Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

9.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (117)




CAPÍTULO 16.
Se aborda la noche oscura de la voluntad, empezando con la división de las afecciones de la voluntad.


1. No hubiésemos hecho nada en purgar al entendimiento para fundarle en la virtud de la fe, y a la memoria en la de la esperanza, si no purgásemos también la voluntad respecto de la tercera virtud, que es la caridad, por la cual las obras hechas en fe son vivas y tienen gran valor, y sin ella no valen nada pues, como dice Santiago (2, 20), sin obras de caridad la fe es muerta.
Y para poder ahora tratar sobre la noche y desnudez activa de esta potencia, la de la caridad, para así poder adentrarnos en esta noche y formarnos en esta virtud de la caridad de Dios, no encontré autoridad más conveniente que la que se escribe en el Deuteronomio, capítulo 6 (v. 5), donde dice Moises: "Amarás a tu Señor Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas". En esta sentencia se contiene todo lo que el hombre espiritual debe hacer y lo que yo aquí le tengo de enseñar para que de veras llegue a Dios a través de su voluntad y por medio de la caridad. Porque en ella se manda al hombre que todas las potencias, apetitos, operaciones y aficiones de su alma las emplee en Dios, de manera que toda la habilidad y fuerza del alma no sirva más que para esto, conforme a la frase de David (Sal. 58, 10) que dice: "Guardaré mis fuerzas para ti".

2. La fortaleza o fuerza del alma consiste en sus potencias, pasiones y apetitos, todo lo cual es gobernado por la voluntad, pues cuando estas potencias, pasiones y apetitos se enderezan en Dios, voluntariamente las desviamos de todo lo que no sea Dios, reservando entonces la fortaleza del alma para Dios, y así viene a amar a Dios con toda su fortaleza.
Y para que esto el alma pueda hacer, trataremos aquí de purgar la voluntad de todas sus afecciones desordenadas, de donde nacen los apetitos, afectos y operaciones desordenadas, y de donde procede también el no guardar toda su fuerza a Dios.
Estas afecciones o pasiones son cuatro, es a saber: gozo, esperanza, dolor y temor. Las cuales pasiones, poniendolas en obra de razón en orden a Dios, de manera que el alma no se goce sino de lo que es puramente honra y gloria de Dios, ni tenga esperanza de otra cosa, ni se duela sino de lo que a esto tocare, ni tema sino sólo a Dios, está claro que enderezan y guardan la fortaleza del alma y su habilidad para Dios. Porque cuanto más se gozare el alma en otra cosa que no sea en Dios, tanto menos fuertemente se empleará su gozo en Dios, y también cuanto más esperare otra cosa, tanto menos esperará en Dios, y así ocurre también con todas las demás.
3. Y con el fin de ofrecer una doctrina más completa sobre esto, iremos como es nuestra costumbre tratando en particular de cada una de estas cuatro pasiones y de los apetitos de la voluntad, ya que todo el proceso para llegar a la unión con Dios está en purgar la voluntad de sus afecciones y apetitos, logrando así que de una voluntad humana y baja acabe siendo voluntad divina, hecha una misma cosa con la voluntad de Dios.

4. Estas cuatro pasiones tanto más reinan en el alma y la combaten, cuanto la voluntad está menos fuerte en Dios y más pendiente de criaturas, porque entonces con mucha facilidad se goza de cosas que no merecen gozo, y espera lo que no aprovecha, y se duele de lo que, por ventura, se tendría que gozar, y teme donde no hay que temer.

5. De estas afecciones nacen en el alma todos los vicios e imperfecciones que tiene cuando están desenfrenadas, y también todas sus virtudes cuando están ordenadas y compuestas.
Y es de saber que, al modo que una de ellas se fuere ordenando y poniendo en razón, de ese mismo modo se pondrán todas las demás, porque están tan unificadas y en consonancia tan hermanadas entre sí estas cuatro pasiones del alma, que donde actualmente va la una, las otras también van virtualmente. Y así también si la una se recoge verdaderamente, las otras tres virtualmente a la misma medida y grado también se recogen. Porque, si la voluntad se goza de alguna cosa, consiguientemente a esa misma medida la ha de esperar, y virtualmente va allí incluido también el dolor y temor acerca de esa cosa, y a la medida que de ella va quitando el gusto, va también perdiendo el temor y dolor de ella y quitando la esperanza. (Nota del corrector: o sea, el gozo va unido con la esperanza y el dolor y el temor; si gozamos de una cosa la ansiamos -esperanza-, tememos perderla y nos causa dolor su pérdida).
Porque la voluntad, con estas cuatro pasiones, es significada por aquella figura que vio Ezequiel (1, 8­9) de cuatro animales juntos en un cuerpo, que tenía cuatro haces y las alas del uno estaban asidas a las del otro, y cada uno iba delante su haz, y cuando iban adelante no volvían atrás. Y así, de tal manera estaban asidas las plumas de cada una de estas afecciones a las de cada una de las otras, que dondequiera que objetivamente llevaba la una su faz, esto es, su operación, necesariamente las otras han de caminar virtualmente con ella, y cuando descendía una, como allí dice, descendían todas, y cuando se elevare una, se elevarán el resto. Donde fuere tu esperanza, irá tu gozo, y temor y dolor; y si se volviere, ellas se volverán, y así de las demás.

6. Con lo cual has de advertir que dondequiera que fuere una pasión de estas, irá también toda el alma y con ella la voluntad y las demás potencias, y vivirán todas cautivas en la tal pasión, y las demás tres pasiones en aquella estarán vivas para afligir al alma con sus prisiones y no dejarla volar a la libertad y descanso de la dulce contemplación y unión. Por eso mismo Boecio comentaba que si querías con luz clara entender la verdad, echases de ti los gozos, y la esperanza, y temor, y dolor, ya que en tanto estas pasiones reinen no dejan estar al alma con la tranquilidad y paz que se requiere para la sabiduría que natural y sobrenaturalmente puede recibir.







| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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