Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

13.3.21

Qué podemos hacer para evitar ir al Purgatorio. Testimonio II



Santa María Francisca de las Cinco Llagas, de nuestra Tercera Orden, fue una de aquellas almas escogidas que vivieron más enamoradas de tierna compasión hacia las almas del Purgatorio. No contenta con socorrerlas en general con plegarias, ayunos, disciplinas e indulgencias, a menudo se comprometía a sufrir toda clase de tormentos por tales o cuales almas en particular, así que ellas volaban al Paraíso, mientras que María cargaba con toda la pena, resultando que por semanas o por meses enclavada en el lecho, era atormentada de crueles ardores, crucificada en todos los sentidos de agudísimos dolores, privada enteramente de fuerzas y reducida a un verdadero cadáver, tanto, que hacía temer a cada instante la muerte.

Un día, presa de fuertes convulsiones, mientras que oprimida de dolor caía casi muerta por tierra, invocó el Santísimo Nombre de Jesús, el cual se le apareció, inspirando compasión y amor, y la dijo: "Esposa amada, Yo soy Jesús Nazareno; ven, pues, conmigo al cielo, que mucho has padecido". Ella le respondió: "¡Ah, Señor!, poco es aquello que he padecido. ¿Qué digo?, poquísimo para lo mucho que habéis padecido Vos, y estoy pronta a padecerlo todo por ayudar a los pobres pecadores y a las almas del Purgatorio".




¡Oh prodigio de caridad! Todas las almas amantes suspiran a Dios con ardor indecible por verlo claramente y amarlo con amor perfectísimo, exclamando con San Pablo: "Desiderium habens dissolvi, et esse cum Christo, multo magis melius" ("Tengo deseo de ser desatado de la carne, y estar con Cristo que es mucho mejor" (Filip., 1, 23)).

Esta pobre virgen, como algunos otros Santos, quiere más padecer por Dios, por los pobres pecadores y por las almas del Purgatorio. ¿Y por qué? Porque sabía muy bien cuánta gloria daba a Dios, y con cuánta generosidad la había el Señor de recompensar.

En efecto, oid la promesa que le hizo Jesucristo, herido de caridad heroica: "¡Oh esposa mía muy amada! Ya que tú quieres padecer, Yo te digo que todas aquellas almas por las cuales tú me rogarás y me presentarás para que Yo les dé la salud eterna, todas te las daré". Después de esta promesa, imaginad cuánto celo habrá ella desplegado, cuántas almas de pecadores habrá salvado, cuántas almas del Purgatorio habrá enviado al Paraíso.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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