Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

21.12.23

Oración para el día de nuestro santo



Oración inicial:
Glorificado sea el Señor Dios nuestro todopoderoso, que tantas gracias se dignó dispensar al bienaventurado San N (decir el nombre, o bien: bienaventurada Santa N), en el cual honramos su soberana elección, y cuyo patrocinio le pedimos humildemente para cuantos llevamos su glorioso nombre, o le dedicamos particular afecto.

Amén.


Oración al santo:
Bienaventurado San N: en este día en que toda la Iglesia celebra vuestra dicha, ¿cómo no iba a ofreceros yo, que aunque indignamente llevo vuestro nombre, particular y tiernísimo homenaje?

Permitidme, glorioso patrón mío, saludaros lleno de gozo en medio de las miserias de este valle de lágrimas, y felicitaros con todo mi corazón por vuestra ventura, que me complazco en considerar y por la que rindo fervorosas gracias a nuestro Señor munífico.

Presentadle ese agradacimiento vos mismo, San N, y dádselas igualmente en mi nombre por haberme concedido en vos tan santo modelo y poderoso abogado, suplicándole también que, por amor vuestro, me conceda a mí y a todos los que tengamos la honra de llevar vuestro fausto nombre, la gracia de no deshonrarlo con nuestra conducta, sino antes bien, santificarlo de nuevo con lágrimas de penitencia, las cuales nos alcancen la vida eterna en donde esperamos haceros compañía.

Por Jesucristo, nuestro Salvador. Amén.


20.12.23

Dies Irae (traducido y en paráfrasis)



¡O día de cólera y de venganza, que debe de reducir a cenizas todo el universo, según los oráculos de David y las predicciones de la Sibila!

¡Cual será el terror de los hombres, cuando aparezca el soberano Juez para examinar todas sus acciones, según el rigor de su justicia!

Haciéndose oír el horrísono son de la trompeta sobre los sepulcros, reunirá a todos los muertos ante el tribunal del Señor.

Toda la naturaleza, la muerte misma, se llenarán de asombro y de terror cuando resuciten los hombres, para responder ante este Juez terrible.

Se abrirá el libro en que está escrito cuanto debe servir de materia a este juicio formidable.

Y una vez el Juez se siente sobre su trono, se verá al descubierto todo lo que estaba oculto, y ningún delito quedará impune.

¿Qué diré yo entonces, miserable? ¿A quién suplicaré que interceda por mí con el Juez, ante quien hasta los justos no se atreven a comparecer sino temblando?

¡Oh Rey, cuya majestad nos será entonces tan terrible! Dios, que salvas a todos tus elegidos por una misericordia totalmente gratuita, sálvame por esa misma infinita bondad, mientras aún pueda implorar.

Acuérdate, ¡oh piadosísimo Jesús!, de que por mí has descendido del cielo a la tierra, no me pierdas en aquel día terrible.

Te has querido cansar buscándome, has sufrido muerte de cruz por rescatarme..., no permitas que yo pierda el fruto de tus trabajos.

¡Oh justo Juez!, que castigarás los crímenes con una inflexible justicia, concédeme el perdón de mis faltas antes del día de tu riguroso juicio.

Conozco que soy culpable, y mis pecados me hacen llorar y me cubren de confusión; perdona, Dios mío, a este criminal que implora tu misericordia.

Tú, que perdonaste a María la pecadora, y oíste las súplicas del ladrón que te imploraba, tú me has dado motivo de que espere en tu bondad.

Sé que mis súplicas son indignas de ser oídas, pero sólo me apoyo en tu clemencia, y a ella pido el no ser condenado al fuego eterno.

Sepárame de los machos cabríos que estarán a tu izquierda, y colócame a la derecha con las ovejas de tu rebaño.

Sepárame de aquellos malditos que arrojarás de tu presencia y que condenarás a los tormentos, y llámame hacia Ti, con los que ha bendecido tu Padre.

Me prosterno ante tu majestad con un corazón traspasado por el dolor de mis culpas, y te encomiendo mi muerte y lo que debe seguirla para siempre.

¡Oh día terrible, en el cual el hombre culpable saldrá del polvo del sepulcro, para ser juzgado por aquél a quien ofendió!

Perdona, ¡oh Dios de misericordia!, y concede, ¡oh Jesús amantísimo!, concede el eterno descanso a aquellos por quienes te imploramos.

