Bienaventurado San Roque, yo os saludo, os felicito y os imploro, como glorioso e importante en el feliz reino de las eternas delicias. Sed servido de aceptar mis respetos y mis súplicas, preservando -por vuestra intercesión- a mi cuerpo de los peligros de la peste, y más aún a mi alma del contagio de los vicios.
Sí, bendito del Señor: alcanzadnos la salubridad del aire, pero también la pureza del corazón a fin que, haciendo santo uso de la salud, logremos gozar con vos la inmortal felicidad que con vuestras virtudes merecísteis, y por la cual bendigo humildemente y rindo mil acciones de gracias (que os ruego le presentéis vos mismo) al soberano dispensador de todo bien perfecto.
Amén.
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