Desprecio de los bienes mundanos

25.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (189)



9. Pero es aquí de notar cómo el alma a pesar de estar sintiéndose tan miserable y tan indigna de Dios tiene -en medio de estas tinieblas purgativas- tan osada y atrevida fuerza para ir a juntarse con Dios. La causa es que, como ya el amor le va dando fuerza con las cuales le ame de veras, y la propiedad del amor es quererse unir y juntar e igualar y asimilar a la cosa amada para perfeccionarse en el bien de su amor, se produce el que, aún no estando esta alma perfeccionada en amor por no haber llegado a la unión, la hambre y sed que tiene de lo que le falta -que es la unión con su ser amado- y las fuerzas que ya el amor ha puesto en la voluntad con que le ha hecho apasionada, la hagan ser osada y atrevida según la voluntad inflamada, aunque según el entendimiento (por estar a oscuras y no ilustrado) se siente indigno y se conoce miserable.

10. No quiero dejar aquí de decir la causa por la que, pues esta luz divina es siempre luz para el alma no la da, tras impactar en ella, la suficiente claridad como lo hace después, antes en su lugar le causa las tinieblas y trabajos que hemos mencionado. A este respecto algo estaba ya dicho antes de esto [se encuentra la explicación del contraste, no en la luz misma, sino en la indisposición del sujeto hasta que está debidamente purgado de sus miserias y limitaciones o indisposiciones naturales. A este propósito el Santo aplica las imágenes del rayo del sol y la vidriera, del fuego y el madero], pero a este particular podemos responder que las tinieblas y los demás males que el alma siente cuando esta divina luz embiste no son tinieblas ni males de esa luz, sino de la misma alma, y la luz le alumbra para poder mostrárselas. Al hacerlo desde luego le da claridad esta divina luz, pero con ella el alma no puede ver primero sino lo que tiene más cerca de sí o, por decirlo mejor, en sí, que son sus tinieblas o miserias, las cuales ve ya por la misericordia de Dios, y sin embargo antes no las veía porque no incidía en ella esta luz sobrenatural. Y ésta es la causa por la que al principio no siente sino tinieblas y males mas, después de purgada con el conocimiento y sentimiento de esos males, tendrá ojos para que esta luz la muestre los bienes de la luz divina. Una vez expelidas ya todas estas tinieblas e impresiones del alma, ya parece que van pareciendo los grandes provechos y bienes que va consiguiendo el alma en esta dichosa noche de contemplación.

11. Pues por lo dicho queda entendido cómo Dios hace favores al alma al limpiarla y curarla con esta fuerte lejía y amarga purga, según la parte sensitiva y la espiritual, de todas las afecciones y hábitos imperfectos que en sí tenía acerca de lo temporal y de lo natural, sensitivo, especulativo y espiritual, oscureciéndole las potencias interiores y vaciándoselas respecto de todo ello, y apretándole y enjugándole las afecciones sensitivas y espirituales, debilitándole también y reduciéndole las fuerzas naturales del alma acerca de todo ello (lo cual nunca el alma por sí misma podría conseguir, como luego diremos) [por eso mismo se llama La noche pasiva, ya que es tal porque no puede realizarse sin la intervención directa de Dios]. De esta forma la va haciendo Dios desfallecer a todo lo que no es el mismo Dios naturalmente, para irla vistiendo de nuevo, desnuda y desollada ya ella de su antiguo pellejo. Y así, se le renueva, como al águila, su juventud (Sal. 102,5), quedando vestida del nuevo hombre, que es criado, como dice el Apóstol (Ef. 4, 24), según Dios. Lo cual no es otra cosa sino alumbrarle el entendimiento con la lumbre sobrenatural, de manera que de entendimiento humano se haga divino unido con el divino y, ni más ni menos, inflamarle la voluntad de amor divino, de manera que ya no sea voluntad menos que divina, no amando menos que divinamente, hecha y unida en uno con la divina voluntad y amor, así también no menos con la memoria, y también todas las afecciones y apetitos, mudados y vueltos según Dios divinamente. Y de esta forma esta alma será ya alma del cielo, celestial, y más divina que humana.

Todo lo cual, según se ha ido viendo por lo que hemos explicado, va Dios haciendo y obrando en ella por medio de esta noche, ilustrándola e inflamándola divinamente con ansias de sólo Dios, y no de otra cosa alguna. Por todo eso muy justa y razonablemente añade luego el alma el tercer verso de la poesía, que dice así:


¡oh dichosa ventura!


