Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

13.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (60)



6. Y que la tercera señal sea conveniente y necesaria para poder dejar la forma de meditación mencionada, la cual es la comunicación o advertencia general y amorosa en Dios, tampoco entiendo era menester decir aquí nada, por cuanto ya en la primera parte queda dado a entender algo y, más tarde, de ella hemos de tratar específicamente, cuando hablemos de esta comunicación general y solapada en su lugar, que será después de todas las aprehensiones personales del entendimiento. Pero diremos sola una razón con que se vea claro cómo, en caso que el contemplativo haya de dejar la vía de meditación y discurso, le es necesaria esta noticia o advertencia amorosa en general de Dios. Y es porque, si el alma entonces no tuviese esta noticia o asistencia en Dios, se desprendería de ahí que ni haría nada ni tendría nada el alma en cuanto al ejercicio acerca de Dios porque, dejando la meditación, mediante la cual obra el alma discurriendo con las potencias sensitivas y faltándole tambien la contemplación, que es la noticia general que decimos, en la cual tiene el alma en actuación las potencias espirituales, que son memoria, entendimiento y voluntad, unidas ya en esta noticia obrada ya y recibida en ellas, le faltaría necesariamente al alma todo ejercicio acerca de Dios, como quiera que el alma no pueda obrar ni recibir lo obrado, si no es por vía de estas dos maneras de potencias sensitivas y espirituales. Porque, como hemos dicho, mediante las potencias sensitivas puede ella discurrir y buscar y obrar con lo que le llega de los objetos, y mediante las potencias espirituales puede gozar las noticias ya recibidas en estas dichas potencias, sin que obren ya esas potencias (es decir, sin necesidad de recurrir a esos objetos).

7. Y así, la diferencia que hay del ejercicio que el alma hace acerca de las unas y de las otras potencias, es la que hay entre ir obrando y gozar ya de la obra hecha, o la que hay entre el trabajo de ir caminando y el descanso y quietud que hay en el término; o también sería de diferente como diferente es estar guisando la comida, o estar comiéndola y gustándola ya guisada y masticada, sin alguna manera de ejercicio de obra; o también entre la diferencia de ir recibiendo, y aprovechándose ya de lo recibido. Y así, si acerca del obrar con las potencias sensitivas, que es la meditación y discurso, o acerca de lo ya recibido y obrado en las potencias espirituales, que es la contemplación y comunicación que hemos dicho, no estuviese el alma empleada estando relajada de las unas y de las otras, no habría de dónde ni por dónde se pudiese decir que estaba el alma empleada. Es, pues, necesaria esta noticia para entonces dejar la vía de meditación y del discurrir.

8. Pero conviene aquí saber que esta noticia general de la que estamos hablando es a veces tan sutil y delicada, mayormente cuando ella es más pura y sencilla y perfecta y más espiritual e interior, que el alma, aunque está empleada en ella, no la echa de ver ni la siente. Y esto acontece más cuando decimos que ella es en sí más clara y perfecta y sencilla. Y es de esa forma cuando ella embiste en un alma más limpia y ajena de otros pensamientos y noticias particulares en que podría hacer presa el entendimiento o sentido la cual, por carecer de estas distracciones de las cuales el entendimiento y sentido tiene habilidad y costumbre de ejercitarse, no la siente, por cuanto le faltan sus acostumbrados sensibles. Y esta es la causa por donde, estando ella más pura y perfecta y sencilla, menos la siente el entendimiento y más oscura le parece. Y así, por el contrario, cuanto ella está en sí en el entendimiento menos pura y simple, más clara y de más proporción le parece que ella sea al entendimiento, por estar ella vestida o mezclada o envuelta en algunas formas inteligibles, en que puede tropezar el entendimiento o sentido y encontrarla.

9. Lo cual se entenderá bien por esta comparación. Si consideramos en el rayo del sol que entra por la ventana vemos que, cuanto el dicho rayo está más poblado de polvo y motas, mucho más palpable y sensible y más visible le parece a la vista del sentido. Y sin embargo es evidente que entonces el rayo está menos puro y menos claro en sí, y menos sencillo y perfecto, pues está lleno de tantas motas y polvillo. Y tambien vemos que cuando está más puro y limpio de aquellas motas y partículas, menos palpable y más oscuro le parece al ojo material, porque le pasa más desapercibido cuanto más limpio está, y así tanto más oscuro y menos aprehensible le parece. Y si del todo el rayo estuviese limpio y puro de todas las partículas y motas, hasta de los más sutiles polvitos, del todo parecería oscuro e incomprehensible el dicho rayo al ojo, por cuanto allí faltan los visibles, que son objeto de la vista, que le dan forma. Y así, el ojo no halla materia en la cual reparar, porque la luz no es propio objeto de la vista, sino el medio con que ve lo visible y así, si faltaren elementos extraños en que el rayo o la luz hagan reflexión, nada se verá. De donde si entrase el rayo por una ventana y saliese por otra, sin topar en cosa alguna que pudiese darle forma o cuerpo, no se vería nada y, con todo eso, el rayo estaría en sí más puro y limpio que cuando, por estar lleno de cosas visibles, se veía y sentía más fácil.

10. De la misma manera acontece acerca de la luz espiritual en la vista del alma, que es el entendimiento, en el cual esta general noticia y luz que vamos diciendo y que es sobrenatural, embiste tan pura y sencillamente y tan desnuda ella y ajena de todas las formas inteligibles que son objetos del entendimiento, que ese entendimiento no la siente ni la logra ver antes, a veces, que es cuando ella es más pura, le hace tiniebla, porque le enajena de sus acostumbradas luces, de formas y fantasías, y entonces se siente bien y se satisface en ver esa forma de tiniebla. Mas, cuando esta luz divina no embiste con tanta fuerza en el alma, ni siente tiniebla, ni ve luz, ni aprehende nada que ella sepa, de acá ni de allá y, por tanto, se queda el alma a veces como en un gran olvido, que ni supo dónde se estaba, ni qué estaba haciendo, e incluso le parece que ni ha pasado por ella el tiempo. De donde puede ocurrir, y así es, que se pasen muchas horas en este olvido y al alma, cuando vuelve en sí, simplemente le parece que fue un momento o que no estuvo nada en este estado de contemplación recogida.







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