Desprecio de los bienes mundanos

24.12.23

Oración a San Roque (abogado contra las pestes y epidemias)



Bienaventurado San Roque, yo os saludo, os felicito y os imploro, como glorioso e importante en el feliz reino de las eternas delicias. Sed servido de aceptar mis respetos y mis súplicas, preservando -por vuestra intercesión- a mi cuerpo de los peligros de la peste, y más aún a mi alma del contagio de los vicios.

Sí, bendito del Señor: alcanzadnos la salubridad del aire, pero también la pureza del corazón a fin que, haciendo santo uso de la salud, logremos gozar con vos la inmortal felicidad que con vuestras virtudes merecísteis, y por la cual bendigo humildemente y rindo mil acciones de gracias (que os ruego le presentéis vos mismo) al soberano dispensador de todo bien perfecto.

Amén.


23.12.23

Homenaje a San Francisco Javier en su festividad (3 de diciembre)



Oración inicial:
Señor Dios mío, que quisísteis que los pueblos de las Indias fuesen incorporados a vuestra santa Iglesia por las predicaciones y los ejemplos del bienaventurado San Francisco Javier, dignaos concedernos que, al honrar su gloriosa memoria en este día, sepamos imitarle en las virtudes cuya alta recompensa goza ahora, por vuestra misericordia, en los tabernáculos eternos.

Amén.

22.12.23

Oración para el día de San Juan Bautista (24 de junio -solsticio de verano-)



Oración inicial:
Glorificado sea el Señor, que se dignó santificar al bienaventurado Precursor del Mesías desde antes que, saliendo del claustro materno, comenzara ante la luz del mundo su austera e ilustre vida. Amén.


Oración:
¡Oh vos, que según palabras de la Verdad misma, fuisteis en la tierra el más grande de sus servidores, y a quien nos complacemos en considerar en los cielos grande también, por el poder y la gloria que se os han otorgado! Recibid, bienaventurado Juan Bautista, los honores y las felicitacioens que os rinde mi corazón, asociándose a la Santa Iglesia, que hace de vos este día conmemoración respetuosa.

Vos que clamáis en el desierto (Isaías 40:3) para dirigir a los pecadores por los caminos del Señor, haceos oír también de nuestras almas y enderezad nuestros pasos, con vuestra asistencia, por la senda de la virtud que con tanta constancia practicásteis.

Vos, que vinísteis a la tierra para dar testimonio de la luz (S. Juan 1:6-34), alcanzad que esa divina luz nos ilumine, y que rindamos con nuestras obras testimonio de ella.

Vos, que merecísteis la honra de ser feliz precursor del Autor divino de la gracia, haced que este día sea también, mediante vuestros ruegos poderosos, precursor fausto para nosotros del día eterno que esperamos de esa misma gracia, para que os acompañemos en la felicidad de bendecir y ensalzar perpetuamente el supremo poder y la misericordia infinita, de Aquel que hace y recompensa a los santos.

Amén.


21.12.23

Oración para el día de nuestro santo



Oración inicial:
Glorificado sea el Señor Dios nuestro todopoderoso, que tantas gracias se dignó dispensar al bienaventurado San N (decir el nombre, o bien: bienaventurada Santa N), en el cual honramos su soberana elección, y cuyo patrocinio le pedimos humildemente para cuantos llevamos su glorioso nombre, o le dedicamos particular afecto.

Amén.


Oración al santo:
Bienaventurado San N: en este día en que toda la Iglesia celebra vuestra dicha, ¿cómo no iba a ofreceros yo, que aunque indignamente llevo vuestro nombre, particular y tiernísimo homenaje?

Permitidme, glorioso patrón mío, saludaros lleno de gozo en medio de las miserias de este valle de lágrimas, y felicitaros con todo mi corazón por vuestra ventura, que me complazco en considerar y por la que rindo fervorosas gracias a nuestro Señor munífico.

Presentadle ese agradacimiento vos mismo, San N, y dádselas igualmente en mi nombre por haberme concedido en vos tan santo modelo y poderoso abogado, suplicándole también que, por amor vuestro, me conceda a mí y a todos los que tengamos la honra de llevar vuestro fausto nombre, la gracia de no deshonrarlo con nuestra conducta, sino antes bien, santificarlo de nuevo con lágrimas de penitencia, las cuales nos alcancen la vida eterna en donde esperamos haceros compañía.

Por Jesucristo, nuestro Salvador. Amén.


20.12.23

Dies Irae (traducido y en paráfrasis)



¡O día de cólera y de venganza, que debe de reducir a cenizas todo el universo, según los oráculos de David y las predicciones de la Sibila!

¡Cual será el terror de los hombres, cuando aparezca el soberano Juez para examinar todas sus acciones, según el rigor de su justicia!

Haciéndose oír el horrísono son de la trompeta sobre los sepulcros, reunirá a todos los muertos ante el tribunal del Señor.

Toda la naturaleza, la muerte misma, se llenarán de asombro y de terror cuando resuciten los hombres, para responder ante este Juez terrible.

Se abrirá el libro en que está escrito cuanto debe servir de materia a este juicio formidable.

Y una vez el Juez se siente sobre su trono, se verá al descubierto todo lo que estaba oculto, y ningún delito quedará impune.

¿Qué diré yo entonces, miserable? ¿A quién suplicaré que interceda por mí con el Juez, ante quien hasta los justos no se atreven a comparecer sino temblando?

¡Oh Rey, cuya majestad nos será entonces tan terrible! Dios, que salvas a todos tus elegidos por una misericordia totalmente gratuita, sálvame por esa misma infinita bondad, mientras aún pueda implorar.

Acuérdate, ¡oh piadosísimo Jesús!, de que por mí has descendido del cielo a la tierra, no me pierdas en aquel día terrible.

Te has querido cansar buscándome, has sufrido muerte de cruz por rescatarme..., no permitas que yo pierda el fruto de tus trabajos.

¡Oh justo Juez!, que castigarás los crímenes con una inflexible justicia, concédeme el perdón de mis faltas antes del día de tu riguroso juicio.

Conozco que soy culpable, y mis pecados me hacen llorar y me cubren de confusión; perdona, Dios mío, a este criminal que implora tu misericordia.

Tú, que perdonaste a María la pecadora, y oíste las súplicas del ladrón que te imploraba, tú me has dado motivo de que espere en tu bondad.

Sé que mis súplicas son indignas de ser oídas, pero sólo me apoyo en tu clemencia, y a ella pido el no ser condenado al fuego eterno.

Sepárame de los machos cabríos que estarán a tu izquierda, y colócame a la derecha con las ovejas de tu rebaño.

Sepárame de aquellos malditos que arrojarás de tu presencia y que condenarás a los tormentos, y llámame hacia Ti, con los que ha bendecido tu Padre.

Me prosterno ante tu majestad con un corazón traspasado por el dolor de mis culpas, y te encomiendo mi muerte y lo que debe seguirla para siempre.

¡Oh día terrible, en el cual el hombre culpable saldrá del polvo del sepulcro, para ser juzgado por aquél a quien ofendió!

Perdona, ¡oh Dios de misericordia!, y concede, ¡oh Jesús amantísimo!, concede el eterno descanso a aquellos por quienes te imploramos.

Amén.