Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

12.4.21

La liturgia fúnebre



No sin razón, decía el Crisóstomo, ordenaron los Apóstoles que en la celebración de los misterios principales se hiciese memoria de los difuntos; porque sabían de cuánta utilidad y provecho les era.

Veamos lo que dicen las liturgias, empezando por la de los nestorianos del Malabar: "Acordémonos de nuestros padres, de nuestros hermanos, y de los fieles que han salido de este mundo en la fe ortodoxa; roguemos al Señor que los absuelva, y que les remita sus pecados, sus prevaricaciones, y que los haga dignos de que dividan la felicidad eterna con los justos que se han conformado con la voluntad divina".

La liturgia de los nestorianos caldeos: "Perdonad los delitos y pecados de los que han muerto; os lo pedimos por vuestra gracia y vuestras eternas misericordias".




Los armenios al celebrar por un difunto, dicen: "Acordaos, Señor; sed misericordioso y propicio a las almas de los difuntos, y en particular a aquellas por las que ofrecemos este santo Sacrificio". Su liturgia ofrece hermosísimas oraciones por los vivos y por los difuntos en general. Dirigiéndose el diácono a los fieles, exclama: "Pedimos que en este Sacrificio se haga mención de todos los fieles en general, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos que han muerto en la fe de Jesucristo". Responde el coro: "Acordaos, Señor, y compadeceos de ellos".

El sacerdote solo:

"Dadles el descanso, la luz y un lugar entre vuestros Santos en el reino celestial, y haced que sean dignos de vuestra misericordia".

"Acordaos, Señor, y compadeceos del alma de vuestro siervo N., según vuestra misericordia".

"Acordaos también, Señor, de los que se han recomendado a nuestras oraciones, vivos o difuntos; concededles en recompensa bienes verdaderos y que no sean pasajeros".

Los griegos del patriarcado de Constantinopla se sirven hace más de once siglos de dos liturgias bajo el nombre de San Basilio y de San Crisóstomo. Se lee en ellas esta recomendación por los difuntos: "También os ofrecemos por el descanso y libertad del alma de vuestro siervo N., para que esté en el lugar luminoso donde no hay dolor ni llanto, y que hagáis que descanse, ¡oh Dios y Señor nuestro!, donde brilla la luz de vuestro rostro". Es necesario observar que esta liturgia es seguida no sólo de las Iglesias griegas del imperio otomano, que dependen del patriarcado de Constantinopla, sino también de las que se hallan en Occidente, en Roma, en Calabria, en la Pulla, en la Georgia, en la Mingrelia, en la Bulgaria y en la Rusia entera. Sobre la creencia y práctica de los rusos en general, tenemos un testimonio muy brillante en su Catecismo conocido con el título de "Confesión ortodoxa de la Iglesia oriental". Así sobre el artículo 7.° del Símbolo, leemos: "No pueden las almas después de la muerte obtener la salvación y la remisión de sus pecados por su arrepentimiento y por ningún acto por su parte, sino por las buenas obras y oraciones de los fieles, y sobre todo por el Sacrificio incruento que la Iglesia ofrece todos los días por los vivos y por los difuntos".

La liturgia de Alejandría o de los coftos jacobitas hace conmemoración de los difuntos del modo que sigue: "Acordaos, Señor, de todos los que han finado o concluido sus días en el sacerdocio, como también de todo el orden de los seglares. Dignaos, Señor, concederles el descanso a sus almas en el seno de Abrahán, de Isaac y de Jacob. Introducidlos en el paraíso de las delicias, en aquella santa morada de donde están desterrados el dolor, la tristeza y los sollozos del corazón, y donde brilla la luz de vuestros Santos". En este lugar el diácono recita los nombres de los difuntos, y continúa el sacerdote: "Disponed ¡oh Dios mío!, que los que llamáis a Vos, descansen en esa morada dichosa". Vuelve otra vez a los difuntos en una oración posterior: "Conservad con el Ángel de la paz aquellos que están vivos, y haced ¡oh Dios mío!, que las almas de los difuntos descansen en el seno de nuestros padres Abrahán, Isaac y Jacob, en el paraíso de la felicidad".

