Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

8.9.22

Súplica desesperada



Todo mal se desborda en este mundo como un torrente que no tiene fin. Yo no quiero ahogarme en ese cieno, y es por eso, ¡oh, Señor!, que vengo a Ti.

Y me siento seguro si a tu lado me he refugiado con creciente afán; fortaleza de roca es tu presencia y ternura infinita es tu piedad.

¡Dulce Amor que me buscas si te busco, y que todo te das si vengo a Ti! Te quedas con mis penas cuando lloro, y todo tu esplendor me das a mí.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.

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