Durante estas vacaciones muchos serán los chavales que se inscribirán y pasarán (o habrán pasado ya) algunas semanas en campamentos de verano (o de invierno) organizados por órdenes y/u organizaciones religiosas. Los claretianos, salesianos, y muchas diócesis, organizan ese tipo de campamentos en donde, a primera vista, todo el mundo sale ganando: los chavales se distraen, a los padres se les quita un peso de encima porque así pueden tenerlos ocupados en unos meses en los cuales no hay colegio, y los organizadores se sacan un dinero, que nunca viene mal.
El problema es que, la mayoría de esos campamentos -sino todos, al menos todos los que he visto- apenas se diferenciarían de cualquier otro campamento secular organizado por cualquier asociación de lo más pintoresca. Campamentos que podrían ser aprovechados para la salvación, la catequesis, y el crecimiento espiritual de los muchachos, son la mayoría de las veces usados simplemente para fiestas, comilonas, excursiones, bailes, "ligoteos", escarceos, gamberradas y actividades parecidas con el único fin de "matar el tiempo", lo cual no está mal, pero ¿qué diferencia, entonces, un campamento organizado por unos religiosos, de otro cualquiera? En muchos de los casos, nada. No hay ninguna diferencia.