CAPÍTULO 14
Se exponen y explican los tres versos últimos de la primera poesía.


1. Esta "dichosa ventura" es debido a lo que dice luego en los siguientes versos, argumentando:


salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada


Tomando la metáfora del que, para hacer mejor su actividad sale de su vivienda de noche, a oscuras, sosegados ya los de la casa, con el fin de que ninguno le moleste [esta interpretación propia e inmediata de los versos apunta a una vinculación próxima entre la experiencia dolorosa de la huida de la Cárcel de Toledo y el símbolo espiritual de "la noche". Todo hace suponer que el arranque del símbolo poético procede del recuerdo personal de la fuga del Santo de la prisión de Toledo.].

Puesto que, como esta alma había de salir a hacer un hecho tan heroico y tan raro, que era unirse con su Amado divino afuera -porque el Amado no se halla sino únicamente afuera, en la soledad-, precisamente por eso la Esposa le deseaba hallar solo, diciendo (Ct. 8, 1): "¿Quién te me diese, hermano mío, que te hallase yo solo afuera y se comunicase contigo mi amor?". Le conviene a esta alma enamorada, para conseguir su fin deseado, hacerlo también así, que saliese de noche, adormecidos y sosegados todos los domésticos de su casa, esto es, las operaciones bajas y las pasiones y apetitos de su alma totalmente adormilados y apagados por medio de esta noche, que en este símil son la gente de casa que, si están despiertas, siempre estorban estos sus bienes para el alma, enemigas como son de que el alma salga libre hacia los mencionados bienes. Porque éstos son los domésticos que dice nuestro Salvador en el Evangelio (Mt.10, 36) que son los enemigos del hombre. Y así convenía que las operaciones de éstos con sus movimientos estén dormidos en esta noche, para que no impidan al alma los bienes sobrenaturales de la unión de amor de Dios, porque durante la viveza y operación de éstos no puede ocurrir tal cosa ya que toda su obra y movimiento natural antes estorba que ayuda a recibir los bienes espirituales de la unión de amor. Esto es así por cuanto queda corta toda habilidad y esfuerzo natural en comparación de los bienes sobrenaturales que Dios por sólo infusión suya pone en el alma pasiva y secretamente, en el silencio. Y por lo tanto es menester que se detengan todas las potencias y se encuentren en actitud pasivamente para recibirle, no entremetiendo allí su baja obra y vil inclinación.


24.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (188)



5. Pero aquí conviene notar que, aunque en sus inicios cuando comienza esta noche espiritual no se siente esta inflamación de amor, por no haber empezado este fuego de amor a emprender, en lugar de eso da desde luego Dios al alma un amor estimativo tan grande de Dios que, como hemos dicho, todo lo más que padece y siente en los trabajos de esta noche es el ansia de pensar si tiene perdido a Dios y divagar en que si está abandonada de Él. Y así, siempre podremos decir que desde el principio de esta noche va el alma tocada con ansias de amor, ahora de estimación, ahora también de inflamación.

Y se ve que la mayor pasión que siente en estos trabajos es este recelo porque, si entonces se pudiese certificar que no está todo perdido y acabado, sino que aquello que pasa es por algo mejor, como realmente lo es, y que Dios no está enojado, no se le daría nada de todas estas penas, antes se regocijaría sabiendo que de ello se sirve Dios. Porque es tan grande el amor de estimación que tiene a Dios -aunque a oscuras, sin ella sentirlo-, que no sólo eso, sino que se alegraría de morir muchas veces por satisfacerle. Pero cuando ya la llama ha inflamado el alma, juntamente con la estimación que ya tiene de Dios tal fuerza y brío suele cobrar y ansia con Dios, comunicándose el calor de amor que, con gran osadía, sin remirar en cosa alguna ni tener respeto a nada, en la fuerza y embriaguez de su amor y su deseo, sin mirar siquiera lo que hace, haría cosas extrañas e inusitadas por cualquier modo y manera que se le ofrece por poder juntar su alma con el Señor al que ama.

