Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

20.1.21

Las penas del Purgatorio. Testimonio



Era el día de Pascua de Resurrección, y Santa Gertrudis, grandemente interesada en la liberación de las almas del Purgatorio, dijo a Jesucristo: "Yo os suplico, honrador y amparo de las almas santas, que tengáis por bien de sacar en esta hora por reverencia de día tan glorioso, de las prisiones del Purgatorio las almas de vuestros mayores amigos, que estando en la tierra vivieron vida del espíritu, vistiéndolos, pues son miembros vuestros, de la librea gloriosa de que Vos estáis vestido".

"Para alcanzar con más presteza esta merced, yo os ofrezco todos los trabajos y dolores que he padecido en mis continuas enfermedades, y las aflicciones y desconsuelos de espíritu que he sufrido con humildad y paciencia, incorporados y unidos con vuestra acerba y dolorosa Pasión".




Enternecido y aplacado el Señor con este sacrificio, acariciándola con gran suavidad y ternura, la enseñó un número de almas santas casi imposible de contar, que habían sido libertadas y absueltas de las penas del Purgatorio por sus ruegos, y la dijo: "Yo consagro éstas a tu amor, en lugar de dote; en ellas imprimiré una señal gloriosa para que conste que fueron libertadas de las penas del Purgatorio por tus ruegos, lo cual eternamente resultará a gloria tuya delante de los cortesanos del cielo". Entonces dijo ella: "¿Cuántas son las «ánimas que librasteis de las penas del Purgatorio por mis ruegos?". Respondió el Señor: "Es el número tan grande, y tan graciosa la liberalidad que con ellas he usado, que sólo la ciencia de mi divinidad lo puede comprender".

¡Es mucho lo que Dios nuestro Señor nos ama! Solamente la fineza que hizo con nosotros en no privarnos para siempre de su hermosísima vista en el momento en que nuestros primeros padres pecaron, lo mismo que en no querer hacerse ángel, no obstante ser éste un espíritu purísimo e inmortal, sino hombre pasible y sujeto a la muerte, son gracias de tal magnitud, que renunciamos a decir nada sobre ellas, temerosos de disminuir su importancia.

Dice el Apóstol: "Cuyos padres (los israelitas) son los mismos de quienes desciende también Cristo según la carne, que es Dios sobre todas las cosas bendito en los siglos". Y dice en las notas a la Biblia el P. Scío: "Para el perfecto sentido, debe sobreentenderse por elipsis, son Abraham, Isaac, Jacob, de quienes desciende también Jesucristo según la naturaleza humana". Y en otra parte habla el mismo Apóstol de este modo: "Porque él (Jesucristo), en ningún lugar tomó a los ángeles, mas tomó la descendencia de Abraham". Es decir, en ningún lugar de la Escritura se lee que tomase Dios la naturaleza angélica, sino la humana. Obligados, pues, estamos a Jesucristo, más aún que los mismos serafines, por quienes no extremó tanto su amor. Humillóse el Señor, y ensalzó de tal manera al hombre, que nuestro limitado entendimiento no nos deja acabar de comprenderlo.

¡Oh Señor y Dios mío, y qué vivo fuego de amor siento en mis entrañas para con Vos! ¡Quién tuviera un corazón tan grande como los cielos, para ofrecéroslo todo, y amaros sobre las jerarquías celestiales! ¡Quién tuviera millones de millones de vidas, para sacrificarlas todas por Vos! ¡Quién fuera señor y dueño de todo el universo, para ofrecerlo humildemente a vuestros pies! ¿Es posible, Señor, que a un desterrado hijo de Eva, que vive muriendo en este valle de lágrimas, le protejáis y le améis infinitamente más que un padre amorosísimo ama a su único hijo? ¡Bendito seáis, mi Dios, por eternidad de eternidades!

En suma, y volviendo a nuestro propósito, nosotros creemos con los autores citados, y otros más que pudieran traerse a colación, que las almas del Purgatorio padecen, pero con la siguiente distinción: la pena de daño, como dicen muchos, se les va remitiendo poco a poco; al paso que la de sentido les dura intacta hasta el último momento de estar en el Purgatorio.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com




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