Dios y dones espirituales.

5. Pero el tercer provecho es que con grande exceso se le aumentan los gustos y el gozo de la voluntad temporalmente pues, como dice el Salvador (Mt. 19, 29), en esta vida por uno le dan ciento. De manera que, si un gozo niegas, ciento tanto te dará el Señor en esta vida temporal y espiritualmente, como también por un gozo que de esas cosas sensibles tengas, te nacerá ciento tanto de pesar y sinsabor. Porque, de parte del ojo ya purgado en los gozos de ver, se le sigue al alma gozo espiritual, enderezado a Dios en todo cuanto ve, ahora sea divino, ahora profano lo que ve. De parte del oído purgado en el gozo de oír, se le sigue al alma ciento tanto de gozo muy espiritual y enderezado a Dios en todo cuanto oye, ahora sea divino, ahora profano lo que oye; y así en los demás sentidos ya purgados porque, así como en el estado de la inocencia a nuestros primeros padres todo cuanto veían y hablaban y comían en el paraíso les servía para mayor agrado de contemplación, por tener ellos bien sujeta y ordenada la parte sensitiva a la razón, así el que tiene el sentido purgado y sujeto al espíritu de todas las cosas sensibles desde el primer movimiento saca deleite de sabrosa presencia y contemplación de Dios.

6. De donde al limpio todo lo alto y lo bajo le hace más bien y le sirve para más limpieza, así como al impuro de lo uno y de lo otro, mediante su impureza, suele sacar mal. Mas el que no vence el gozo del apetito, ni siquiera gozará de la serenidad de un gozo aunque sea ordinario en Dios, por medio de sus criaturas. El que no vive ya según el sentido, todas las operaciones de sus sentidos y potencias son encauzadas a divina contemplación porque, siendo verdad en buena filosofía que cada cosa, según el ser que tiene o vida que vive, es su operación, si el alma vive vida espiritual, mortificada la animal, claro está que sin contradicción, siendo ya todas sus acciones y movimientos espirituales de vida espiritual, ha de ir con todo a Dios. De donde se sigue que este tal, ya limpio de corazón, en todas las cosas halla noticia de Dios gozosa y gustosa, casta, pura, espiritual, alegre y amorosa.

7. De lo dicho infiero la siguiente doctrina, y es: que hasta que el hombre venga a tener tan habituado el sentido en la purgación del gozo sensible, mejor de un primer movimiento saque el provecho que he dicho, el cual es que le envíen las cosas sensibles hacia a Dios. Al principio debe tener necesidad de negar su gozo y gusto acerca de las cosas y elementos sensibles, con el fin de lograr sacar de la vida sensitiva al alma temiendo que, puesto que todavía no es espiritual, sacará entonces del uso de estas cosas más sustancia y fuerza para el sentido que para el espíritu, con lo cual predominará en su operación la fuerza sensual, que hace más sensualidad y sustenta y alimenta esa misma sensualidad. Y es que, como Nuestro Salvador dice (Jn. 3, 6), lo que nace de carne, carne es; y lo que nace del espíritu, espíritu es.
Y esto debe tenerse muy en cuenta, porque es así en verdad. Y no se atreva el que no tiene aún mortificado el gusto en las cosas sensibles aprovecharse mucho de la fuerza y operación del sentido acerca de ellas, creyendo que le ayudan al espíritu, porque más crecerán las fuerzas del alma sin estas sensitivas, esto es, apagando el gozo y apetito de ellas, que recurriendo a ellas.

8. Pues los bienes de gloria que en la otra vida se siguen por la negación de este gozo no hay necesidad de decirlos porque, además de los dotes corporales de gloria, como son agilidad y claridad, serán mucho más excelentes que los de aquellos que no se negaron a este tipo de gozos, así el aumento de la gloria esencial del alma, que responde al amor de Dios por quien negó las dichas cosas sensibles. Por ello, por cada gozo que negamos momentáneo y caduco, como dice San Pablo (2 Cor. 4, 17), inmenso peso de gloria obtendremos en un gozo celestial eternamente.
Y no quiero ahora referir aquí los demás provechos, así morales como temporales y también espirituales, que se consiguen con esta noche de gozo (nota del corrector: "noche" llama nuestro santo a la oscuridad, es decir, negación, del gozo), pues son todos los que en los demás gozos quedan mencionados, y con más eminente ser, por ser estos gozos que se niegan más arraigados al ser carnal, y por eso adquiere la persona que los niega más íntima pureza con la repulsión o huida de ellos.


