Cuenta Fr. Bernardino de Bustos, lo que sucedió a un hombre devoto de las almas del Purgatorio, el cual todos los días pasaba por un cementerio, y ofrecía algunas oraciones y responsos por ellas, y si alguna vez no podía pasar por él, las rezaba donde se hallaba. Tenía enemigos, los cuales le espiaron para matarle, y sabiendo que había de pasar por allí, le esperaron armados en una encrucijada no lejos del cementerio, a donde llegó y rezó a la hora acostumbrada. Luego vio delante de sí dos hachas de cera ardiendo, y otras dos detrás que le iban alumbrando y como guardando los pasos y las espaldas, sin ver persona que las llevase.
Le causó admiración y temor esta visión, pero Dios que le enviaba esta defensa, se lo quitó y le dio ánimo para ir a su casa. Pasó por entre sus enemigos, los cuales quedaron como pasmados viendo tan rara maravilla, y no se atrevieron a embestirle, cortados de temor. Llegó a su posada, y aunque no se descubrieron los que llevaban las hachas, le hablaron y dijeron:.
- Nosotros somos las almas por quien oras cuando llegas a nuestro sepulcro, que como tú no te olvidas de hacernos bien, nosotros no nos olvidamos de ti, y ahora venimos a defenderte de los enemigos que estaban apostados para matarte; prosigue en tu devoción, que nosotros proseguiremos en rogar por ti en el acatamiento de Dios.
Con esto desaparecieron, dejándole consolado y con ánimo de proseguir siempre en su devoción, y a todo el mundo ejemplo de su agradecimiento con las personas que les hacen bien.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario