Cuánto importa para salvarse renunciar las satisfacciones a favor de las almas lo haremos patente por la escala o gradación de motivos que vamos a alegar:
- 1.° Por la excelencia de la caridad que en este acto se ejercita, y lo que por virtud del mismo se aumenta el mérito sustancial de la gracia, de lo que se sigue el adquirir mayores fuerzas para combatir las pasiones y evitar las culpas graves o, que si éstas se cometen por la fragilidad de nuestra naturaleza enferma, repararlas luego mediante la verdadera penitencia.
- 2.° Tiene relación con esto aquello que hablando del juicio universal dice el Salvador por San Mateo: "Venid" - dice a los escogidos -, "benditos de mi Padre, poseed el reino que os está reservado desde el principio del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber, etc.". Pues si a las obras corporales de misericordia les promete el Señor la vida eterna, siendo mucho más nobles las obras espirituales, y entre éstas la más perfecta la que se ejercita con las benditas almas, y en grado más eminente todavía aquella con que se les hace donación de todas las satisfacciones en vida y en muerte, ¿cómo dejará de cumplir su promesa, dando la posesión del reino eterno a quien tal resignación de aquel fruto de sus buenas obras hizo por amor suyo?
- 3.° Y para que más y más se consolide y dilate nuestra confianza, es bien que tengamos presente los muchos abogados y medianeros, que a no dudarlo se han de declarar a favor de aquel que hace el desapropio de sus bienes en obsequio de los difuntos.
Son los primeros las almas aquellas que con tus satisfacciones se han librado del Purgatorio, las cuales como tan tierna y entrañablemente agradecidas, han de rogar constantemente por ti. Y si al que deja algo de los bienes terrenos por Jesucristo le ofrece este benignísimo Señor por San Mateo, cap. XIX, el ciento por uno y además la vida eterna, ¿qué no debe esperar de la infinita liberalidad de este gran Dios el que deja por su nombre bienes sin comparación más preciosos que los terrenos?.
- 4.° No sólo esto: quedarán también altamente reconocidas las otras almas que queden en el Purgatorio, las cuales a ley de justicia se tendrán por obligadas del beneficio que sus compañeras recibieron de ti, pues sin contar con que todas ellas están unidas en caridad, y que reciben cierto consuelo cada vez que alguna sale de aquellas mazmorras para ir a gozar de Dios, hay otra razón que provoca su agradecimiento, cual es la esperanza que conciben de librarse más pronto de aquellas penas. Porque cuanto más se disminuye el número de las almas, mayor parte les toca en la distribución de los sufragios generales que la Iglesia y los fieles les aplican.
- 5.° Siguen a las almas que quedan penando en el Purgatorio los innumerables ejércitos de espíritus bienaventurados, todos los cuales reciben un nuevo gozo accidental con el ingreso de un nuevo ciudadano y cantor de las glorias del Excelso; y más particularmente se alegran los que pertenecen al coro o jerarquía a que viene agregada aquella alma, como los Mártires, los Confesores, las Vírgenes, etc. Y los Santos que siendo viadores se distinguieron en alguna virtud particular, como los obedientes, los humildes, los castos, los pobres de espíritu y demás, se deleitan grandemente con la entrada de las almas que hubieren practicado en el mundo la respectiva virtud en que ellos sobresalieron, sobre todo si tomaron a los mismos por modelo, y recibiendo dichos bienaventurados este especial gozo por tu causa, ¿cómo podrán a ley de santos y agradecidos, dejar de interponer su valimiento en favor tuyo?
- 6.º Atiende además de esto a los nueve coros de los Angeles, y te convencerás de los muy poderosos motivos que tienen para tomar bajo su cuidado la protección de tu alma, pues por tu generosidad y desprendimiento han conseguido se llenen algunas de las sillas que dejaron vacantes los otros ángeles rebeldes. Y si como lo declara el Salvador por San Lucas, cap. XV, es tan grande el gozo que tienen los Angeles y asimismo los moradores todos del cielo por un pecador que hace penitencia, por la esperanza que conciben de poder contarlo un día en el número de sus compañeros, ¿cuánto mayor no será este gozo al verlo ya en posesión del reino celestial?
Pero los que más obligados se contemplan son los Angeles custodios de las almas que por tu medio llegan al paraíso, porque habiendo tenido la misión de guiarlas a su último fin por los senderos de esta vida mortal, no completan del todo su ministerio hasta el momento en que aquellas almas llegan a la bienaventuranza. De lo que se deduce que sabiendo se debe a ti el complemento de su cometido, forzosamente han de quedarte agradecidos, mostrándotelo con actos positivos de su amorosa protección y cuidado.
- 7.° No te detengas, sube más arriba, y mira lo que puedes esperar de la Reina del cielo María Santísima, que es toda piedad y dulzura, y ama tiernamente a las almas del Purgatorio y las llama a boca llena sus hijas. En cierta ocasión se apareció esta Señora a su sierva Santa Brígida, y la dijo: "No hay pena alguna en el Purgatorio que por mí no se haga más remisa y fácil de tolerar, que a no intervenir yo lo fuera". (V. el libro VI de las Revelaciones de aquella Santa, cap. XXI).