Amén.


19.12.23

Para Google, la imagen del Cristo de la Sábana Santa de Turín es "desagradable"



Ayer recibimos una notificación por parte de Google en el Oratorio Carmelitano. Nos resultaba bastante extraño, porque nunca habíamos tenido ningún problema de ningún tipo en nuestras entradas que, como bien sabéis, ni se meten en política, ni en asuntos profanos, tan sólo, única y exclusivamente, en "asuntos divinos", que es lo que nos motiva y nos interesa, principalmente: proclamar la Buena Nueva y, en especial, divulgar y difundir la devoción hacia Nuestra Señora del Carmelo.

Cuando acudimos a la mencionada notificación, nos llevamos una desagradable sorpresa: Google había penalizado nuestro contenido porque la entrada en la que se mostraba el crucifijo realizado a partir de los signos y heridas halladas en la Sábana Santa de Turín era -para Google, insistimos- "contenido desagradable". Nos quedamos de piedra.

Cualquiera que visite YouTube -que es de la misma Google- se encontrará con multitud de vídeos muy, muy desagradables. Cualquiera que haga una mínima navegación por el mismo buscador de Google, se encontrará imágenes y páginas con contenido mucho más desagradable (pornografía, asesinatos, torturas, cochinadas varias...), que sin embargo campan a sus anchas con el beneplácito de los propietarios de ese buscador. Llama la atención que ese ataque y ese castigo se dirija a una página cristiana, porque si esta página fuese de otro tipo -incluso de otras religiones- lo más seguro es que ni se atreverían a penalizarla, ni la castigarían, porque eso es "la moda" y "lo que se lleva". Pero hoy en día ser cristiano es ser perseguido en todas partes, incluso en Internet si tienes una página o un servicio religioso para el público. Pero eso ya nos lo había advertido nuestro Señor, que seríamos perseguidos e, incluso, habría quienes por ello creerían que hacen un bien a los demás y hasta a Dios.

Para Google, la solución pasa porque retiremos esa página web. No lo vamos a hacer. Antes debemos obedecer a nuestro Señor que al mundo. Puede que con ello pongamos en riesgo el blog del Oratorio Carmelitano y tantos años publicando y difundiendo, en paz y buscando sólo el servicio al pueblo cristiano, la devoción cristiana a través oraciones de todo tipo (que es el papel principal de un Oratorio, por cierto). Empezar a borrar contenido porque a alguien le moleste una cruz, o le moleste ver a Cristo con todas las señales del Calvario que sufrió por nosotros, sería como empezar a eliminar el blog. Sería como negar al Señor. Y obviamente, por mucho que nos ataquen, eso -con la ayuda del Señor- jamás pasará. No nos doblegarán, ni nos obligarán a renegar de nuestra fe, moleste a quien moleste.

Aunque hemos dicho que nos sorprende, la realidad es que este tipo de acciones no nos deberían de sorprender. Hoy la sociedad no quiere ver a Cristo, le molestan las cruces, las retiran de las escuelas y de los edificios públicos, no quieren que nadie critique ni eche a ver sus pecados, las injusticias y las codicias y avaricias de nuestros tiempos, y sobre todo, sobre todo, huyen como de la peste del crucificado. Para Google, la imagen del Cristo doliente para nuestra salvación es "contenido desagradable". Así es. No se puede decir más claro. Efectivamente, es contenido desagradable para Google, y para el mundo. Pero ánimo, "Yo he vencido al mundo".

"Yo, que soy la luz, he venido al mundo para que los que creen en mí no se queden en la oscuridad. Pero a aquel que oye mis palabras y no las obedece, no soy yo quien lo condena; porque yo no vine para condenar al mundo, sino para salvarlo. El que me desprecia y no hace caso de mis palabras, ya tiene quien lo condene: las palabras que yo he dicho lo condenarán en el día último".
San Juan 12:44-50


18.12.23

Oración por las ánimas del Purgatorio, para el día de los fieles difuntos



Ayer, misericordiosísimo Dios, se regocijaba vuestra Iglesia con la felicidad de sus hijos triunfantes, y os rendía gracias por todas las que en ellos os dignásteis derramar con munífica mano.

Hoy llega a vuestras plantas esa Iglesia con plegarias y lágrimas, para imploraros humildemente, ¡oh Juez Soberano!, en favor de sus hijos difuntos que aún expían las culpas de su vida lejos de vuestra presencia adorable.

