Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

15.3.21

¿Se debe desear ir al Purgatorio? Testimonio



En la vida de San Estanislao, mártir, obispo de Cracovia, en Polonia, se refiere que Boleslao, rey de aquella nación, hombre libidinoso, soberbio y cruel, se había hecho aborrecible sobre todo por su desenfrenada lascivia. El santo Obispo le había amonestado repetidas veces privada y públicamente, mas lejos de enmendarse concibió contra él un odio mortal.

En tales circunstancias, San Estanislao hubo de comprar para su iglesia una heredad perteneciente a un militar llamado Pedro, pagando su precio de contado; pero he aquí que el dicho Pedro murió antes de haber escriturado los títulos de transmisión de la propiedad a favor del comprador, ni otorgado carta de pago u otro cualquier instrumento o resguardo. Tres años después de aquella muerte, los sobrinos del difunto, sus herederos, en lugar de suplir aquella falta cual en semejante caso cumplía a personas honradas, metiendo en saco roto todo sentimiento noble y justo, y cegados por el sórdido interés, emplazaron al Santo ante el tribunal del rey Boleslao, exigiéndole el pago de la finca que le había vendido su tío. No pudiendo el demandado presentar prueba alguna documental para justificar la solución de la deuda, ofreció la de testigos, que por cierto los tenía y de mayor excepción, mas atemorizados éstos por las amenazas del Rey, se negaron a declarar.




En semejante conflicto, el Espíritu Santo, que había hecho su deliciosa mansión en el castísimo y purísimo pecho del santo Prelado, inspiró a éste que dijera en alta voz delante de aquel verdadero Sanedrín, poco más o menos lo siguiente:

"En vista de que no hallo amparo en la tierra, pues que los hombres me abandonan, apelo al tribunal de Dios; y lo que no consigo probar con testigos vivos lo he de probar con los muertos. Pedro, el vendedor de la posesión litigada, que como todos sabéis murió hace tres años, vendrá del otro mundo a dar testimonio de la verdad. Yo me comprometo a ello, y he de cumplir la promesa dentro del tercero día".

Oído esto por el Rey, suspendió el juicio, bien persuadido de que siendo imposible lo que el Obispo ofrecía, el fracaso y derrota que iba a experimentar habían de aumentar su descrédito y colmar mejor la venganza del irritado monarca.

Mas, ¡oh Providencia amorosísima del Eterno!, llegado el tercer día y después de celebrar el santo Sacrificio del altar, revestido San Estanislao de pontifical, se encaminó procesionalmente al mausoleo donde descansaban los restos mortales de Pedro, acompañado de su clero y casi todo el pueblo de Cracovia. Descubierto el sepulcro, mandó al difunto en nombre de la Santísima Trinidad que volviese a la vida, y al punto aquellas cenizas frías se convirtieron en carne, quedó formado el cuerpo y entrando en él el alma, volvió al mismo ser que antes tenía.

Aquel gentío inmenso después de desahogar con grandes clamores la admiración que le causó la vista de un milagro tan asombroso, incorporóse a la procesión que se dirigió primeramente a la iglesia a dar gracias a Dios y después al tribunal del Rey, donde Pedro declaró que había recibido íntegra la suma estipulada por la heredad. Y luego, volviéndose a sus sobrinos, les increpó fuertemente la maldad a que les había precipitado su codicia, diciéndoles: "¿Qué furor o qué demencia ha sido la vuestra en calumniar tan villanamente a este varón de Dios? Procurad aplacar al Señor con la penitencia, antes que caigáis en el tenebroso lugar que os está reservado en el infierno".

En fin, terminada felizmente la cuestión, el Obispo preguntó al resucitado si quería vivir algún tiempo más, que él se lo alcanzaría de Jesucristo, y le contestó que no, pues prefería la seguridad del Purgatorio, en donde llevaba ya tres años de penar y lo que le suplicaba era que lo encomendase mucho al Señor para que lo llevase presto a gozar de sí. Con esto se volvió Pedro acompañado del mismo clero y muchedumbre al sepulcro, y entrando en él después de encomendarse a las oraciones de todos, murió la segunda vez.

Lo trae todo más largamente el "Acta Sanctorum", tomo 2.° de Mayo, día 7 del mismo mes. Y por ser un hecho perfectamente auténtico, se refiere también en resumen en las Lecciones de la festividad de San Estanislao, que rezamos en el Breviario en su día propio.

Quédense pues, en el Purgatorio aquellas almas que ya entraron en él; no deseen volver a este valle de llanto, donde la Majestad de Dios se ve tan gravemente ofendida. Mas a nuestra vez los que, como dice el Apóstol, no tenemos aquí ciudad permanente, mas buscamos la que está por venir, es decir, los que todavía peregrinamos en la tierra, no nos contentemos con ir al Purgatorio, sino que más, mucho más debemos desear.

"Sursum corda!", ¡Arriba, arriba, pues, los corazones! A la manera que hollamos la tierra con los pies como para demostrar nuestra superioridad y dominio sobre ella, del propio modo hemos de hollar con la voluntad todo lo terreno, para elevar nuestro corazón a lo alto. Al cielo; allí nos conviene fijar inmediatamente nuestras aspiraciones. ¡Oh cuan amables son tus tabernáculos, Señor de los poderíos! ¡Mi alma los codicia y desfallece de amor por ellos!

Cosas gloriosas se han dicho de ti, ciudad de Dios; de tus fundamentos adornados de toda piedra preciosa, de jacintos, zafiros, esmeraldas, topacios y otros primores; de tus doce puertas formadas de otras tantas margaritas; de tus muros de jaspe; de tus calles y plazas de purísimo oro, y de infinitas bellezas más. En aquel reino de Dios nunca anochece, ni ha menester del resplandor de la luna, ni de la claridad da las estrellas, ni de la luz del sol: el Cordero que mora en la luz inaccesible alumbra perpetuamente aquella celestial morada. Pues si los justos resplandecen allí como el sol, ¿qué será el divino Sol, Cristo, Salvador nuestro?

Dichosa tú, alma mía, y por siempre bienaventurada, si merecieses entrar en aquel paraíso de delicias, cuyos ciudadanos son todos príncipes y más que príncipes, y cuyo Rey y Señor lo regocija y llena todo de su gloria y majestad. ¡Rey y Señor! ¿Y quién es este? "Es Dios; es un piélago inmenso e infinito de todo el Ser, que puede ser; de todo el Poder, de todo el Saber, de todo el Amor, de toda la Bondad, de toda la Hermosura, de toda la Fortaleza, de toda la Santidad, de toda la Majestad, de toda la Afabilidad, de toda la Justicia, de toda la Misericordia, de toda la Riqueza, de toda la Liberalidad, de toda la Gloria y Suma Felicidad, y de todas las perfecciones de cualquier modo posibles, de manera que todos los atributos y perfecciones en ser y número que se pueden pensar y son posibles, todas las hay en Dios; y por mejor decir, Dios es todas estas perfecciones infinitas sin límite, ni tasa, y aún muchas más, y más sin fin". En una palabra, Dios es la suma bondad, y fuera de Dios no se hallará más que miseria, bajeza, infelicidad y trabajo.

"Nemo bonus, nisi solus Deus" ("Ninguno hay bueno, sino solo Dios"). Ó como dice otro Apóstol: "Unus est bonus Deus" ("Sólo uno es bueno, que es Dios").

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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