Todo mal se desborda en este mundo como un torrente que no tiene fin. Yo no quiero ahogarme en ese cieno, y es por eso, ¡oh, Señor!, que vengo a Ti.
Y me siento seguro si a tu lado me he refugiado con creciente afán; fortaleza de roca es tu presencia y ternura infinita es tu piedad.
¡Dulce Amor que me buscas si te busco, y que todo te das si vengo a Ti! Te quedas con mis penas cuando lloro, y todo tu esplendor me das a mí.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.
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