Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

25.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (102)



12. Y no sólo en estas cosas les da luz el Espíritu Santo, sino en muchas que suceden y sucederán, y acontecimientos diversos aunque no estén ellos presentes. Y esto, aunque algunas veces es por formas intelectuales, muchas es sin formas aprehensibles, no sabiendo ellos cómo conocen determinados acontecimientos o detalles. Pero esto les viene de parte de la Sabiduría divina que, por cuanto estas almas se ejercitan en no saber ni aprehender nada con las potencias, lo vienen generalmente, como lo decimos en el Monte, a saber todo, según aquello que dice el Sabio (Sab. 7, 21): "El artífice de todo, que es la Sabiduría, me lo enseñó todo".

13. Alguien dirá, sin embargo, que el alma no podrá vaciar y privar tanto la memoria de todas las formas y fantasías que pueda llegar a un estado tan alto, porque hay dos dificultades que son sobre las fuerzas y habilidad humana, como son el dejar de hacer lo natural mediante su propia habilidad natural, que no puede ser (nota del corrector: no puede ser por cuanto mientras se trata de desechar lo natural mediante la naturaleza, estamos en definitiva usando esa misma naturaleza de la que queremos escaparnos), y tocar y unirse a lo sobrenatural, que es tarea mucho más dificultosa. Y realmente hacer todo ello tan sólo recurriendo a la natural habilidad es imposible.
Digo que es verdad que Dios ha de poner al alma en este estado sobrenatural mientras que ella, en lo que le concierne a sí misma y en lo que esté a su alcance, se ha de ir disponiendo, lo cual puede hacer naturalmente y en gran medida con el ayuda que Dios le va dando. Y así, al modo que de su parte va entrando en esta negación y vacío de formas la va Dios poniendo en la posesión de la unión. Y esto va Dios obrando en ella pasivamente, como diremos, Deo dante (Dios mediante), en la noche pasiva del alma. Y así, cuando Dios fuere servido, según el modo de su disposición, la acabará de dar el hábito de la divina unión perfecta.

14. Y los divinos efectos que hace en el alma cuando alcanza ese grado, así de parte del entendimiento como de la memoria y voluntad, no los decimos en esta noche y purgación activa porque sólo con esta no se acaba de realizar o completar la divina unión, pero los diremos en la pasiva, mediante la cual se hace la unión del alma con Dios.
Por ello sólo diré aquí el modo necesario para que activamente la memoria, cuanto es de su parte, se ponga en esta noche y purgación. Y este modo es que ordinariamente el espiritual debe tener esta cautela: en todas las cosas que oyere, viere, oliere, gustare o tocare, no haga archivo ni presa de ellas en la memoria, sino que las deje pasar y luego olvidar, y procure hacer esto con la misma eficacia y esfuerzo, si es menester, que otros hacen en acordarse. De tal manera que no le quede en la memoria alguna noticia ni figura de ellas, como si en el mundo no fuesen, dejando la memoria libre y desprendida, no atándola a ninguna consideración de arriba ni de abajo, como si no tuviese la facultad de hacer memoria, dejándola libremente perder en el olvido, como cosa que estorba. Pues todo lo natural, si se quiere usar de ello en lo sobrenatural, antes estorba que ayuda.

15. Y si nos abordasen aquellas dudas y objeciones que arriba mencionamos hablando sobre el entendimiento, que recordemos eran argumentos como que no se hace nada, y que se pierde tiempo, y que se privan de los bienes espirituales que el alma puede recibir por vía de la memoria, allí está respondido a todo, y más adelante lo veremos también, en la noche pasiva. Por eso no hay para qué detenernos.
Aquí sólo conviene advertir que, aunque en algún tiempo no se sienta el provecho de esta suspensión de noticias y formas, no por eso se ha de cansar el espiritual, que no dejará Dios de acudir a su tiempo. Y por un bien tan grande mucho conviene pasar y sufrir con paciencia y esperanza.

16. Y, aunque es verdad que apenas se hallará alma que en todo y por todo tiempo sea movida de Dios, teniendo tan continua unión con Dios que sin medio de alguna forma sean sus facultades siempre movidas divinamente, todavía hay almas que muy ordinariamente son movidas de Dios en sus operaciones, y ellas no son las que se mueven, según aquello de san Pablo (Rm. 8,
14): "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios". Así que los hijos de Dios, que son estos transformados y unidos en Dios, son movidos del Espíritu de Dios, esto es, a divinas obras en sus potencias. Por tanto no debe sorprendernos que las operaciones sean divinas, puesto que la unión del alma es divina.







| Preparación: Oratorio Carmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




| SubidaMonteCarmeloActualizada | | Libros | | SanJuandelaCruz | | Carmelitas |





No hay comentarios:

Publicar un comentario