Liturgia de los abisinios o etíopes: "Compadeceos ¡Dios mío!, de las almas de vuestros siervos y siervas, que han sido alimentados con vuestro Cuerpo y Sangre, y han dormido con el sueño de la muerte en vuestra fe". El sacerdote en una extensa y bella oración, después de la consagración dice aún: "Salvad eternamente a los que hacen vuestra voluntad; consolad a las viudas, ayudad a los huérfanos, y los que han muerto en la fe dignaos recibirlos".

Liturgia de los sirios ortodoxos y jacobitas. El diácono: "Hacemos repetidamente conmemoración de todos los difuntos que han muerto en la verdadera fe, ya hayan pertenecido a esta Iglesia, a este país o a cualquiera región que sea, y han llegado a Vos, Dios mío, que sois el Señor y Dueño de todas las almas y cuerpos. Rogamos, imploramos y suplicamos al Cristo nuestro Dios, que ha recibido sus almas, que las haga por sus misericordias dignas del perdón de sus pecados, y de hacernos llegar con ellas al reino. Por esto decimos tres veces: Kyrie eleison". Inclinado el sacerdote ora por los difuntos, y después levantando la voz: "¡Oh Dios mío! Señor de todas las almas y cuerpos, acordaos de los que nosotros nos acordamos, y que han salido de este mundo en la verdadera fe; dad el descanso a sus almas, haciéndolas dignas de la felicidad que se disfruta en el seno de Abrahán, de Isaac y de Jacob, donde brilla la luz de vuestros ojos, y de donde están desterrados los pesares, los dolores y gemidos".

La antigua liturgia conocida con el nombre de Santiago, citada por el concilio "in Trullo", y explicada en el siglo IV por San Cirilo de Jerusalén, pone en boca del sacerdote la oración siguiente por los difuntos: "Señor Dios nuestro, acordaos de todas las almas de que hemos hecho memoria y de las que no la hemos hecho, y que han muerto en la verdadera fe desde Abel hasta ahora; haced que descansen en la región de los vivos, en vuestro reino, en las delicias del paraíso, en el seno de Abrahán, de Isaac y de Jacob, nuestros santos Padres, en donde no hay dolores, gemidos ni tristeza, en donde la luz de vuestro rostro, que todo lo ilumina, brilla de todas maneras".

San Cirilo lo explicaba así a los neófitos: "Celebrando el Sacrificio pedimos en último lugar por los que han muerto entre nosotros, apreciando que sus almas reciban muchos auxilios del tremendo Sacrificio de nuestros altares. Si los parientes de un pobre desterrado presentasen al príncipe una corona de oro para apaciguar su cólera, sin duda que este sería un medio excelente para impulsarlo a que acortase el tiempo o suavizase la pena del destierro. Así orando por los difuntos durante el Sacrificio, ofrecemos a Dios, no una corona de oro, sino Jesucristo su Hijo, muerto por nuestros pecados, con el fin de hacer propicio para ellos y nosotros Aquel que por su naturaleza está muy inclinado a la clemencia". La liturgia mozárabe o española: "Nosotros os ofrecemos, ¡oh Padre soberano!, esta Hostia inmaculada por vuestra santa Iglesia, por la santificación del siglo prevaricador, por la purificación de nuestras almas, por la salud de los enfermos, por el descanso e indulgencia de los fieles difuntos, para que dejando la permanencia de esta triste morada, disfruten de la dichosa sociedad de los justos".

"Reunios" - dicen las Constituciones Apostólicas -, "en los cementerios; haced en ellos la lectura de los Libros sagrados, cantad salmos por los Mártires, por todos los Santos y por vuestros hermanos que han muerto en el Señor, y ofreced después la Eucaristía".

Sería superfiuo citar las liturgias de la Iglesia latina, de las que nadie duda.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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