Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

24.3.21

El Purgatorio nos demuestra la gravedad del pecado. Testimonio



En la Vida de Santa María Magdalena de Pazzis se lee que estando por la tarde en el huerto con las demás monjas, fue arrebatada en éxtasis, y cuanto se pudo entender de las acciones que hacía y palabras que decía, la fue mostrado por Dios el lugar del Purgatorio y las penas que allí se padecen, porque toda llena de aflicción y maravilla, con el rostro descolorido y angustiado, rodeó todo el huerto poco a poco, y deteniéndose ya en esta ya en aquella parte, daba a entender que veía penas atrocísimas, y de las palabras que decía algunas veces mostraba ver las penas que padecían los Religiosos, otras los hipócritas, otras los ignorantes, algunas veces las de los desobedientes, impacientes, mentirosos, soberbios, ambiciosos e ingratos.

En la visión era tan grande el miedo que padecía, y tanta la compasión que tenía a aquellas almas, que unas veces se inclinaba hasta la tierra, otras con gran espanto alzaba los ojos a lo alto haciendo afectuosas oraciones a Dios por ellas, y como convidando al cielo y a la tierra a espanto y maravilla.




Tal vez volviéndose a las almas mismas las decía palabras de gran compasión, otra las reprendía por los pecados por que padecían, pero consolándolas con la esperanza de los bienes que esperaban, conforme está escrito en el libro de sus raptos y éxtasis. Eran tan vivas las acciones que entonces hacía y las palabras que decía, que con ellas movía a las monjas que estaban presentes a este espectáculo a gran compasión y lágrimas, porque propiamente parecía que veía aquellas penas con los ojos corporales, y así las enfervorizó mucho para rogar a Dios por las almas del Purgatorio.

Entre otras cosas notables que dijo de estas penas fue que las que padecieron los Mártires eran en cierto modo, en comparación de ellas, un deleitoso jardín; y fuera del rapto dijo que eran tan horribles, que si cuando las veía no la hubiesen ayudado el Ángel de su guarda y San Agustín, que estaban con ella, no hubiera sido posible poderlas ver. Ni fue esta vista para su alma de poco provecho, porque, como dijo en el mismo rapto, de ella aprendió a conocer mejor la pureza divina, la cual es tan grande que no admite en su reino sino es espíritus purificados y limpios de todo género de mancha de culpa por pequeña que sea, y se inflamó más para aborrecer el pecado.

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