Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

8.9.22

Súplica desesperada



Todo mal se desborda en este mundo como un torrente que no tiene fin. Yo no quiero ahogarme en ese cieno, y es por eso, ¡oh, Señor!, que vengo a Ti.

Y me siento seguro si a tu lado me he refugiado con creciente afán; fortaleza de roca es tu presencia y ternura infinita es tu piedad.

¡Dulce Amor que me buscas si te busco, y que todo te das si vengo a Ti! Te quedas con mis penas cuando lloro, y todo tu esplendor me das a mí.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.

5.9.22

Tú eres todo



Al acercarme al agua de tu río, lo que yo fui se fue desvaneciendo, lo mucho que soñé se fue perdiendo y de cuanto yo soy ya nada es mío.

Tan sólo en Ti y en tu hermosura fío, soy lo que eres, acabaré siendo rastro de Ti, y triunfaré perdiendo en combate de amor mi desafío.

Ya de hoy no más me saciaré con nada; sólo Tú satisfaces con tu todo. Un espejo seré de tu mirada, esposados los dos, codo con codo. Y, cuando pongas fin a mi jornada, yo seré Tú, viviendo de otro modo.

3.9.22

Beato Manuel Gutiérrez Ceballos (1876-1936), religioso, sacerdote y mártir



Jesús, Rey de los reyes, ten piedad de nosotros.




Manuel Gutiérrez Ceballos nació en Torrelavega (Cantabria), el 4 de febrero de 1876. Muy pronto quedó huérfano de padre. Vivió con su madre en Riocorvo y en Las Caldas de Besaya.

Acogido por los frailes dominicos en esta localidad, descubrió su vocación religiosa y estudió en la escuela apostólica para, posteriormente, hacer el noviciado y profesar en Padrón (La Coruña), el 10 de septiembre de 1892.

En Salamanca hizo los estudios teológicos, y recibió el presbiterado el 25 de febrero de 1899.

A partir de 1900 fue misionero por diferentes pueblos de España.

Con el deseo de integrarse en las misiones del Amazonas, llegó a Perú en 1913, pero ante el éxito de sus predicaciones lo retuvieron en la ciudad de Lima. En 1917, al regresar de América, fue pasando por distintos destinos. En marzo de 1936 fue destinado a Las Caldas de Besaya. Detenido con el resto de la comunidad, sufrió el martirio en la noche del 22 al 23 de diciembre de 1936, en la bahía de Santander. Contaba con 60 años de edad.


Se aparta de Dios quien no se une a Él con la oración.
San Gregorio de Nisa


1.9.22

Ven, Espíritu de Dios



Luz de Dios, disipa las tinieblas de mis dudas y guíame.

Fuego de Dios, derrite el hielo de mi indiferencia y abrásame.

Torrente de Dios, fecunda los desiertos de mi vida y renuévame.

Fuerza de Dios, rompe las cadenas de mis esclavitudes y libérame.

Alegría de Dios, aleja los fantasmas de mis miedos y confórtame.

Aliento de Dios, despliega las alas de mi espíritu y lánzame.

Vida de Dios, destruye las sombras de mi muerte y resucítame.

Ven, Espíritu Paráclito,
Espíritu creador y santificador,
Espíritu renovador y consolador,
Espíritu sanador y pacificador.

Ven y concede hoy a tu Iglesia, reunida en el Cenáculo con María, la experiencia de Pentecostés.

Amén.

30.8.22

Santos Panine y Paneu (mártires de los siglos III y IV)



La memoria de estos dos santos africanos es recordada en el Sinaxario Alejandrino. El nombre verdadero de Panine era Sinfronio, y vivía en Terot-Smun, en Antinoe. Como estudiante destacó por su talento e inteligencia, lo que suscitó la envidia de Alejandro, sobrino del gobernador arriano. Alejandro le rompió los dos dedos pulgares, motivo por el que se le conoce como Panine (que significa "el de los pólices").

El arcángel san Miguel se apareció una noche a Panine y le sanó los dedos. Luego, en compañía de Paneu, se entregó a la vida religiosa en el valle de Fayum, en compañía de los ascetas Timoteo, Teófilo y Cristóforo, donde recibieron el hábito monástico.

En Ebot ayudaron a construir una iglesia, y el obispo los consagró sacerdotes. Panine y Paneu se marcharon a Adribah, donde se encontraron con la oposición de los sacerdotes de los ídolos. Durante la persecución de Maximiano (303-313) fueron decapitados.


Aquel a quien se ha encomendado la autoridad y es tenido como el mayor, sea como el menor y siervo de los otros hermanos.
Y no se irrite contra el hermano por su delito sino que, con toda paciencia y humildad, amonéstelo benignamente y sopórtelo.


San Francisco de Asís