Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

14.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (61)



11. Y la causa de este olvido es la pureza y sencillez de esta experiencia la cual, ocupando al alma, así la pone sencilla y pura y limpia de todas las aprehensiones y formas de los sentidos y de la memoria, por donde el alma obraba en tiempo presente, y así la deja en olvido y sin tiempo. De donde al alma esta oración aunque, como decimos, le dure mucho, le parece brevísima, porque ha estado unida en inteligencia pura, que está fuera de todo tiempo. Y es la oración breve de que se dice (Ecli. 35, 21) que penetra los cielos. Porque es breve se refiere a porque no es en tiempo, y porque penetra los cielos se refiere a que el alma está unida en inteligencia celestial. Y así, esta experiencia deja al alma, cuando lo recuerda, con los efectos que hizo en ella sin que ella los sintiese hacer, que son levantamiento de mente a inteligencia celestial y enajenación y abstracción de todas las cosas y formas, y figuras, y memorias de ellas. Lo cual dice David (Sal. 101, 8) haberle a él acontecido, volviendo en sí del mismo olvido, diciendo: "Recordé y me hallé hecho como el pájaro solitario en el tejado". Dice solitario refiriéndose, a saber, de todas las cosas enajenado y abstraído; y en el tejado, es a saber, elevada la mente en lo alto. Y así se queda el alma como ignorante de todas las cosas, porque solamente sabe de Dios sin saber cómo. De donde la Esposa declara en los Cantares (6, 11), entre los efectos que en ella hizo este su sueño de olvido, este no saber, cuando dice que descendió a él, diciendo: Nescivi, esto es: "no supe".
De donde, aunque como hemos dicho al alma en esta experiencia le parezca que no hace nada, ni está empleada en nada, porque no obra nada con los sentidos ni con las potencias, sin embargo no se está perdiendo tiempo porque, aunque cese la armonía de las potencias del alma, la inteligencia de ella está de la manera que hemos mencionado. Que por eso la Esposa, que era sabia, también en los Cantares (5, 2) se respondió ella a sí misma en esta duda, diciendo: "Aunque duermo yo" -según lo que yo soy naturalmente, cesando de obrar-, "mi corazón vela", sobrenaturalmente elevado en esta experiencia sobrenatural.

12. Pero es de saber que no se ha de entender que esta experiencia ha de causar por fuerza este olvido para ser como aquí decimos, que eso sólo ocurre cuando abstrae al alma del ejercicio de todas las potencias naturales y espirituales, lo cual sucede las menos de las veces, porque no siempre ocupa toda el alma. Que, para que sea suficiente para el caso que vamos tratando, basta que el entendimiento este abstraído de cualquiera noticia particular, ahora temporal, ahora espiritual, y que no tenga gana la voluntad de pensar acerca de unas ni de otras, como hemos dicho, porque entonces es señal que está el alma empleada.
Y este indicio se ha de tener para entender que lo está cuando esta experiencia sólo se aplica y comunica al entendimiento, que es cuando a veces el alma no lo echa de ver. Porque, cuando juntamente se comunica a la voluntad, que es casi siempre, poco o mucho no deja el alma de entender, si quiere percatarse de ello, que está empleada y ocupada en esta noticia, por cuanto se siente con sabor de amor en ella, sin saber ni entender particularmente lo que ama. Y por eso la llama "experiencia amorosa general" porque, así como lo es en el entendimiento, comunicándose a él oscuramente, así también lo es en la voluntad, comunicándola sabor y amor solapadamente, sin que sepa diferenciar lo que ama.

13. Esto baste ahora para entender cómo le conviene al alma estar empleada en esta noticia para tener que dejar la vía del discurso espiritual y para asegurarse que, aunque no le parezca que hace nada el alma, está bien empleada, si se ve con las mencionadas señales, y para que también se entienda, por la comparación que hemos comentado cómo, no porque esta luz se represente al entendimiento más comprensible y palpable, como hace el rayo del sol al ojo cuando está lleno de partículas, por eso la ha de tener el alma por más pura, subida y clara, pues es evidente que, según dice Aristóteles y los teólogos, cuanto más alta es la luz divina y más sublime, más oscura es para nuestro entendimiento.

14. De esta divina experiencia hay mucho que decir, así de ella en sí como de los efectos que hace en los contemplativos. Todo lo dejamos para su lugar, porque aún lo que hemos dicho en este no había por qué alargarnos tanto, si no fuera por no dejar esta doctrina algo más confusa de lo que queda, porque es cierto, yo confieso le queda mucho. Porque, dejado que es materia que pocas veces se trata por este estilo, ahora de palabra como de escritura, por ser ella en sí extraordinaria y oscura, añádese también mi torpe estilo y poco saber. Y así, estando desconfiado de que lo conseguiré dar a entender, muchas veces entiendo me alargo demasiado y salgo fuera de los límites que bastan al lugar y parte de la doctrina que voy tratando. En lo cual yo confieso hacerlo, a veces, como precaución con el fin de lo que no se da a entender por unas razones, quizá se entenderá mejor por aquellas o por otras, y también porque entiendo que así se va dando más luz para lo que se ha de decir adelante. Por lo cual me parece también necesario (para concluir con esta parte) dar respuesta a una duda que puede haber acerca de la continuación de esta experiencia, y será de forma breve en el siguiente capítulo.







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