¿Quién es Dios (para ti)?



Hay personas que tienen una idea de Dios totalmente tergiversada, promovida por las ideas del mundo. Se piensan que Dios, la religión, es una práctica, algo que cumplir cada domingo al ir a misa o cada día para hacer alguna bendición o alguna oración, o para rezar de corrido el rosario. Tienen una idea de Dios amoldada a los cánones de este siglo, y acuden a la iglesia como quien acude a un cine, a un restaurante o sale a bailar. Es simplemente "una actividad más".

Internet está lleno de predicadores que con más o menos atino tratan de hacer ver y mostrar "que Dios existe". Muchos ponen en letras llamativas de neón y con colores luminosos en sus vídeos un "¡Dios existe!", como si hubiera que hacerlo patente, que dar pruebas de su existencia para convencer. Y llenan sus exposiciones de máximas y de trozos de la Biblia, de historias y de reflexiones, para tratar de convencer de sus ideas, de "su forma" de entender a Dios. Cuando Dios no es "una forma de entender", sino alguien real y que fue predicado, ya hace muchos años, mostrado y presentado, por Jesucristo.

22.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (130)



CAPÍTULO 25.
Se muestran los daños que el alma sufre al querer poner el gozo de la voluntad en los bienes sensuales.


1. Cuanto a lo primero, si el alma no oscurece y apaga el gozo que de las cosas sensuales le puede surgir, enderezando a Dios el tal gozo, todos los daños generales que hemos dicho que nacen de otro cualquier género de gozo se le siguen de este, que es de cosas sensuales, como son: oscuridad de la razón, tibieza y tedio espiritual, etc. Pero, en particular, muchos son los daños en que directamente puede caer por este gozo, así espirituales como corporales sensuales.

2. Primeramente, del gozo de las cosas visibles, no negándolo para dirigirlo a Dios, se le puede surgir directamente vanidad de ánimo y distracción de la mente, codicia desordenada, deshonestidad, descompostura interior y exterior, impureza de pensamientos y envidia.

3. Del gozo en oír cosas inútiles directamente nace distracción de la imaginación, charlatanería, envidias, juicios inciertos y variedad de pensamientos, y de estos otros muchos y perniciosos daños.

4. De gozarse en olores suaves le surge asco de los pobres, que es contra la doctrina de Cristo, enemistad a la servidumbre, poco rendimiento de corazón en las cosas humildes e insensibilidad espiritual, por lo menos según la proporción de su apetito.

5. Del gozo en el sabor de los manjares directamente nace gula y embriaguez, ira, discordia y falta de caridad con los prójimos y pobres, como tuvo con Lázaro aquel epulón que comía cada día esplendidamente (Lc. 16, 19). De ahí nace el destemple corporal, un gran número des enfermedades, y nacen también los malos movimientos, porque crecen los incentivos de la lujuria. Se robustece directamente una gran torpeza en el espíritu y se asquea el apetito de las cosas espirituales, de manera que no pueda gustar de ellas, ni aun estar en ellas ni tratar de ellas. Nace también de este gozo distracción de los demás sentidos y del corazón y descontento acerca de muchas cosas.

6. Del gozo acerca del tacto en cosas suaves y agradables muchos más daños y más perniciosos surgen, y que más en breve trasvierten el sentido al espíritu y apagan su fuerza y vigor. De aquí nace el abominable vicio de la molicie o incentivos para ella, según la proporción del gozo de este género; se le da alimento a la lujuria, hace al ánimo afeminado y tímido y al sentido halagüeño y melífluo y dispuesto para pecar y hacer daño; infunde vana alegría y gozo en el corazón, y se ceba la soltura de la lengua y libertad de la vista y a los demás sentidos embelesa y embota, según la cantidad del tal apetito, porque empacha el juicio sustentándole en insipiencia y necedad espiritual, y moralmente hace surgir y refuerza la cobardía e inconstancia. Además, con tiniebla en el alma y flaqueza de corazón hace temer aun donde no hay que temer, puesto que este gozo hace emerger espíritu de confusión algunas veces e insensibilidad acerca de la conciencia y del espíritu, por cuanto debilita mucho la razón y la pone de suerte que ni sepa tomar buen consejo ni darlo, y queda incapaz para los bienes espirituales y morales, inútil como un vaso quebrado (Ecli. 21, 17).

