Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

23.1.23

¿Quién es Dios (para ti)?



Hay personas que tienen una idea de Dios totalmente tergiversada, promovida por las ideas del mundo. Se piensan que Dios, la religión, es una práctica, algo que cumplir cada domingo al ir a misa o cada día para hacer alguna bendición o alguna oración, o para rezar de corrido el rosario. Tienen una idea de Dios amoldada a los cánones de este siglo, y acuden a la iglesia como quien acude a un cine, a un restaurante o sale a bailar. Es simplemente "una actividad más".

Internet está lleno de predicadores que con más o menos atino tratan de hacer ver y mostrar "que Dios existe". Muchos ponen en letras llamativas de neón y con colores luminosos en sus vídeos un "¡Dios existe!", como si hubiera que hacerlo patente, que dar pruebas de su existencia para convencer. Y llenan sus exposiciones de máximas y de trozos de la Biblia, de historias y de reflexiones, para tratar de convencer de sus ideas, de "su forma" de entender a Dios. Cuando Dios no es "una forma de entender", sino alguien real y que fue predicado, ya hace muchos años, mostrado y presentado, por Jesucristo.



ORATORIO CARMELITANO


Aún hay muchos que van más allá todavía. Piensan en Dios como una fantasía, un mito, un folklore... Parte de la leyenda o de la imaginería de algunos. Creen con la misma fe que creen en los superhéroes, en los fantasmas o en los OVNIS. No hay nada en ellos que diferencie unas creencias de otras, simplemente consideran a Dios una "parte más" de los elementos que pueden escoger para pasar el rato, o para aliviar sus vidas o incluso para entretenerse.

Dios ha pasado a ser, en parte también, eso: puro entretenimiento. Para algunos Dios no es más que una forma de explicar lo inexplicable; así entendido, no deja de ser una deidad más, como aquellas antiguas de los romanos o de los griegos, que veían en el Olympo seres alejados de los hombres y preocupados en sus propios tejemanejes.

Cuando hace dos milenios la religión católica comenzó a expandirse, tuvo que hacerle frente a algo parecido, pero obviamente en su propio tiempo y con sus propias particularidades. Inicialmente se las vió con la mitología de aquellas gentes, que creían en un panteón de dioses a cual más pintoresco, e incluso que rendían culto a objetos celestes o naturales, a las plantas, a los árboles, a determinados fenómenos atmosféricos. Presentar al Dios de Jesucristo como Dios Real llevó a San Pablo a alzarse y colocarlo como ese "Dios desconocido", oculto desde los principios de los tiempos y al que los hombres trataban de sustituir dándole determinadas formas o cambiándole por sucedáneos, porque no eran capaces de llegar a Él. Tuvo que Él "bajarse" a nosotros mediante Jesucristo, para que pudiésemos conocerlo, aunque sea "como en un espejo" y entre estas tinieblas de nuestro conocimiento y de nuestras limitaciones.

Avanzando los siglos, en la Edad Media el papel de la Iglesia no fue tampoco menos complicado. Con otro escenario, pero las gentes habían ido sustituyendo a Dios por una imaginería popular a veces -y de muchas maneras y casi siempre- totalmente desviada y tergiversada del Dios hecho hombre. Veían súcubos, magos, brujas..., hechicerías por todas partes. Aparecieron los seres "simpáticos", duendes, sirenas... Encantadoras criaturas para niños que acabaron creyéndose los mayores, y lo que es peor, acabaron en muchos casos mezcladas con ángeles y demonios, criaturas celestiales y criaturas infernales que se convirtieron, por medio del populacho, de la mitología y el folklore, y a través de cuentos y juglares, también en parte de la mitología. Vemos dragones, gárgolas, seres con cuerpo de bestia y rostro humano, incluso adornando lugares de culto. La fantasía se entremezclaba con la leyenda y ésta con la religión, convirtiendo al noble y crédulo pueblo en un batiburrillo de creencias, a cual más variopinta y fantasiosa.

Hoy en día, se dice, todo eso se ha superado. Sin embargo en muchas ocasiones Jesucristo, e incluso el mismo Dios, se encuentra sustituido, trastocado o confundido para muchos con la forma de pensar del siglo. Muchos tienen la misma creencia en Dios como la pudieran tener de Spiderman, Batman o cualquier otro superhéroe. Incluso hay quienes, deslumbrados por los avances tecnológicos, han convertido a la misma ciencia en "su dios". Así las cosas, Dios es un "superhéroe" que no se diferencia mucho de esos deslumbrantes señores con trajes ajustados y brillantes que son capaces de realizar hazañas superhumanas en el cine o en la televisión. Para muchos Dios está en Netflix y viste traje de malla. Merced a los efectos especiales uno puede ver "realmente y con sus propios ojos" cómo hay tipos de personas con super-poderes que, antaño, decían sólo disponía el Señor. Incluso esos seres se presentan a veces como el mismo Dios, cuando no hasta se atreven a venderse como algo superior.

