CAPÍTULO 25.
Se muestran los daños que el alma sufre al querer poner el gozo de la voluntad en los bienes sensuales.
1. Cuanto a lo primero, si el alma no oscurece y apaga el gozo que de las cosas sensuales le puede surgir, enderezando a Dios el tal gozo, todos los daños generales que hemos dicho que nacen de otro cualquier género de gozo se le siguen de este, que es de cosas sensuales, como son: oscuridad de la razón, tibieza y tedio espiritual, etc. Pero, en particular, muchos son los daños en que directamente puede caer por este gozo, así espirituales como corporales sensuales.
2. Primeramente, del gozo de las cosas visibles, no negándolo para dirigirlo a Dios, se le puede surgir directamente vanidad de ánimo y distracción de la mente, codicia desordenada, deshonestidad, descompostura interior y exterior, impureza de pensamientos y envidia.
3. Del gozo en oír cosas inútiles directamente nace distracción de la imaginación, charlatanería, envidias, juicios inciertos y variedad de pensamientos, y de estos otros muchos y perniciosos daños.
4. De gozarse en olores suaves le surge asco de los pobres, que es contra la doctrina de Cristo, enemistad a la servidumbre, poco rendimiento de corazón en las cosas humildes e insensibilidad espiritual, por lo menos según la proporción de su apetito.
5. Del gozo en el sabor de los manjares directamente nace gula y embriaguez, ira, discordia y falta de caridad con los prójimos y pobres, como tuvo con Lázaro aquel epulón que comía cada día esplendidamente (Lc. 16, 19). De ahí nace el destemple corporal, un gran número des enfermedades, y nacen también los malos movimientos, porque crecen los incentivos de la lujuria. Se robustece directamente una gran torpeza en el espíritu y se asquea el apetito de las cosas espirituales, de manera que no pueda gustar de ellas, ni aun estar en ellas ni tratar de ellas. Nace también de este gozo distracción de los demás sentidos y del corazón y descontento acerca de muchas cosas.
6. Del gozo acerca del tacto en cosas suaves y agradables muchos más daños y más perniciosos surgen, y que más en breve trasvierten el sentido al espíritu y apagan su fuerza y vigor. De aquí nace el abominable vicio de la molicie o incentivos para ella, según la proporción del gozo de este género; se le da alimento a la lujuria, hace al ánimo afeminado y tímido y al sentido halagüeño y melífluo y dispuesto para pecar y hacer daño; infunde vana alegría y gozo en el corazón, y se ceba la soltura de la lengua y libertad de la vista y a los demás sentidos embelesa y embota, según la cantidad del tal apetito, porque empacha el juicio sustentándole en insipiencia y necedad espiritual, y moralmente hace surgir y refuerza la cobardía e inconstancia. Además, con tiniebla en el alma y flaqueza de corazón hace temer aun donde no hay que temer, puesto que este gozo hace emerger espíritu de confusión algunas veces e insensibilidad acerca de la conciencia y del espíritu, por cuanto debilita mucho la razón y la pone de suerte que ni sepa tomar buen consejo ni darlo, y queda incapaz para los bienes espirituales y morales, inútil como un vaso quebrado (Ecli. 21, 17).
7. Todos estos daños se causan por este género de gozo, en unos más intensamente, según la intención del tal gozo y según también la facilidad o flaqueza o inconstancia del sujeto que lo experimenta, porque según cada persona los hay que de pequeña ocasión recibirán más detrimentos que otros de muchas.
8. Finalmente, de este género de gozo en el tacto se puede caer en tantos males y daños como hemos dicho respecto de los bienes o atributos naturales que, por estar allí ya explicados, aquí no los refiero, como tampoco digo otros muchos daños que hace, como son mengua en los ejercicios espirituales y en la penitencia corporal, y tibieza e indevoción acerca del uso de los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.
| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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