Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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24.1.24

Espiración espiritual



[Nota: Se puede rezar esta Espiración Espiritual tras el Testamento Espiritual, durante la última noche del último día de la Práctica de Preparación para la Muerte.]

Tomando en las manos un crucifijo, y con todo el fervor posible, se dirá:

He aquí, ¡Salvador mío!, he aquí esta alma, que es obra y propiedad vuestra, y que yo os rindo en tributo de amor por vuestros beneficios, y de arrepentimiento por mis ingratitudes. Teñida está en la sangre que por ella derramásteis en el monte Calvario, y así quiero exhalarla en el seno de vuestra misericordia.

(Ahora se besa en la sagrada efigie la llaga del costado).

Perdonadla, recibidla, porque en Vos ha creído, en Vos ha esperado, a Vos se entrega para siempre, ¡oh mi Creador y Redentor! ¡Vos sois toda la Esperanza mía!

Acoged esta pobre alma con el mismo amor con que la rescatásteis en la Cruz.

Amén.

(Se besa de nuevo la santa efigie, y después de un momento de recogimiento se reza un Padrenuestro, Avemaría y Gloria, por nuestra propia alma).

Requiescat in pace. Amen. (Descanse en paz. Amén).




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23.1.24

Testamento espiritual



[Nota: Se puede rezar este Testamento Espiritual durante la última noche del último día de la Práctica de Preparación para la Muerte.]

Creo en el misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo; tres persoans distintas y un sólo Dios verdadero.

Creo en el misterio de la Encarnación del Hijo, en las purísimas entrañas de la siempre Virgen María.

Creo en la sacratísima pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, por cuya virtud fuimos redimidos.

Creo, finalmente, cuanto cree y enseña la santa Iglesia católica, y declaro que quiero acabar mi vida en estas santas creencias.

Declaro así mismo -invocando por testigos a la gloriosa Virgen María del Monte Carmelo y a todos los santos, así como a los celestiales espíritus- que es mi última e irrevocable voluntad: morir por amor de mi divino Redentor, como por amor mío se dignó morir Él, y que teniendo presente la infinita bondad con que me constituyó heredero de todos sus merecimientos, su cuerpo y su sangre, le suplico a mi vez sea servido aceptar todo lo que hay en mí -aunque indignísimo de serle ofrecido- como humilde correspondencia de esta tan pobre cuanto obligada criatura.

¡Sí, mi buen Jesús!, yo os hago mi heredero universal de todo cuanto soy: entregándoos mi alma, mi cuerpo, mi vida, mi muerte, mi corazón, mi espíritu; y espero de vuestra inagotable misericordia habéis de recibirlos benignamente y poseerlo todo de mí perpetuamente.

Amén.




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21.1.24

Práctica para prepararse ante la muerte (yIV)



Día tercero.
En este último día oiremos misa, y después tendremos una meditación de una hora o de media hora, sobre la muerte.

Procuraremos visitar a uno o más pobres enfermos, o bien a un hopital, llevando socorros según nuestras facultades, y por supuesto consuelos y consejos cristianos.

Sin embargo, si esto no es posible, convendría en la propia morada o donde podamos, repartir limosna a cierto número de indigentes.

Por la noche, después de nuestras oraciones de costumbre, realizaremos la Práctica de Oración que encontraremos al final de estas líneas.


20.1.24

Práctica para prepararse ante la muerte (III)



Día segundo.
Cual si fuera la última vez, confesaremos, comulgaremos, oiremos misa (no omitiendo nunca nuestras oraciones de costumbre, pero aplicándolas por nuestra propia alma).

Después, visitaremos a nuestro Señor sacramentado. En donde se halle el Jubileo de las Cuarenta Horas, y en dicha santa visita en cualquier caso, dirigiremos al Redentor la Oración de la Preparación que se encuentra al final de este texto, después de adorarle.

Por último, dedicaremos también otra hora, o media, a la oración mental, que en este día podrá centrarse sobre los beneficios de Dios.


19.1.24

Práctica para prepararse ante la muerte (II)



Día primero.
Apenas abramos los ojos, imaginemos escuchar la sentencia que nos condena a la muerte, y reconociéndola justa, dispongamos el corazón para sufrirla resignados.

Puestos enseguida de rodillas, invocaremos a la Santísima Virgen del Carmen, al ángel de la Guarda, y al glorioso Patriarca San José, a quien los fieles veneran como especial abogado para alcanzar una buena muerte, rogándoles con todo lo íntimo del corazón que nos asistan y amparen.


18.1.24

Práctica para prepararse ante la muerte (I)



Preámbulo.
Sabemos que hemos de morir, pero ignoramos de qué enfermedad, o por qué accidente, en qué año ocurrirá, qué mes, qué día, en qué lugar, entre qué clase de personas, en qué disposiciones personales nos encontraremos...

Todo es incierto menos la muerte.

Cada año que vemos comenzar puede ser el que nos traiga el fin de nuestra vida, y es indudable que, uno de ellos, tiene forzosamente que traérnoslo.

Muy conveniente será, por tanto, que ya que no lo hagamos con la frecuencia con que suelen practicarlo las personas más devotas, por lo menos al principio de cada año dediquemos siquiera tres días a recordar el infalible término que se nos viene acercando, y adelantemos algunas obras buenas -que es harto dudoso tengamos el tiempo y el ánimo de hacerlas debidamente en el trance angustioso de la muerte-.

Con tal objeto proponemos a todos nuestros seguidores y oradores el siguiente ejercicio por tres días, que deben elegirse, si es posible, entre los días del primer mes del año.




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