6. Esta es la causa por la que María Magdalena, con ser tan estimada en sí como antes era, no le hizo al caso a la turba de hombres principales y no principales del convite, ni a percatarse que no venía bien ni lo parecería ir allí a llorar y derramar lágrimas entre los convidados (Lc. 7,37-38) con tal que, sin dilatar una hora esperando otro tiempo, mejor ocasión y sazón, poder llegar ante aquel de quien estaba ya su alma herida e inflamada. Y ésta es la embriaguez y osadía de amor que, con saber que su Amado estaba encerrado en el sepulcro con una gran piedra sellada y cercado de soldados –los cuales estaban custodiando para que no le hurtasen sus discípulos (Mt. 27, 60-66)– no le dio lugar a que alguno de estos inconvenientes o dificultades se le pusiese delante para que por ello dejara de ir antes del día con los perfumes para ungirle (Jn. 20, 1).

7. Y, finalmente, esta embriaguez y ansia de amor la hizo preguntar al que, creyendo ella que era el hortelano, le había hurtado del sepulcro, inquiriéndole a que le dijese si se había llevado el cuerpo del Señor y dónde le había puesto, para que ella lo recogiese (Jn. 20, 15). Todo ello no mirando que aquella pregunta, en libre juicio y razón, era un disparate pues que está claro que si el otro lo hubiese hurtado no se lo iba de decir, ni mucho menos se lo iba a dejar recuperar.

Pero esto tiene la fuerza y vehemencia de amor, que todo le parece posible y todos le parece que andan en lo mismo que anda él, puesto que no cree que haya otra cosa más importante en la que nadie se deba emplear, ni buscar, sino a quien ella busca y a quien ella ama, pareciéndole que no hay otra cosa que querer ni a qué dedicarse fuera de ello, y que también todos andan en su mismo asunto. Así es que, por eso precisamente, cuando la Esposa salió a buscar a su amado por las plazas y arrabales creyendo que los demás andaban en lo mismo les dijo que, si lo hallasen ellos, le hablasen diciéndole que ella penaba de su amor (Ct. 5, 8). Tal era la fuerza del amor de esta María a la cual le pareció que, si el hortelano le dijese dónde había escondido a su Señor ella iría y le recogería el cuerpo, por más que trataran de impedírselo.

8. De este tipo de talle son, pues, las ansias de amor que va sintiendo esta alma cuando ya va aprovechada en esta espiritual purgación. Porque de noche se levanta -esto es, se levanta en estas tinieblas purgativas según las afecciones de la voluntad- y con las ansias y fuerzas de la leona u osa va a buscar a sus cachorros cuando se los han quitado y no los encuentra (2 Re. 17, 8; Os. 13, 8), anda herida esta alma a buscar a su Dios puesto que -como está en tinieblas-, se siente sin Él, estando muriendo de amor por Él. Y éste es el amor impaciente, que no puede durar mucho el sujeto sin recibir el objeto de su amor o de lo contrario padecer angustias de muerte, según el que tenía Raquel a los hijos cuando dijo a Jacob: "Dame hijos; si no, moriré" (Gn. 30, 1).


23.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (187)




CAPÍTULO 13
Se muestran otros sabrosos efectos que obra en el alma esta oscura noche de contemplación.


1. Por este modo de inflamación podemos entender alguno de los sabrosos efectos que va ya obrando en el alma esta contemplación. Porque algunas veces, según acabamos de decir, en medio de estas oscuridades es ilustrada el alma, y luce la luz en las tinieblas (Jn.1,5), derivándose esta inteligencia mística al entendimiento, quedándose yerma la voluntad, quiero decir, sin unión actual de amor, con una serenidad y sencillez tan sutil y deleitable al sentido del alma que no se le puede poner nombre, unas veces en una manera de sentir de Dios, otras en otra distinta.

2. Algunas veces también hiere juntamente, como queda dicho, en la voluntad, y prende el amor subida, tierna y fuertemente, puesto que como ya decíamos se unen algunas veces estas dos potencias de entendimiento y voluntad. Cuando se va más purgando el entendimiento a la vez tanto más perfecta y calificadamente por tanto ellas más van pero, antes de llegar aquí, más común es sentir en la voluntad el toque de la inflamación que el entendimiento el de la inteligencia.

3. Pero aparece aquí una duda, y es: ¿por qué, pues estas potencias se van purgando a la par, se siente al inicio más comúnmente en la voluntad la inflamación y amor de la contemplación purgativa, que en el entendimiento la inteligencia de ella?

