Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

12.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (59)



CAPÍTULO 14.
Se muestra la conveniencia de estas señales, dando razón de la necesidad de lo dicho en ellas para poder avanzar.


1. Acerca de la primera señal que decíamos, se debe saber que el tener el espiritual (para entrar en la vía del espíritu, que es la contemplativa) de dejar la vía imaginaria y de meditación sensible cuando ya no gusta de ella ni puede discurrir, es por dos cosas que casi se encierran en una:
La primera, porque en cierta manera se le ha dado al alma todo el bien espiritual que había de hallar en las cosas de Dios por vía de la meditación y del discurso, cuyo indicio es el no poder ya meditar ni discurrir como antes y no hallar en ello fruto ni gusto de nuevo como antes encontraba, puesto que no había recorrido hasta entonces en el espíritu todo lo que allí había para él. Porque, ordinariamente, todas las veces que el alma recibe algún bien espiritual, lo recibe gustando, a lo menos con el espíritu, en aquel medio por donde lo recibe y le hace provecho y, si no, por casualidad le aprovecha, puesto que ni halla en la causa de él aquel ánimo y fruto que halla cuando lo recibe mientras recorre esta vía. Porque es al modo que dicen los filósofos, "quod sapit, nutrit", esto es: "lo que da sabor, cría y engorda". Por lo cual dijo el santo Job (6, 6): "¿Come alguien lo soso sin sal, o saca gusto al jugo de malva?". Esta es la causa de no poder considerar ni discurrir como antes: el poco sabor que en ello halla el espíritu y el poco provecho.

2. La segunda es porque ya el alma en este tiempo tiene el espíritu de la meditación en sustancia y hábito. Porque es de saber que el fin de la meditación y discurso en las cosas de Dios es sacar alguna noticia y amor de Dios, y cada vez que por la meditación el alma la saca, es un acto. Y así como muchos actos en cualquiera cosa vienen a engendrar hábito en el alma, así muchos actos de estas noticias amorosas, que el alma ha ido sacando en veces repetidamente, vienen por el uso a continuarse tanto, que se hace hábito en ella. Lo cual también Dios suele hacer en muchas almas sin medio de estos actos, a lo menos sin haber precedido muchos, poniendolas pronto en contemplación. Y así, lo que antes el alma iba sacando en veces por su trabajo de meditar en noticias particulares ya, como decimos, por el uso se ha hecho y vuelto en ella en hábito y sustancia de una noticia amorosa general, no distinta ni particular como antes. Por lo cual, en poniendose en oración, ya como quien tiene allegada el agua, bebe sin trabajo en suavidad, sin ser necesario sacarla por los arcaduces de las pesadas consideraciones y formas y figuras. De manera que, luego en poniéndose delante de Dios, se pone en acto de noticia confusa, amorosa, pacífica y sosegada, en que está el alma bebiendo sabiduría y amor y sabor.

3. Y esta es la causa de por qué el alma siente mucho trabajo y sinsabor cuando, estando en este sosiego, la quieren hacer meditar y trabajar en particulares noticias. Porque le acaece como a niño que, estando recibiendo la leche, que ya tiene en el pecho allegada y junta, le quitan el pecho y le hacen que con la diligencia de su estrujar y manosear la vuelva a querer sacar y juntar; o como el que, habiendo quitado la corteza de un fruto, está gustando la sustancia, si se la hiciesen dejar para que volviese a quitar la dicha corteza que ya estaba retirada, ni hallaría ya la corteza y además dejaría de gustar de la sustancia que ya tenía entre las manos; siendo en esto semejante al que deja la presa que tiene por la que no tiene o espera tener, cuando bien podría regalarse con lo capturado.

4. Y así hacen muchos que comienzan a entrar en este estado que, pensando que todo el negocio está en ir discurriendo y entendiendo particularidades por imágenes y formas, que son la corteza del espíritu, como no las hallan en aquella quietud amorosa y sustancial en que se quiere quedar su alma, donde no entienden cosa clara, piensan que se van desviando y que pierden el tiempo, y vuelven a buscar la corteza de su imagen y discurso, la cual no hallan, porque está ya retirada. De esta forma ni gozan la sustancia ni hallan meditación y encima se turban a sí mismos, pensando que vuelven atrás y que se pierden. Y, a la verdad, se pierden (aunque no como ellos piensan), porque se pierden en sus propios sentidos y a la primera manera de sentir, lo cual es irse agarrando y adueñando del espíritu que se les va dando, pero sin embargo es precisamente en este momento que cuanto van ellos menos entendiendo, van entrando más en la noche del espíritu, de la cual en este libro tratamos, por donde han de pasar para unirse con Dios sobre todo otro saber.

5. Acerca de la segunda señal poco hay que decir, porque ya se ve que de necesidad no ha de gustar el alma en este tiempo de otras imágenes diferentes, que son del mundo; pues de las que son más conformes, que son las de Dios, según hemos dicho, no gusta por las causas ya dichas. Solamente, como arriba queda anotado, suele en este recogimiento la imaginación ir de suyo, y venir y variar, mas no con gusto y voluntad del alma, antes en ello siente pena porque la inquietan en su paz y sabor.







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