¿Quién, pues, podrá expresar el contento que tendrá aquella Madre de la Gracia, cada vez que vea las esposas de su Hijo libres del cautiverio, volar a los abrazos de su Amado? ¿Y cómo dejará de recompensarte la parte que tuvieres en tan buena obra?
- 8.º Empero lo que no se puede de modo alguno valorar, es el insondable piélago de misericordia que se encierra en las entrañas infinitamente piadosas de nuestro Redentor, cuya excesiva compasión le hace representarse a sí mismo en la Escritura, como ya hemos visto, no obstante su actual estado impasible, cual si realmente padeciera hambre con el hambriento, sed con el sediento, etc., todo ello para movernos a procurar remedio a los que estos y otros trabajos o privaciones toleran, en vista de que aquel benignísimo Señor se identifica y hace una misma cosa con ellos.
Pues si a tal extremo llega su piedad con los que en este mundo padecen, no será demasiado atrevimiento el nuestro, si consideramos a este Salvador dulcísimo acompañando en el Purgatorio a las benditas almas tan rigurosamente atormentadas, para suavizar el rigor de aquellas voracísimas hogueras, siquiera no permita su justicia suavizarlas del todo, cual lo hizo en figura del Ángel con los niños de Babilonia.
Dice, en efecto, la Sagrada Escritura, que al registrar Nabucodonosor con la vista el interior del horno en que había mandado arrojar atados a los tres santos muchachos adoradores del verdadero Dios, exclamó: "He aquí yo veo cuatro hombres sueltos y paseándose en medio del fuego, y no hay en ellos ningún daño, y el aspecto del cuarto es semejante al Hijo de Dios ("et species quarti similis filio Dei".
¿Qué mucho, pues, que consideremos a Cristo nuestra vida, aliviando por sí o por ministerio de sus Angeles las penas del Purgatorio? ¿Y que tengamos por cierto que las personas devotas de los difuntos le procuran una satisfacción verdaderamente inmensa, en llevar a cabo una tras otra levas y más levas de almas para que ingresen en las celestiales milicias? ¡Oh dicha digna de ser envidiada, la de poder renunciar a las satisfacciones por dar a las santas almas el descanso eterno!
¿Cómo lograremos nosotros esta dicha? No olvidando jamás aquellas palabras del Espíritu Santo: "El que menosprecia las cosas pequeñas, poco a poco caerá" (Ecle. XIX, I). Dice San Agustín que así como cuando el navio hace agua, es menester estar siempre dando a la bomba sacando el agua para que no se hunda, así nosotros con la oración, ansia y examen puntual de cómo nos va en nuestra navegación y camino de perfección, hemos de andar siempre quitando las faltas e imperfecciones que se nos van entrando poco a poco, para que no nos hundan y aneguen.
¿Por qué no hemos de renunciar a todo por salvarnos? Ninguna cosa hallaremos en este mundo capaz de compararse con el Santísimo Sacramento del altar. "Mira cómo fuera de la gracia común a otros Sacramentos, da este soberano bocado luz para conocer lo bueno y malo, y fuerzas para huir de esto y seguir aquello, y vida de gracia al que pensando que está en ella, no lo estando, se llega a comulgar teniendo atrición. Hace cobarde al demonio, y lo ahuyenta para que no aflija ni tiente tanto como a otros, a los que comulgan a menudo. Refrena la sensualidad y movimientos lascivos, y oprime la carne que perturba al espíritu. Modera la ira y cólera, y demás pasiones. Da favor especial para huir de las ocasiones de pecados, y los excusa en ellas cuando no se pueden huir. Alienta la devoción, para que con más prontitud y suavidad se proceda en el divino servicio, y acerca el gusto de las cosas espirituales. Preserva de muchos pecados mortales, dando particular auxilio para perseverar en gracia de Dios. Aviva la esperanza, confirma en la fe, enciende en amor de Dios y del prójimo. Da salud, alarga la vida, prospera la honra y la hacienda, cuando conviene para su honra y gloria, y verdadero servicio. Y finalmente, el Santísimo Sacramento del Altar alumbra al entendimiento, inflama la voluntad, alienta el afecto, abre la gana de recibirle, aviva el sentimiento, purifica el espíritu, aumenta las virtudes, colma los dones y multiplica las gracias" (Fray Isidro de León, "Místico cielo", discurso 5º).
Amemos el Santísimo Sacramento del Altar, y amaremos el alma. Piérdase todo: que se pierda la fama, los intereses, la salud y la misma vida; en una palabra todo, menos el alma. ¡Oh!, el alma es única. Si tuviéramos dos, podríamos acaso arriesgar la una; pero no tenemos más que una sola alma. ¿Quién no querrá salvarla?
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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