En la hora de la muerte para nada sirven las dignidades y grandezas del mundo.
Poco antes de morir D. Juan II, decía al bachiller Cibdad Real, que le asistía:
- Bachiller, naciera yo fijo de mecánico (artesano), y fuera fraile del Abrojo (convento) y no rey de Castilla.
Felipe III, en su angustiosa agonía, decía varias veces:
- ¡Oh, mejor hubiera sido portero de un convento en vez de ser rey!
Reflexionando sobre estos y otros dichos análogos, un carmelita descalzo decía en tono zumbón :
- ¿Qué será, que a la hora de la muerte todos los reyes desean ser frailes, y ningún fraile ha deseado entonces ser rey?
(Calendario del Mensajero)
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