Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

24.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (101)



6. Y de tal manera es a veces este olvido de la memoria y suspensión de la imaginación, por estar la memoria unida con Dios, que se pasa mucho tiempo sin sentirlo ni saber qué se hizo en esos momentos. Y como están entonces suspensos los sentidos y la mente, aunque entonces le hagan cosas que causen dolor no lo siente, ya que desaparece la sensibilidad corporal. Y para que Dios venga a hacer estos toques de unión le conviene al alma desunir la memoria de todas las noticias aprehensibles. Se debe hacer notar algo importante, y es que estas suspensiones en los perfectos no les ocurren así debido a que hay ya perfecta unión, puesto que ellas suceden solo al principio de la unión con la divinidad.

7. Alguno dirá que aunque bueno parece ésto, no es más que la destrucción del uso natural y curso de las potencias, y que se queda el hombre como bestia, olvidado de sí y aún peor, sin discurrir ni acordarse de las necesidades y operaciones naturales de su cuerpo. Sin embargo debe señalarse que Dios no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona, aunque algunos insistan que operando así necesariamente se sigue la destrucción natural, pues se olvida de lo moral y de la razón para actuar, y de lo natural para ejercitarlo, porque de nada de esto se puede acordar al privarse de los impulsos y de los estímulos externos, así como de las formas que son el medio de la memoria.

8. A lo cual respondo que es así, que cuanto más va uniéndose la memoria con Dios, más se van perfeccionando los diferentes sentidos y las distintas comunicaciones hasta perderlos del todo, que es cuando en perfección llega al estado de unión. Y así, al principio, cuando esta se va haciendo, no puede dejar de traer gran olvido acerca de todas las cosas, pues se le van reduciendo las formas y noticias que recuerda, y así ocurren muchos olviddos sobre el uso y trato exterior, no acordándose de comer ni de beber, ni si hizo, si vio, si no vio y si dijeron o no dijeron por el absorbimiento de la memoria en Dios.
Pero, una vez llega a tener hábito de unión, que es un sumo bien, ya no tiene esos olvidos en esa manera en lo que es razón moral y natural sino más bien antes en las operaciones convenientes y necesarias tiene mucha mayor perfección. Aunque estas no las obra ya por formas y noticias de la memoria, porque en habiendo hábito de unión, que es ya estado sobrenatural, desfallece del todo la memoria y las demás potencias en sus naturales operaciones y pasan de su término natural al de Dios, que es sobrenatural. Por ello, estando la memoria transformada en Dios, no se le pueden imprimir formas ni noticias de cosas, esto es, las operaciones de la memoria y de las demás potencias en este estado todas son divinas, porque poseyendo ya Dios las potencias, como ya entero Señor de ellas, por la transformación de ellas en su divinidad, Él mismo es el que las mueve y manda divinamente según su divino espíritu y voluntad. Y entonces se obra de manera que aunque las operaciones no son distintas, las que obra el alma son de Dios y son operaciones divinas. Por esto mismo dice san Pablo (1 Cor. 6, 17) el que se une con Dios, un espíritu se hace con Él, de aquí es que las operaciones del alma unida son del Espíritu Divino, y son por lo tanto divinas.

9. Y de aquí es que las obras de las tales almas sólo son las que conviene y son razonables, y no las que no convienen, porque el Espíritu de Dios las hace saber lo que han de saber, e ignorar lo que conviene ignorar, y acordarse de lo que se han de acordar sin formas (o con formas) y olvidar lo que es de olvidar, y las hace amar lo que han de amar, y no amar lo que no es en Dios. Por ello todos los básicos movimientos de las potencias de las tales almas son divinos, y no hay que sorprenderse entonces que los mencionados movimientos y operaciones que surgen de estas potencias sean divinos, pues están transformadas en ser divino.

10. De estas operaciones mostraré algunos ejemplos. Pide una persona a otra que está en este estado que la encomiende a Dios. Esta persona no se acordará de hacerlo por alguna forma ni noticia que se le quede en la memoria de aquella persona, y si conviene encomendarla a Dios, que será queriendo Dios recibir oración por la tal persona, la moverá la voluntad dándole deseos de que lo haga y, si no quiere Dios aquella oración, aunque se haga fuerza a orar por ella, no podrá ni tendrá deseos ni anhelos de orar, y sin embargo a veces le pondrá Dios ganas para que ruegue por otros que nunca conoció ni oyó. Y es porque Dios sólo mueve las potencias de estas almas para aquellas obras que convienen según la voluntad y ordenación de Dios, y no se pueden mover a otras voluntades y así, las obras y ruegos de estas almas siempre tienen efecto. Tales eran las de la gloriosísima Virgen Nuestra Señora, la cual, estando desde el principio elevada a este alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura, ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo.

11. Otro ejemplo: ha de acudir a tal tiempo a cierto negocio necesario. Entonces no se acordará por forma ninguna sino que, sin saber cómo, se le asentará en el alma cuándo y cómo convendrá acudir a aquello, sin que haya falta alguna.







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