7. Todos estos daños se causan por este género de gozo, en unos más intensamente, según la intención del tal gozo y según también la facilidad o flaqueza o inconstancia del sujeto que lo experimenta, porque según cada persona los hay que de pequeña ocasión recibirán más detrimentos que otros de muchas.

8. Finalmente, de este género de gozo en el tacto se puede caer en tantos males y daños como hemos dicho respecto de los bienes o atributos naturales que, por estar allí ya explicados, aquí no los refiero, como tampoco digo otros muchos daños que hace, como son mengua en los ejercicios espirituales y en la penitencia corporal, y tibieza e indevoción acerca del uso de los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.


21.1.23

La realidad de la vida monástica hoy



"Faltan curas", "faltan vocaciones", "es que no hay suficientes sacerdotes"... ¿Cuántas veces habréis oído la misma cantinela? Ciertamente no están los conventos, los monasterios y seminarios sobrecargados de aspirantes para acceder a una vida religiosa, como hace no demasiado tiempo, cuando "hacer carrera" en la Iglesia era algo que daba prestigio y una buena posición social. Así que por desgracia, y en aquellos casos, la vocación quedaba bastante en segundo plano.

Hoy los conventos y monasterios llenan esos huecos con personas venidas de fuera, la mayoría jovencitas inmigrantes, pero no porque no haya vocaciones: vemos cómo cada vez más y más abundan las personas que buscan una vida eremítica, apartadas del mundanal ruido, buscando la soledad... Buscando a Dios. Pero cuando la búsqueda del Señor se cruza con intereses mucho más oscuros, mundanos y rastreros como los beneficios económicos ("hay que sostener el convento", "si no entran jóvenes esto se acaba", "no queremos enfermos, esto no es un asilo"...), en esos casos, decimos, no debería parecer raro que el mismo Señor les dé la espalda. Porque han dejado de buscarle a Él, y buscan en su lugar otras cosas.

En este blog de Auscultafilia se cuentan con detalles estos aspectos, y muchos otros sobre la vida religiosa, que dicen desde algunos estamentos estar tan en crisis de valores hoy, pero en realidad es más bien crisis de fe. De fe, y más que nada -que es lo más grave- en el mismo interior de sus muros.

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (129)




CAPÍTULO 24.
Se muestran el tercer género de atributos en que puede la voluntad poner la afección del gozo, que son los sensuales. Se explica los que son y sus géneros, y cómo se ha de enderezar la voluntad a Dios purgándose de este gozo.


1. Sigue ahora tratar del gozo acerca de los bienes sensuales, que es el tercer género de atributos o bienes de los que pueden estar dotadas las personas y en que decíamos poder gozarse la voluntad. Y es de notar que por bienes sensuales entendemos aquí todo aquello que en esta vida puede llegar al sentido de la vista, del oído, del olfato, gusto y tacto, y de la fantasía interior del discurso imaginario, ya que todo pertenece a los sentidos corporales, interiores y exteriores.

2. Y para oscurecer y purgar la voluntad del gozo acerca de estos objetos sensibles, encaminándola a Dios por ellos, es necesario presuponer una verdad, la cual es: que, como muchas veces hemos dicho, el sentido de la parte inferior del hombre, que es del que estamos tratando, no es ni puede ser capaz de conocer ni comprehender a Dios como Dios es. De manera que ni el ojo le puede ver ni cosa que se parezca a el, ni el oído puede oír su voz ni sonido que se le parezca, ni el olfato puede oler olor tan suave, ni el gusto alcanza sabor tan sublime y sabroso, ni el tacto puede sentir toque tan delicado y tan deleitable ni cosa semejante, y ni siquiera puede caber en pensamiento ni imaginación su forma, ni figura alguna que le represente, diciendolo Isaías (64, 4; 1 Cor. 2, 9) así: Que ni ojo le vio, ni oído le oyó, ni lo abarca el corazón del ser humano.

