Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

10.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (87)



5. Estas comunicaciones divinas que son acerca de Dios nunca son de cosas particulares, por cuanto son acerca del Sumo Principio y, por eso, no se pueden transmitir en personal si no fuese en alguna manera alguna realidad de cosa menos que Dios, que juntamente se mostrase en ver allí; mas las comunicaciones divinas no, en ninguna manera, porque alcanzan elementos muy elevados. Y estas altas noticias no las puede tener sino el alma que llega a unión de Dios, porque ellas mismas son la misma unión, puesto que consiste el tenerlas en cierto toque que se hace del alma en la Divinidad, y así el mismo Dios es el que allí es sentido y gustado. Y, aunque no se manifiesta tan claramente como en la gloria, es tan sublime y alto toque esta experiencia y su sabor que penetra la sustancia del alma, por lo que el demonio no se puede entrometer ni simular algo semejante, porque no existe cosa alguna que se compare, ni infundir sabor ni deleite semejante. Porque esas experiencias saben a esencia divina y vida eterna, y el demonio no puede fingir cosa tan elevada.

6. Podría él, empero, hacer alguna apariencia similar, representando al alma algunas grandezas y henchimientos muy sensibles, procurando persuadir al alma que aquello es Dios, más de ninguna manera que podrían acceder a la sustancia del alma y renovándola y enamorándola súbitamente, como hacen las que proceden de Dios. Porque hay algunas experiencias y toques de este tipo que hace Dios en la sustancia del alma que de tal manera la enriquecen, que no sólo basta una de ellas para quitar al alma de una vez todas las imperfecciones que ella no había podido quitar en toda la vida, sino que además es capaz de dejarla llena de virtudes y bienes de Dios.

7. Y le son al alma tan sabrosos y tan íntimo deleite estos toques, que con uno de ellos se daría por bien pagada de todos los trabajos que en su vida hubiese padecido, aunque fuesen innumerables, y queda tan animada y con tanto brío para padecer muchas cosas por Dios, que le es particular tortura ver que no padece mucho.

8. Y a estas altas experiencias no puede el alma llegar por alguna comparación ni imaginación suya, porque son sobre todo eso y así, sin la habilidad del alma las obra Dios en ella. De donde, a veces, cuando ella menos piensa y menos lo pretende suele Dios dar al alma estos divinos toques, en que le causa ciertos recuerdos de Dios. Y estos a veces se causan súbitamente en ella sólo en acordarse de algunas cosas, y a veces harto mínimas. Y son tan sensibles, que algunas veces no sólo al alma, sino tambien al cuerpo hacen estremecer. Pero otras veces acontecen en el espíritu muy sosegado sin estremecimiento alguno, con súbito sentimiento del deleite y refrigerio interiormente, en el mismo espíritu.

9. Otras veces surgen en alguna palabra que dicen u oyen decir, ahora de la sagrada Escritura, ahora de otra cosa. Mas no siempre son de una misma eficacia y sentimiento, porque muchas veces son experiencias enormemente discretas pero, por mucho que sean, vale más uno de estos recuerdos y toques de Dios al alma que otras muchas comunicaciones y consideraciones de las criaturas y obras de Dios. Y por cuanto estas noticias se dan al alma de repente y sin albedrío de ella, no tiene el alma que hacer en ellas en quererlas o no quererlas, sino hayarse humilde y resignadamente respecto a ellas, que Dios hará su obra cómo y cuándo el quisiese.

10. Y de este tipo de experiencias no digo que se tenga que actuar negándolas, como ocurre en las demás aprehensiones, porque ellas son parte de la unión, como hemos dicho, en que vamos encaminando al alma, por la cual la enseñamos a desnudarse y desasirse de todas las otras. Y el medio para que Dios lo haga es el de la humildad y el padecimiento por amor de Dios con resignación de toda retribución, porque estas gracias no se hacen al alma propietaria y cerrada, por cuanto son hechas con muy particular amor de Dios que tiene con la tal alma, y por tanto dicha alma también le tiene un amor a Dios totalmente incondicional. Esto es lo que quiso decir el Hijo de Dios por san Juan (14, 21), cuando dijo: "El que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a mí mismo a él". En lo cual se incluyen las experiencias y toques que vamos mencionando que manifiesta Dios al alma que se acerca a Él y que de veras le ama sin paliativos.

11. La segunda manera de experiencias o visiones de verdades interiores es muy diferente de esta que hemos explicado, porque es de cosas más bajas que Dios y en estas se encierra el conocimiento de la verdad de las cosas en sí y el de los hechos y casos que acontecen entre los hombres. Y es de tal manera este conocimiento que, cuando se le dan al alma a conocer estas verdades, de tal manera se le asientan en el interior sin que nadie la diga nada que, aunque la digan otra cosa, no puede dar a cambiar su parecer y mudar su interior a otras cuestiones, aunque se quiera hacer fuerza para hacerlo, porque está el espíritu conociendo otra cosa en el conocimiento que con su espíritu tiene presente, lo cual es como verlo mucho más claro y patente. Esto pertenece al espíritu de profecía y a la gracia que llama san Pablo (1 Cor. 12, 10) "don de discreción de espíritus". Y aunque el alma tiene aquello que entiende por tan cierto y verdadero como hemos dicho, y no puede dejar de tener aquel consentimiento interior pasivo, no por eso ha de dejar de creer y dar el consentimiento de la razón a lo que le dijere y mandare su maestro espiritual, aunque sea muy contrario a aquello que siente, para enderezar de esta manera el alma en fe a la divina unión, a la cual ha de caminar el alma más creyendo que entendiendo.







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