Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

15.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (62)



CAPÍTULO 15.
Se explica cómo a los recurrentes que comienzan a entrar en esta experiencia general de contemplación les conviene a veces aprovecharse del discurrir natural y obra de las potencias naturales.


1. Podría acerca de lo dicho haber una duda, y es si los aprovechantes, que es a los que Dios comienza a poner en esta experiencia sobrenatural de contemplación de la que hemos hablado, por el mismo caso que la comienzan a tener, no hayan ya para siempre de aprovecharse de la primera vía de meditación consistente en discurrir y en las formas naturales.
A lo cual se responde que no se entiende que los que comienzan a tener esta noticia amorosa en general de contemplación, nunca hayan ya de procurar el tener meditación, porque a los principiantes que ya están avanzando, en los cuales no está tan perfecto el hábito de ella de modo que, en el momento que ellos quieran, se puedan poner en el acto de esta contemplación ni, por lo semejante, están tan remotos de la meditación, que no puedan meditar y discurrir algunas veces naturalmente como solían, por las formas y pasos que solían, hallando allí aún algún provecho nuevo. Antes a estos principiantes, cuando por los indicios ya dichos echan de ver que no está el alma empleada en aquel sosiego y noticia, habrán menester aprovecharse del discurso, hasta que vengan en ella a adquirir el hábito que hemos dicho en alguna manera perfecto, que será cuando todas las veces que quieren meditar se quedan sin más en esta noticia y paz sin poder hacer ni tener gana de hacerlo, como hemos dicho. Porque, hasta llegar a este tiempo, que es ya de aprovechados en esto, ya hay de lo uno, ya de lo otro, en diferentes tiempos.

2. De manera que muchas veces se hallará el alma en esta amorosa y pacífica asistencia sin obrar nada con las potencias, esto es, acerca de actos particulares, no obrando activamente, sino sólo recibiendo; y muchas habrá menester ayudarse blanda y moderadamente del discurrir para ponerse en ese estado. Pero, puesta el alma en ese estado, ya hemos dicho que el alma no obra nada con las potencias, y que entonces antes es verdad decir que se obra en ella y que está obrada la inteligencia y sabor, en lugar de estar en una actitud activa, sino solamente tener advertencia el alma con amar a Dios, sin querer sentir ni ver nada. En lo cual pasivamente se le comunica Dios, así como al que tiene los ojos abiertos, que pasivamente sin hacer ningún otro esfuerzo más que tenerlos abiertos, se le comunica la luz. Y este recibir la luz que sobrenaturalmente se le infunde, es entender pasivamente, pero se dice que no obra, no porque no entienda, sino porque entiende en realidad que no le cuesta su industria, sino sólo recibir lo que le dan, como acaece en las iluminaciones e ilustraciones o inspiraciones de Dios.

3. Aunque aquí libremente recibe la voluntad esta noticia general y confusa de Dios, solamente es necesario, para recibir más sencilla y abundantemente esta luz divina, que no se procure el entreponer otras luces más palpables recurriendo a otras luces o formas o noticias o figuras de discurso alguno, porque nada que pueda conseguir es semejante a aquella serena y limpia luz. De donde, si quisiere entonces entender y considerar cosas particulares, aunque más espirituales fuesen, impediría la luz limpia y sencilla general del espíritu, y colocaría una especie de nubes en medio, así como al que delante de los ojos se le pusiese alguna venda en la cual, cegado la vista, se le impidiese la luz y se quedaría sin ver lo que tiene adelante.

4. De donde se sigue de forma clara que, en cuanto el alma se acabe de purificar y vaciar de todas las formas e imágenes aprehensibles, se quedará en esta pura y sencilla luz, transformándose en ella en estado de perfección, porque esta luz nunca falta en el alma pero, por las formas y velos de criatura con que el alma está velada y enlodada, no se le infunde. De manera que si quitase estos impedimentos y velos del todo, como después se dirá, quedándose en la pura desnudez y pobreza de espíritu, esta alma, ya sencilla y pura, se transformará en la sencilla y pura sabiduría, que es el Hijo de Dios; porque faltando lo natural al alma enamorada, luego se infunde de lo divino, natural y sobrenaturalmente, porque en la naturaleza de las cosas no se da el vacío.

5. Aprenda el espiritual a estarse por tanto con advertencia amorosa en Dios, con sosiego de entendimiento, cuando no puede meditar, aunque le parezca que no hace nada. Porque así, poco a poco y muy presto, se infundirá en su alma el divino sosiego y paz con admirables y elevadas experiencias de Dios, envueltas en divino amor. Y no se entremeta en formas, meditaciones e imaginaciones, o algún discurso, con el fin de crear desasosiego al alma y así terminar por sacarla de su contento y paz, porque solo recibirá entonces desabrimiento y repugnancia. Y si, como hemos dicho, le hiciere escrúpulo el pensar que no logra hacer nada, advierta que no hace poco en pacificar el alma y ponerla en sosiego y paz, sin obra alguna ni apetito, que es lo que Nuestro Señor nos pide por David (Sal. 45, 11), diciendo: "Aprended a estaros vacíos de todas las cosas" -es a saber, interior y exteriormente-, "y vereis cómo yo soy Dios".







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