Los Evangelios nos muestran a María siguiendo a su Divino Hijo durante sus predicaciones, y fue por tanto testigo de los milagros del Salvador, y de las bendiciones que le daban los pueblos.
Oración:
Meditando un instante, Madre del Divino Maestro, sobre cuales serían vuestros sentimientos cuando escuchábais la difusión del Evangelio, y contemplábais los milagros del poder de vuestro Hijo por los que los pueblos le seguían los pasos y le bendecían, llegamos a Vos, Señora, para regocijarnos también con la Santa gloria del Evangelizador de los pobres, y para bendecirle con la multitud de gentes que le creían.
Pedidle que, pues daba luz a los ciegos, salud a los enfermos, vida a los difuntos..., nos abra también los ojos para ver claramente nuestras culpas y miserias, y sus infinitas misericordias. Y así, nos sane para siempre de tantas envejecidas úlceras del alma, nos haga revivir finalmente para una nueva existencia de virtud, a fin de que se cumpla en nosotros "la Buena Nueva" de eterna salvación, que Él vino a traer al mundo.
Amén.
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