Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

14.3.21

¿Se debe desear ir al Purgatorio?



En cierto sentido no tenemos inconveniente en confesar que es lícito y laudable el deseo de ir al Purgatorio, como cuando desconfía uno de sí mismo, y hastiado de una vida como lo es la presente, tan llena de decepciones y peligros, quisiera hallarse en el Purgatorio por gozar del inapreciable don de nunca más ofender a Dios.

Mas doblando la hoja para hablar en tesis general, nuestra opinión particular es que considerado el punto en abstracto, y sin que otro algún sentimiento a interior impulso ponga más alto el blanco de nuestras miras, sin que apetezcamos un bien mayor que el Purgatorio para inmediatamente después de nuestra muerte, no puede ser loable el simple deseo de ir a aquel lugar, porque quien rehusa forjar en su mente pensamientos más encumbrados, claramente da a entender que no confía lo bastante en la divina misericordia, la cual haciendo aquello que esté en su mano seguramente le ha de ayudar a alcanzar la perfección que le falta, según aquello del Salvador: "Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto". Y así el que pone tasa a los servicios que piensa prestar al Señor contentándose con no ofenderle gravemente por librarse de la pena eterna, desobliga grandemente a Su Majestad, y en el día de la cuenta acaso se encuentre burlado.




No conviene estancarse en el camino de la virtud, porque es sentencia de los Santos aquello de "In via Dei non progredi, regredi est" ("quien no progresa en el camino hacia Dios, retrocede"), y aquel que contento y satisfecho con su estado presente no piensa en mejorarlo, no quiere dar un paso pareciéndole que de nada más tiene necesidad, por esto mismo puede decirse de él que todas las cosas le faltan, como lo afirma San Bernardo: "Omnia illi desunt, qui nihil sibi deesse putat" ("Todas las cosas le faltan a aquel que cree que de nada necesita"). Lejos de eso, siempre nos ha de parecer que andamos muy rezagados por las sendas de la salvación, como así lo hacían los Santos, y como de sí mismo lo pensaba el Apóstol cuando dijo: "De nada me arguye la conciencia, mas no por eso soy justificado". Y en otro lugar, tratando de la santidad, dice: "No que la haya yo alcanzado o que sea ya perfecto, mas voy siguiendo por si de algún modo la puedo obtener".

Casiano (Colación sexta, cap. 14), trae la respuesta dada por el abad Teodoro, la cual es de este tenor: "Es necesario, como dice el Apóstol, una de dos cosas: o que el hombre mire siempre adelante para ir aprovechando cada día, o si aflojare, ha de ir poco a poco volviendo atrás en el camino de la virtud. De aquí se sigue, que no puede durar mucho un alma en un mismo grado de pureza, sin crecer ni menguar, como si uno quisiera subir por la corriente de un río arrebatado y violento a fuerza de remos sería necesario que fuese cortando el agua para arriba remando con esfuerzo y valor, y así subiese; a que descuidándose de remar, al punto fuese bajando. Por tanto, tengamos por cierto, que el día que no habemos ganado algo en nuestro aprovechamiento, ya hemos perdido parte del que antes teníamos. Y en el moment en que dejamos de ir adelante, ya nos hallamos atrás".

No le es permitido, pues, al hombre el decir: "basta, no quiero ser mejor ni peor, porque esto equivaldría a soltar el remo mientras se sube bregando contra el ímpetu de la corriente". Cierto es que quien tal hace será arrollado por las aguas, volviendo hacia atrás hasta anegarse entre las ondas del mar, lo propio acontece con las pasiones, que como caudal o torrente embravecido pugnan incesantemente por hacernos desandar el camino del bien, para precipitarnos en el mar borrascoso de la culpa.

Planteada la cuestión en este terreno, dedúcese de lo expuesto que, hablando en términos absolutos, si tal vez no es ilícito, es por lo menos poco laudable el deseo de ir al Purgatorio, porque más nobles pensamientos debe tener un alma rescatada con la sangre divina.

Enhorabuena que nos reputemos por indignos de ir al cielo, más diremos. Nosotros mismos quisiéramos ser los primeros en persuadirnos que es tal nuestra indignidad y vileza, que deshonraríamos con nuestra infame y odiosa presencia la honorable mansión del Purgatorio, caso de entrar en él. Concedido; pero esto no debe obstar en lo más mínimo, para que alimentando en el fondo de nuestro corazón los deseos de ver y gozar de Dios en la gloria, aspiremos a subir a ella, a ser posible, sin necesidad de arder en las llamas del Purgatorio.

Como quien nada dice, les parece a algunos que el deseo de ir al Purgatorio es cosa de poco más a menos. Sentencia es de San Agustín, si hemos de creer al doctor Carrillo en su explicación de la Bula de difuntos, y a otros que lo citan, esta que sigue: "Nescit quid petit, qui Purgatorium petit" ("No sabe lo que pide, aquel que pide el Purgatorio"). Cierto, no lo sabe; porque es tanto lo que allí se sufre, que sobrepuja a todo nuestro entendimiento.

Lo contrario decimos de los que están actualmente en el Purgatorio: a éstos en manera alguna les conviene desear volver al mundo, porque aunque aquí podrían merecer, lo cual allí es imposible, pero tratándose de una cosa de tanta importancia como es la salvación, y teniendo ésta asegurada en el Purgatorio, ¿quién habrá que quiera fiarse de la inestabilidad de las cosas humanas? "La vida del hombre" - dice la Escritura -, "es como flor que se marchita, y como sombra que se desvanece, sin que jamás permanezca en un mismo estado" (Job, XIV, 2). Verdad amarga, pero certera. Más inconstante es el hombre y con más facilidad se muda, que giros, vueltas y revueltas da la veleta de un campanario, noche y día expuesta a merced del viento que sopla en caprichosas y volubles direcciones.

Soberbio escarmiento sería el que trajera al mundo un alma salida del Purgatorio; mas con todo eso, nos parece que pocas habrían de escoger quedarse acá en la tierra cambiando lo cierto por lo contingente, salvo quizá algún caso excepcional.

En cambio tenemos un testimonio verdaderamente clásico, que abona nuestra doctrina; ejemplo que por su notoriedad clara y solemne, merece que le pongamos por complemento y corona a continuación de esta conferencia. Por él se demuestra que algunas, a tal vez muchas almas del Purgatorio, prefieren lo seguro de su estado a lo dudoso del nuestro.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




| ClamoresDeUltratumba | | Purgatorio | | Consejos | | Enseñanzas |

No hay comentarios:

Publicar un comentario