Semana en el Oratorio

Mes de febrero, mes del Amor

17.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (64)



5. No hay razón para que nos detengamos aquí en dar doctrina ni indicios para que se conozcan cuáles visiones son de Dios y cuáles no, y cuáles se nos muestran de determinada manera o de otra, pues mi intento en este punto no es ese, sino sólo instruir para que entendamos sobre ellas con el fin de que no nos embrollemos y se impida el llegar a la unión con la divina Sabiduría con las buenas, ni uno se engañe con las falsas.

6. Por tanto digo que, de todas estas aprehensiones y visiones imaginarias y otras cualesquiera formas o especies, como ellas se ofrezcan debajo de forma o imagen o alguna inteligencia particular, ahora sean falsas de parte del demonio, ahora se conozcan ser verdaderas de parte de Dios, el entendimiento no se ha de prendar ni cebar en ellas, ni las ha el alma de querer admitir ni tener, con el fin de que así pueda estar desasida, desnuda, pura y sencilla, libre por tanto de todo modo y manera, como se requiere para la unión.

7. La razón de esto es porque todas estas formas ya dichas siempre en su aprehensión se representan, según hemos dicho, debajo de algunas maneras y modos limitados, y la Sabiduría de Dios, en que se ha de unir el entendimiento, ningún modo ni manera tiene, ni cae debajo de algún límite ni inteligencia distinta y particularmente, porque es totalmente pura y sencilla. Y como quiera que, para juntarse dos extremos, cual es el alma y la divina Sabiduría, será necesario que vengan a convenir en cierto medio de semejanza entre sí, de aquí es que también el alma ha de estar pura y sencilla, no limitada ni atenida a alguna inteligencia particular, ni modificada con algún límite de forma, especie e imagen. Que, pues Dios no puede caber debajo de imagen ni forma, ni cabe debajo de inteligencia particular, tampoco el alma, para recalar en Dios, ha de caer debajo de forma e inteligencia distinta.

8. Y que en Dios no haya forma ni semejanza bien lo da a entender el Espíritu Santo en el Deuteronomio (4, 12), diciendo: "Oísteis la voz de sus palabras, y totalmente no visteis en Dios alguna forma". Pero dice que había allí tinieblas, y nube, y oscuridad, que es la experiencia confusa y oscura que de la que hemos hablado en que se une el alma con Dios. Y luego más adelante (4, 15) dice: "No visteis vosotros semejanza alguna en Dios en el día que os habló en medio del fuego, en el monte Horeb".

9. Y que el alma no pueda llegar a la altura de Dios, por lo menos todo lo que en esta vida se puede, por medio de algunas formas y figuras, también lo dice el mismo Espíritu Santo en los Números (12, 6­8) donde, reprendiendo Dios a Aarón y María, hermanos de Moises, porque murmuraban contra él, queriendo darles a entender el alto estado en que le había puesto de unión y amistad consigo, dijo: "Si entre vosotros hubiere algún profeta del Señor, se le apareceré en alguna visión o forma o hablaré con él entre sueños. Pero no hay tal como mi siervo Moises, que en toda mi casa es fidelísimo y hablo con él boca a boca, y no ve a Dios por comparaciones, semejanzas y figuras". En lo cual se da claramente a entender que en este alto estado de unión del que estamos hablando no se comunica Dios al alma mediante algún disfraz de visión imaginaria, o semejanza, o figura, ni la ha de haber, sino que boca a boca, esto es, esencia pura y desnuda de Dios, que es la boca de Dios en amor, con esencia pura y desnuda del alma, que es la boca del alma en amor de Dios.

10. Por tanto, para venir a esta unión esencial de amor de Dios ha de tener cuidado el alma de no irse arrimando a visiones imaginarias, ni formas, ni figuras, ni particulares inteligencias, pues no le pueden servir de medio proporcionado y próximo para tal efecto, sino que antes le harían estorbo, y por eso las ha de renunciar y procurar el no tenerlas. Porque, si por algún caso se hubiesen de admitir y apreciar, era por el provecho que las verdaderas hacen en el alma y su buen efecto. Pero para esto no es necesario admitirlas, antes conviene, para mejoría del efecto de dichos medios, siempre negarlas. Porque estas visiones imaginarias, el bien que pueden hacer al alma, así como las corporales exteriores que hemos dicho, es comunicarle inteligencia, o amor, o suavidad, pero para que causen este efecto en ella no es menester que el alma las quiera admitir porque, como también queda dicho arriba, en ese mismo punto que en la imaginación hacen presencia y se muestran, hacen su efecto en el alma e infunden sus operaciones a la inteligencia con amor, o con suavidad, o con lo que Dios quiere que causen.
Y no sólo juntamente, pero principalmente, aunque no en el mismo tiempo, hacen en el alma su efecto pasivamente, sin ser ella parte para poderlo impedir aunque quisiese, como tampoco lo fue para poderlo adquirir, aunque sí lo haya sido antes para disponerse a recibirlo. Porque, así como la vidriera no es parte para impedir el rayo del sol que da en ella, sino que pasivamente, estando ella dispuesta con limpieza, la esclarece sin su diligencia y ser, así tambien el alma, aunque ella quiera, no puede dejar de recibir en sí las influencias y comunicaciones de aquellas figuras, aunque más las quisiere resistir, porque a las infusiones sobrenaturales no las puede resistir la voluntad negativa con resignación humilde y amorosa, sino sola la impureza e imperfecciones del alma, como tambien en la vidriera impiden el paso de la claridad las manchas en la misma.







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