3. Y es aquí de notar que los sentidos pueden recibir gusto o deleite, o de parte del espíritu, mediante alguna comunicación (que recibe de Dios interiormente), o de parte de las cosas exteriores comunicadas a los sentidos. Y, según lo dicho, ni por vía del espíritu ni por la del sentido puede conocer a Dios la parte sensitiva y material -es decir, carnal- porque, no teniendo ella habilidad que llegue a tanto, recibe lo espiritual sensitiva y sensualmente, y no más (puesto que no puede pasar de ahí en su materialidad). De lo cual si la voluntad se dedicara en gozarse del gusto causado de alguna de estas aprehensiones sería vanidad, por lo menos, e impedir la fuerza de la voluntad que debería emplearse en Dios, y ponerse su gozo sólo en Él. Lo cual no puede ella hacer enteramente si no es purgándose y oscureciendose del gozo acerca de este género, como de los demás.

4. Dije con advertencia que si parase el gozo en algo de lo dicho, sería vanidad, porque cuando no se detiene en eso, sino que, luego que siente la voluntad el gusto de lo que oye, ve y trata, se levanta a gozar en Dios y le es motivo y fuerza para eso, muy bueno es. Y entonces no sólo no se han de evitar las tales mociones cuando causan esta devoción y oración, mas se pueden aprovechar de ellas, y aún debe recurrirse a ellas para tan santo ejercicio. Porque hay almas que se mueven mucho en Dios por los objetos sensibles. Pero ha de haber mucho recato en esto, mirando los efectos que de ahí sacan, porque muchas veces muchos espirituales usan de las dichas recreaciones de sentidos con pretexto de oración y de darse a Dios, y es de manera que más se puede llamar recreación que oración y darse gusto a sí mismos más que a Dios, y la intención que tienen aunque sea para Dios, el efecto que sacan es para la recreación sensitiva, por lo que logran más flaqueza de imperfección que avivar la voluntad y entregarla a Dios.

5. Por lo cual quiero poner aquí una máxima para que se vea cuándo dichos sabores de los sentidos hacen provecho y cuándo no. Y es que todas las veces que, oyendo músicas u otras cosas, y viendo cosas agradables, y oliendo suaves olores, y gustando algunos sabores y delicados toques, luego al primer movimiento se pone la atención, la comunicación y afección de la voluntad en Dios, dándole más gusto a aquella comunicación que al motivo sensual que se la causa, y no gusta del tal motivo sino por eso, es señal que saca provecho de lo dicho y que le ayuda lo tal sensitivo al espíritu. Y en esta manera se puede usar, porque entonces sirven los sensibles al fin para que Dios los creó y dio, que es para ser por ellos más amado y conocido. Y es aquí de saber que aquel a quien estos sensibles hacen el puro efecto espiritual que digo, no por eso tiene apetito, ni se le da casi nada por ellos, aunque cuando se le ofrecen le dan mucho gusto, por el gusto que tengo dicho que de Dios les causan. Y así no son solicitados por causa de su mismo gusto sino para con Dios, y cuando se les ofrecen, como digo, luego pasa la voluntad de ellos, los deja y se pone en Dios.

6. La causa de no conseguir muchos de estos motivos de goce con motivos sensuales para elevarse a Dios es que, aunque le ayudan para ir a Dios, como el espíritu que tiene esta prontitud de ir con todo y por todo a Dios está tan cebado y prevenido y satisfecho con el espíritu de Dios, no echa menos nada ni le apetece otra cosa. Y si lo apetece para esto, luego se le pasa y se le olvida, y no hace caso de este tipo de goces sensuales.
Pero el que no sintiere esta libertad de espíritu en las dichas cosas y gustos sensibles, sino que su voluntad se detiene en estos gustos y se ceba de ellos, daño le hacen y debe apartarse de usarlos. Porque, aunque con la razón se quiera ayudar de ellos para ir a Dios, todavía, por cuanto el apetito gusta de ellos según lo sensual, y conforme al gusto siempre es el efecto, más cierto es hacerle estorbo que ayuda, y más daño que provecho. Y cuando viere que reina en sí el apetito de las tales recreaciones, debe mortificarlo, porque cuanto más fuerte fuese más de imperfección y flaqueza posee.

7. Debe, pues, el espiritual en cualquier gusto que de parte del sentido se le ofreciere, ahora sea por casualidad, ahora de intento o buscándolo, aprovecharse de él sólo para Dios, levantando a Él el gozo del alma para que su gozo sea útil y provechoso y perfecto, advirtiendo que todo gozo que no es en negación y aniquilación de otro cualquiera gozo, aunque sea de cosa al parecer muy elevada, es vano y sin provecho y estorba para la unión de la voluntad en Dios.