A esto se responde que aquí no impacta directamente este amor pasivo en la voluntad, puesto que la voluntad es libre, y esta inflamación de amor más es pasión de amor que acto libre de la voluntad, puesto que hiere en la sustancia del alma este calor de amor, y así mueve las afecciones pasivamente. Y por lo tanto, esta llama antes se llama pasión de amor que acto libre de la voluntad el cual, en tanto se llama acto de la voluntad en cuanto es libre. Pero, dado que estas pasiones y afecciones se reducen a la voluntad, por eso se dice que si el alma está apasionada con alguna afección lo está la voluntad, y así es la verdad dado que de esta manera se cautiva la voluntad y pierde su libertad, de manera que la lleva tras sí el ímpetu y fuerza de la pasión. Y por eso podemos decir que esta inflamación de amor es en la voluntad, esto es, inflama al apetito de la voluntad, y así ésta antes se llama, como decimos, pasión de amor que obra libre de la voluntad. Y porque la pasión receptiva del entendimiento sólo puede recibir la inteligencia desnuda y pasivamente (y esto no puede ocurrir sin estar purgado) por eso, antes que lo esté, siente el alma menos veces el toque de inteligencia y conocimiento que el de la pasión de amor. Porque para esto no es menester que la voluntad esté tan purgada respecto de las pasiones, pues que aún las pasiones la ayudan a sentir amor apasionado. [Aquí ser impulsado por la "pasión" equivale a ser o estar apasionado, según se descubre fácilmente si leemos atentamente].

4. Esta inflamación y sed de amor, por ser ya aquí del espíritu, es diferentísima de la otra que dijimos en la noche del sentido. Porque, aunque aquí el sentido también lleva su parte -puesto que no deja de participar del trabajo del espíritu-, la raíz y el vivo de la sed de amor se siente en la parte superior del alma, esto es, en el espíritu, sintiendo y entendiendo de tal manera lo que nota y la falta que le hace lo que desea, que todo el penar del sentido, aunque sin comparación es mayor que en la primera noche sensitiva, no le tiene en consideración ya que en su interior conoce una falta de un gran bien, el cual aprecia que no se puede medir con nada [Nótese que resulta equivalente el espíritu a lo que en otras partes San Juan de la Cruz llama "fondo", "íntimo del alma" y también "sustancia"].


22.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (186)



5. Esta inflamación y ansia de amor el alma no siempre la está sintiendo, porque al principio que comienza esta purgación espiritual este divino fuego se centra especialmente sobre todo en enjugar y disponer la madera del alma que en calentarla, pero ya avanzando el tiempo, cuando este fuego va calentando el alma, muy de ordinario el alma siente esta inflamación y calor de amor.

Aquí, como se va más purgando el entendimiento por medio de esta tiniebla, ocurre que algunas veces esta mística y amorosa teología (nota del actualizador: podría interpretarse también como "conocimiento"), juntamente con inflamar la voluntad hiere también ilustrando la otra potencia del entendimiento con alguna comunicación y lumbre divina, tan sabrosa y sutilmente que, ayudada de ella, la voluntad se afervora maravillosamente ardiendo en ella -sin tener que hacer nada esa misma voluntad- y en ese divino fuego de amor en vivas llamas, de manera que ya al alma le parece ser en sí un mismo vivo fuego por causa de la viva inteligencia que se le da. Y de aquí es aquello que dice David en un salmo (38, 4): "Calentóse mi corazón dentro de mí, y cierto fuego, en tanto que yo entendía, se encendía".

6. Y este entendimiento de amor con unión de estas dos potencias, el entendimiento y la voluntad que aquí se juntan, es cosa de gran riqueza y deleite para el alma. Porque ciertamente es de algún modo un toque en la Divinidad y ya unos principios de la perfección de la unión de amor que espera. Y así, a este toque de tan sublime sentir y amor de Dios no se llega sino habiendo pasado muchos trabajos, penalidades y gran parte de la purgación, mas para otros tipos de toques más bajos -que muy ordinariamente también ocurren- no es menester tanta purgación.

7. De lo que hemos dicho aquí se deduce cómo en estos bienes espirituales, que pasivamente se infunden por Dios en el alma, puede muy bien amar la voluntad sin entender el entendimiento, así como el entendimiento puede entender sin que ame la voluntad. Y es que, pues esta noche oscura de contemplación consta de luz divina y amor, así como el fuego tiene luz y calor no es inconveniente que, cuando se comunica esta luz amorosa, algunas veces hiera más en la voluntad, inflamándola con el amor, dejando a oscuras al entendimiento sin incidir en él con la luz. Y otras veces sin embargo actúa alumbrándole específicamente con la luz dando inteligencia, dejando seca la voluntad, como también ocurre poder recibir el calor de un fuego sin ver su luz, y también ver la luz sin recibir el calor del fuego, y esto obrándolo el Señor que lo infunde como Él desea. [En el orden natural no es posible amar sin previo conocimiento; en cambio, sí es posible en el marco de lo sobrenatural, como enseña aquí el Santo].


