La Serenidad es otra virtud muy hermosa en sí misma (y en la cuna de donde procede o en donde nace). Ella nace en el alma pura, en el alma limpia que posee el Espíritu Santo. Él la produce y la gracia la conserva. La Serenidad es fruto de otro fruto: es decir, el árbol de la Paz la sostiene, le da vida y la hermosea. Esta virtud divina es un espejo clarísimo en el cual se refleja la divinidad.
En las luchas de la vida, en las penas y en los dolores tiene un viso especial. En las luchas, penas y dolores se hace hermosa, pero entonces la Fortaleza es su apoyo, y con la Fortaleza nada puede conmoverla. Santa María, mi amada Madre, la poseyó en toda su plenitud.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com