Es algo lógico, por otra parte. Nos han comunicado, nos han predicado un "Dios milagrero", y vemos que en las películas hay personas extraordinarias capaces de hacer lo mismo, e incluso mucho más, así que no es para tanto. Acabamos convirtiendo al Dios de Jesucristo en una fantasía, porque nos damos cuenta que eso que vemos en la película es eso: una fantasía realizada con renders, con cromas, y mediante técnicas por ordenador. Pero lo creemos "porque lo vemos", y ya es más de lo que hemos visto de Jesucristo, ya que muchas veces sabemos del Señor lo que nos ha dicho un cura, y en ocasiones no muy bien, sino mediante largos sermones. O por lo que hemos visto en un vídeo en YouTube.

Así que no es extraño que muchos, confundidos, busquen con ansia una respuesta para esa pregunta tan meneada hoy de "¿Dios existe?". Porque la realidad es que, para una gran mayoría, Dios está a la misma escala de la que están los OVNIs, a la que están los superhéroes, y a la que antaño estaban los seres mitológicos de Grecia, Roma o China.

Sin embargo, esto que nos vende el mundo hoy y ayer procede de eso: del mundo. No es de Dios. Y he aquí la auténtica sustancia en la que habría que ahondar. Si procede de Dios, es bueno, pero si procede del mundo sólo producirá hastío, cansancio y, finalmente, angustia y tristeza. Porque las cosas del mundo son del maligno. A este respecto no tenemos que buscar por altas montañas, hacer largos viajes y consultar a expertos ermitaños para que nos aclaren la verdad: el Señor nos la desveló a todos hace muchos siglos. En Mateo 7:15-20 dice Jesucristo: "Por sus frutos los conoceréis". ¿Qué conoceremos? Pues lo que proviene de Dios, lo que tiene a Dios en su fuente, con lo que no es del Señor.

Pongamos un ejemplo: ¿cuando estás enfermo, cuando estás angustiado, cuando te superan las dificultades, acudes a Spiderman? ¿Es el mundo y sus engaños quien viene a aliviar tu dolor? ¿Dónde obtienes reposo, descanso, y consuelo? Sólo en los brazos del Señor. Vemos entonces la enorme diferencia entre lo que procede del mundo, lo que no es más que vanidad y concupiscencia, con lo que proviene del Cielo. En las bienaventuranzas, Cristo dijo algo muy clarificador:

"Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios".

Para ver a Dios, tienes que empezar limpiando tu corazón. Retira todo eso que te molesta y te perturba, o más bien, que perturba tu relación con Dios. Esos falsos dioses que te has ido labrando, esas rencillas, esas malediciencias, esas suciedades. Y no olvidemos otra de las bienaventuranzas:

"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación".

¿Quiénes son los que lloran? ¿Quiénes son esos sufrientes? Son todos los que padecen dolor y miseria, ¿no has caído en la cuenta que cuanto más gozas, más te diviertes, más disfrutas, menos te sientes sensible a la presencia del Señor? Lo has ido apagando con todos esos "entretenimientos de Netflix", con todas esas creencias y fantasías vanas. Pero cuando llega el dolor, cuando buscas consolación, ¿a quién acudes? ¿En dónde encuentras refugio y fuerzas? Es ahí donde se ve el Señor, es ahí donde lo puedes encontrar, es ahí donde se muestra. No en las vagas creencias que te venden los publicistas, el negocio, la sociedad de consumo, que son pasajeras y no llenan. Cuando una señora se encuentra en el hospital, a las puertas de la muerte, agarrotada por el dolor, ¿le llevas una fotografía del Capitán América para que se consuele? No. Más bien le llevas una estampa de Nuestra Señora del Carmelo, o una cruz, y la ves aferrada a ella buscando y pidiendo la fe para sostenerse.

Sólo hay dos realidades en esta vida, no hay más. Una es la vida, y la otra es la muerte. La única respuesta que tienes ante la muerte, el único que puede resultar para ti verdaderamente útil en ese instante, es Jesucristo. Pero también tienes otra elección: puedes elegir el mundo y sus enredos, es decir, el Maligno y sus concupiscencias. Pero eso ya sabes a dónde te lleva: a la perdición. Porque el Maligno es mentiroso y engañador por naturaleza, te promete todo hoy y todo mañana, pero hoy no te dará nada y mañana quedarás con él condenado. Y no hay más opciones, ni más caminos, ni más alternativas, por mucho que el mundo te quiera hacer perder el tiempo yendo tras esto o aquello, hasta que te pille por sorpresa el final de esta peregrinación y descubras con angustia que has equivocado el camino. Sólo en Dios está la vida, sólo Él no te engaña, pero el camino es estrecho, recuérdalo. Pero eso sí, no temas, porque Él, definitvamente, ha vencido al mundo (Juan 16:33).

| Redacción: Ludobian de Bizance

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