Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

6.12.23

Oración en memoria de la huida a Egipto de la Sagrada Familia



La Virgen María huyó con San José, llevando en brazos a su divino Hijo, para salvarlo de los furores de Herodes que procuraba su muerte.


Oración:
No se hizo esperar mucho, Madre del Mesías, el inicio del cumplimiento de la profecía de Simeon. Os vemos con los ojos del alma huír a Egipto con vuestro santo esposo, llevando en brazos al divino Niño amenazado de muerte. Dejadnos contemplar con Vos ese misterio inefable, y alcanzadnos, Señora, la sencilla obediencia y respetuosa resignación con que emprendísteis y soportásteis tan dolorosa huida, aún llevando contigo a Aquel de cuya indignación no pueden huir las mismas Potestades del cielo.

Pedidle a vuestro amado Hijo, asimismo, que nos conceda la gracia, la inteligencia y la sabiduría, de saber huir nosotros de todos los caminos del mal, que llevan a la muerte.

Amén.


5.12.23

Oración a nuestra Señora, en recuerdo de la profecía de Simeon



El anciano Simeon anunció a la Santísima Virgen que el precioso Niño presentado por ella en el templo, y reconocido por él como el Mesías prometido, sería una espada de dolor para el corazón de su gloriosa Madre.


Oración:
¡Oh Vos, cuyas santas alegrías maternales fueron siempre seguidas de cruelísimos dolores! Vednos aquí a vuestros pies, recordando la triste profecía de Simeon, que puso delante de vuestros ojos, desde los primeros hermosos días de vuestra felicidad de Madre, la terrible espada que había de traspasaros.

Nuestros pecados, Señora, son nuestros pecados los que templaron ese acero y afilaron su punta; nuestros pecados fueron los que condenaron a vuestro inocentísimo Jesús a todos aquellos tormentos de su amarga pasión, que de angustiosa desolación os destrozaron el alma.

Nos pesa, María dulcísima, nos pesa nuestra iniquidad, reparada de manera tan cruenta y terrible. Pero dignaos acordaros también que esa miseria humana, que tan cara os costó, fue la que os atrajo a la dicha de encarnar al Verbo de Dios en vuestro seno purísimo. Vos fuisteis Madre por ser nosotros pecadores, y la espada de dolor que amenazó tan anticipadamente vuestra alma, era la misma que debía herir mortalmente y para siempre al enemigo que perdió a nuestros padres y esclavizaba a toda su descendencia.

Ante esta consideración recibid, Señora, benignamente el homenaje de nuestra reverencia, y alcanzadnos que esa espada de dolor que hirió vuestro santo corazón, hiera los nuestros criminales, con profundo arrepentimiento de las culpas cometidas.

Amén.


4.12.23

Oración para la Octava de Pascua de Resurrección



Simultáneamente al Tiempo Pascual (período litúrgico de cincuenta días en los que la Iglesia Católica celebra la cúspide de la obra de la salvación, que es la Resurrección de Cristo, el Señor), también conocido como "Cincuentena Pascual", y que concluye con la Solemnidad de Pentecostés, empieza también la llamada "Octava de Pascua". La Octava de Pascua es la primera semana de la Cincuentena Pascual que acabamos de explicar, y como su nombre sugiere, equivale al periodo de ocho días continuos en los que se celebra la Resurrección de Cristo. Lo hermoso de estos ocho días, que van de domingo a domingo, radica en que deben ser vividos como si fueran "un solo día". Se trata, pues, de un "largo domingo" o "gran domingo" en el que el júbilo por Cristo que ha resucitado y ha vuelto a la vida se prolonga con la misma intensidad.

El Salvador resucitado se hizo ver de las santas mujeres y de los discípulos; pero nada dice el Evangelio respecto a su gloriosa Madre, partícipe también de su pasión. Este silencio es elocuente. María, la llena de gracia, la llena de fe, la llena de amor, ¿necesitaba ver corporalmente a Jesús para creer en su Resurrección? Además, ¿separaría la muerte misma aquellas dos almas de Hijo y Madre?

Respetemos tan sagrados secretos, penetrados al mismo tiempo de la firme certeza de que nadie pudo antes que la Santísima Virgen, gozar el júbilo inmenso de la Resurrección de su Hijo.



Oración:
Madre venturosa del vencedor del sepulcro, nosotros no hemos visto, como Magdalena y los discípulos de Jesús, el Divino cuerpo del que era, como dice la Escritura, el primogénito de entre los muertos, pero creemos con Vos en su Resurrección triunfante, y con Vos cantamos aleluya en el santuario de nuestra alma.

¡Ah, Señora!, no nos corresponde sino alabar silenciosos el secreto sagrado de las inefables alegrías que, antes que nadie, recibísteis con la gran victoria de vuestro divino Hijo, pero transportados por el propio regocijo osamos, ¡oh María!, congratularnos con Vos, y rogaros que en agradecimiento de ese gran suceso -cuya eterna memoria celebramos-, os dignéis obtenernos del que subió a los cielos y está a la diestra del Padre, el honor de ser parte en el triunfo de su Resurrección.

Amén.


3.12.23

La Santísima Virgen María, privilegiada discípula de Jesús



Los Evangelios nos muestran a María siguiendo a su Divino Hijo durante sus predicaciones, y fue por tanto testigo de los milagros del Salvador, y de las bendiciones que le daban los pueblos.


Oración:
Meditando un instante, Madre del Divino Maestro, sobre cuales serían vuestros sentimientos cuando escuchábais la difusión del Evangelio, y contemplábais los milagros del poder de vuestro Hijo por los que los pueblos le seguían los pasos y le bendecían, llegamos a Vos, Señora, para regocijarnos también con la Santa gloria del Evangelizador de los pobres, y para bendecirle con la multitud de gentes que le creían.

Pedidle que, pues daba luz a los ciegos, salud a los enfermos, vida a los difuntos..., nos abra también los ojos para ver claramente nuestras culpas y miserias, y sus infinitas misericordias. Y así, nos sane para siempre de tantas envejecidas úlceras del alma, nos haga revivir finalmente para una nueva existencia de virtud, a fin de que se cumpla en nosotros "la Buena Nueva" de eterna salvación, que Él vino a traer al mundo.

Amén.


2.12.23

Oración en recuerdo al momento de encontrar a Jesús



Oración en recuerdo a la angustia de María cuando perdió a su Hijo, y el regocijo que sintió al volver a encontrarlo.

La Virgen Madre y su digno esposo San José, notando la ausencia de Jesús en la caravana de la que volvían de Jerusalén hacia Nazareth, le buscaron con indecible afán, y al tercer día tuvieron el gozo de encontrarlo en el Templo, preguntando y respondiendo con divina sabiduría a los doctores de la Ley, aunque sólo contaba aún con doce años.


Oración:
¡Oh la más tierna de las Madres! Cual debió ser el gozo de vuestro corazón, cuando después de buscar por tres días al tierno infante que era vuestra delicia, le hallásteis en el templo, conversando con los doctores y enseñándoles sabiduría divina.

Hacednos hoy, Virgen generosa, hacednos partícipes de vuestro júbilo, ayudándonos a hallar a Jesús y a aprender de Él la ciencia de los santos.

Amén.