21.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (185)



CAPÍTULO 12
Se incide algo más sobre cómo esta horrible noche es purgatorio, y cómo en ella ilumina la divina Sabiduría a los hombres en la tierra con la misma iluminación que purga a las almas celestiales e ilumina a los ángeles en el cielo


1. Por lo dicho hasta ahora nos daremos cuenta sobre cómo es esta oscura noche de fuego amoroso, así como de la forma en la que a oscuras va inflamando al alma. Descubriremos también cómo, así como se purgan los espíritus en la otra vida con fuego tenebroso material, en esta vida se purgan y limpian con fuego amoroso tenebroso espiritual, ya que ésta es la diferencia: que allá se limpian con fuego, y acá se limpian e iluminan sólo con amor. El cual amor pidió David (Sal.50,12) cuando dijo: "Cor mundum crea in me, Deus, etc.", ("crea en mí, oh Dios, un corazón puro; y renueva un espíritu correcto dentro de mí"). Porque la limpieza de corazón no es menos que el amor y gracia de Dios, puesto que los limpios de corazón son llamados por nuestro Salvador bienaventurados (Mt. 5, 8), lo cual es tanto como decir "enamorados", pues que la bienaventuranza no se da por menos que amor.

2. Y que se purgue iluminándose el alma con este fuego de sabiduría amorosa (porque nunca da Dios sabiduría mística sin amor, pues el mismo amor la infunde), nos lo muestra bien Jeremías (Lm. 1, 13) donde dice: "Envió fuego en mis huesos y enseñóme". Y David (Sal. 66, 10) dice que la sabiduría de Dios es plata refinada en fuego, esto es, en fuego purgativo de amor. Porque esta oscura contemplación juntamente infunde en el alma amor y sabiduría, a cada uno según su capacidad y necesidad, alumbrando al alma y purgándola, como dice el Sabio (Eclo. 51, 25-26), de sus ignorancias, como dice que lo hizo con él.

3. De aquí también inferiremos que purga estas almas y las ilumina la misma Sabiduría de Dios que purga a los ángeles de sus ignorancias, haciéndoles conocer, alumbrándolos de lo que no sabían, derivándose desde Dios por las jerarquía primeras hasta las postreras, y de ahí a los hombres. Que, por eso, todas las obras que hacen los ángeles e inspiraciones, se dicen con verdad en la Escritura y propiedad hacerlas Dios y hacerlas ellos, ya que de ordinario las deriva por ellos. Y ellos también las realizan de unos en otros sin alguna dilación, así como el rayo del sol comunicado de muchas vidrieras ordenadas entre sí que, aunque es verdad que de suyo el rayo pasa por todas, todavía cada una le envía e infunde en la otra más modificado, conforme al modo de aquella vidriera, algo más abreviada y remísamente, según ella está más o menos cerca del sol.

4. De donde se sigue que los espíritus superiores y los inferiores, cuanto más cercanos están a Dios, más purgados están y clarificados con más general purificación, y que los postreros recibirán esta iluminación mucho más tenue y remota. De esto mismo se sigue que el hombre, que está el postrero -hasta el cual se viene derivando esta contemplación de Dios amorosa cuando Dios se la quiere dar-, el ser humano, decimos, la acaba recibiendo a su modo, es decir de forma muy limitada y penosamente.

Porque la luz de Dios que al ángel ilumina, esclareciéndole y suavizándole en amor por ser puro espíritu y un ser dispuesto para esta tal infusión, al hombre sin embargo por ser impuro y flaco, de forma natural le ilumina -como previamente hemos dicho- oscureciéndole, dándole pena y aprieto, como hace el sol al ojo legañoso y enfermo, y le enamora apasionada y aflictivamente, hasta que este mismo fuego de amor le espiritualice y sutilice, purificándole hasta el momento en el que con la necesaria suavidad pueda recibir la unión de esta amada influencia al modo en la que la reciben los ángeles y ya purgado, como después diremos, mediante la acción del Señor.

Pero, mientras tanto, esa contemplación y comunicación amorosa la recibe con el aprieto y ansia de amor que explicamos aquí.