Pertenece a Dios saber cuándo vendrá el fin del mundo; sea cuando sea, ahora es el tiempo de la fe.
Para cada uno de nosotros el tiempo está cerca, porque somos mortales. Caminamos entre peligros. Si fuésemos de cristal, temeríamos menos. ¿Hay algo más frágil que un recipiente de cristal? Sin embargo, puede durar siglos. Tememos que caiga, pero no lo daña la vejez ni la fiebre.
Somos, pues, más frágiles y más débiles, y esta fragilidad cada día nos hace temer todos los accidentes que constantemente acechan la vida de los hombres.