Yo me uno en general, y en particular, de corazón y de palabra, a todos los fieles que elevan al trono de vuestra Majestad el grito de sus ansias fraternales. Me uno a todos y a cada uno, para rogaros por cuantos necesitan el auxilio de nuestras oraciones y sufragios, y os suplico, Señor, aceptéis benigno nuestros ruegos -sin mirar la indignidad que reconocemos en nosotros-, los cuales ofrecemos en la fe del poderoso nombre de Jesucristo, a cuya cruz nos acojemos todos.

Con la confianza que ese signo sagrado nos inspira os pido, Dios Todopoderoso, asociando mi humilde voz a la de mis hermanos, perdón, gracia y absolución para todos los miembros de la cristiana grey que no habitan ya en la tierra. Mirad las llagas de vuestro divino Hijo, que son otras tantas bocas por las que el amor pide clemencia, y aplacada la justicia con el holocausto de la víctima eterna que se inmoló por nosotros, abrid, ¡Padre celestial!, abrid ya las puertas de la patria a tantas almas que anhelan contemplar entre los resplandores de la gloria que tiene a vuestra diestra, al que reconocieron y adoraron Dios en el establo de Belén y en el suplicio del Gólgota.

Ignorando, Señor, cuántos de los que me dísteis por parientes y amigos se hallarán en el número de esas almas todavía desterradas, os dirijo especialísimos ruegos por los muertos de mi familia, por todos los que me fueron cercanos por vínculos de sangre o de cariño.

Dios bueno, volved las miradas de vuestra misericordia hacia vuestros siervos y siervas, hacia (se puede decir, opcionalmente, el nombre de algunos difuntos), según lo espero de vuestra piedad infinita, y cuando salgamos los que aún vivimos sobre la tierra de este valle de lágrimas donde es tan precaria nuestra pobre existencia, concedednos, Vos que permanecéis eternamente, el perdón que os pedimos hoy para los que nos han precedido, y en nombre de los cuales y en el mío os rindo humildes acciones de gracias, por cuantos beneficios les dispensásteis.

Gracias también, Señor benignísimo, por este día en el que nos permitís dedicar al sufragio de sus almas, y por todas las buenas obras que durante él os dignéis inspirarnos, las cuales os presentamos reverentemente por mano de la bienaventurada Virgen María en su advocación carmelitana, a quien invocamos como abogada, y a quien reconocemos con toda la Iglesia como Consoladora de los afligidos y Refugio de los pecadores.

Amén.


(Ahora se rezan tres padrenuestros y tres Ave María, en honor de la Santísima Trinidad y sufragio de los difuntos, diciendo al final de cada "gloria" las palabras siguientes):

Que por la misericordia de Dios, los méritos de nuestro Señor Jesucristo, y la intercesión de su bendita Madre Nuestra Señora del Carmelo, las almas de los fieles difuntos descansen en paz.

Amén.


17.12.23

Homenaje para el día de Todos los Santos



Oración inicial:
Señor Dios mío, dignaos permitirme -a pesar de mi indignidad- que en este señalado día en que la Iglesia militante os rinde acciones de gracias por la felicidad de la Iglesia triunfante, se asocie mi humilde voz a todas las que os glorifican y bendicen, honrando la memoria de vuestros santos.

Ellos, Señor, son los dignos modelos que, como imágenes suyas, nos dejó en la tierra vuestro divino Hijo.

Ellos contemplan, dichosos para siempre, la gloria de aquel Glorioso Maestro, cuyas lecciones practicaron, cuyas huellas siguieron, cuya gracia patentizaron a vista del mundo con la santidad de su vida, y hoy reinan con Él en vuestra mansión dichosa, intercediendo por los hermanos que aún combatimos y sufrimos en este valle de lágrimas.

Reciba, pues, vuestra misericordia, con esos ruegos que os dirige su depurada caridad, los que osamos pronunciar bajo su amparo, nosotros pobres pecadores, que al hacer memoria de los triunfos que concedísteis a tantos campeones de Jesucristo, os pedimos rendidamente que, en virtud de los méritos del mismo Redentor nuestro, nos dispenséis la gracia de que acertemos a honrar a sus bienaventurados servidores con la imitación constante de sus virtudes.

Amén.