Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

29.10.23

Oración para los momentos previos de la confesión



Yo voy, Juez Eterno, a presentarme humildemente ante vuestro Tribunal augusto. Poned la verdad en mis labios para que, acusándome con justicia, merezca vuestra misericordia.

Poned en mi corazón un profundo arrepentimiento y un firme propósito de nunca más faltar a vuestra ley divina.

Dignaos escucharme, Señor, dignaos inspirarme, y pronunciar sobre este vuestro siervo absolución y remisión completa de sus culpas, mediante la cruz y los méritos de Jesucristo.

Amén.




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28.10.23

El Miserere en paráfrasis



¡De ti demando, oh Dios mío, misericordia!
Ten misericordia del alma mía,
líbrala ya del ofresor infando,
cuya audaz tiranía
pretendió hacerla esclava.

Que tu fuerte diestra
su yugo destruya,
diestra que el empíreo alaba,
y el rastro vil de mi deshonra lava.
Según la gran misericordia tuya,
lávame más y más, que está delante de mis ojos mi culpa,
y me acobarda su recuerdo incesante.

Pues nunca tu piedad se muestra tardía
si a ella recurre un pecho arrepentido,
no desoigas mi voz, cuando con llanto,
misericordia pido.

Falté, Señor, a tu precepto santo,
mas Tú tendrás clemencia,
porque engendrado en el pecado he sido
y fue el pecado mi primera herencia.

Tú eres de mi alma dueño,
purifícala y templa su amargura,
dispensándola, ¡oh Dios!, depuesto el ceño,
del perdón la dulzura.

Digno soy de tu enojo,
y es tu venganza justa,
mas no me arrojes como vil despojo
de tu presencia augusta.

Recuerda por piedad que en algún día
de tu amor me mostraste los secretos,
y adoré tu gran sabiduría
y tus celestiales decretos.

Retórname, pues, Señor, retórname a aquellas glorias, ventura y calma,
borrando del pecado sus infames huellas
renueva ya mi alma.

Hazla sentir los santos embelesos
con que al perdón benéfico acompañas,
y temblarán gozosas mis entrañas
estremecidos de placer mis huesos.

Feliz entonces, con sublime canto,
celebraré tus dones,
conocerán tu nombre sacrosanto
las naciones extrañas.

Con ecos de perpetuas bendiciones
se extenderá tu excelso poderío,
para que el ciego a conocerte aprenda
y a ti venga el hombre impío
abandonando su precita senda
y así ensalzando el nuevo beneficio.

Mi agradecido pecho te ofreceré por grato sacrificio,
un corazón en lágrimas deshecho tú lo recibirás benigno y dulce,
pues nunca rechazaste al penitente.

Y luego, más ferviente, por tu pueblo rogando,
Alza -diré- tu brazo omnipotente,
que tu poder destruya al enemigo,
y mira clemente a tu culpable grey
según la gran misericordia tuya.

27.10.23

Oración para después del examen de conciencia (previo a la confesión)



Señor Dios mío: os pido rendidamente perdón por todas las culpas que he cometido contra Vos, contra mi prójimo, contra mí mismo, y que me habéis dispensado la merced de hacerme conocer. Sumergido me veo en la miseria, porque mis iniquidades se levantan sobre mi cabeza, agobiándome como un peso insoportable (Salmo 37).

Tened, pues, piedad de este miserable pecador, escuchad mi humilde confesión y no me castiguéis en vuestra cólera (Salmo 37).

26.10.23

Los siete pecados capitales: envidia



La envidia es una pasión tan vil que la niegan hasta los que son más viles; tan dañina, que pugna por constituir al corazón que la abriga en más infeliz que lo que ella misma quisiera hacer a los objetos de su odio.

La caridad fraterna es su antídoto indispensable. Por ello, hemos de amarnos todos los unos a los otros, según nos lo ha dicho Cristo, y de ese modo el bien ajeno, lejos de ser nuestro tormento, será nuestro gozo.

Pero, ¿podemos decir que así lo hemos sentido hasta hoy? Reflexione en ello el penitente.

Contemplemos pues, en suma, brevemente la belleza de estas siete virtudes, y la fealdad de estos siete vicios. Dispongamos nuestra alma a amar y a elegir las primeras, rechazando y aborreciendo los segundos, y con dolor de todos los pecados que hemos descubierto al examinarnos, y de vernos tan sumamente miserables que ni aún somos capaces por nosotros mismos de arrepentirnos como debemos, postrémonos ante Dios que es rico en misericordia, y vayamos a confesarnos con sinceridad.




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25.10.23

Los siete pecados capitales: pereza



La pereza es una especie de somnolencia del alma, que la incapacita para todo bien, y engendra la ociosidad, madre de mil males. Este vicio se combate con la diligencia. Pongamos orden en todas nuestras cosas, distribuyamos meditadamente nuetro tiempo, esforcémonos en seguir un método de vida laborioso, y entonces es seguro que la pereza, vencida, no osará dominarnos.

Debemos preguntarnos en nuestro examen de conciencia: ¿resuelvo hacer todo ello para vencer a la pereza, con constancia?




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